II. Rumbo a lo desconocido

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David se dispuso a guardar las dos bolsas en el maletero, y al abrirlo descubrió un par de fusiles y escopetas de caza además de un buen arsenal de machetes y cuchillos. Claudia le aclaró que encontró una tienda de artículos de caza abandonada y que requisó todo lo que pudo, también le ofreció coger lo que quisiera y aunque no había disparado en su vida cogió uno de los fusiles con mira telescópica que se colgó al hombro, un cuchillo que junto con su correa se abrochó en una pierna y una navaja que cerró y guardó en su bolsillo.
Una vez subidos al coche, David dijo:

-Eres una caja de sorpresas eh, tu padre era policía pero has tardado muy poco en robar un Ferrari, ¿No te conformabas con un seat Ibiza?
-Vivía cerca de un concesionario de gama alta y sólo cogí las llaves del despacho. Dijo con una pequeña carcajada.

Justo en ese momento pasaron por al lado de una gasolinera y pararon a repostar.

Mientras Claudia repostaba, David entró a la tienda de la gasolinera en busca de algo útil, se encontró con un zombi de frente y salió despavorido de allí, nunca había matado a uno de ellos, de hecho aún no aceptaba la situación. Claudia que lo observaba todo se dio cuenta de la situación y una vez acabó de repostar le dio una clase práctica de cómo matar zombis, esta le clavó un cuchillo en la sien y el monstruo cayó en redondo al suelo y no volvió a levantarse.

-Ahora voy a enseñarte a disparar. Dijo colocando diez latas vacías de refresco que había en una papelera cercana sobre la parte trasera de un camión volcado al borde de la carretera.
Se alejó unos seis metros de ellas y con cuatro disparos de su pistola derribó las cuatro latas de la izquierda y le dio el arma a David.
-Sólo apunta y dispara, es muy fácil.
David obedeció a la joven y sorprendentemente acertó su primer disparo.
-No te engañes, ha sido sólo la suerte del principiante. Dijo David esbozando una sonrisa nerviosa.
Esta vez disparó dos veces, y aún más sorprendente, volvió a acertar en los dos blancos. Claudia no daba crédito de lo que veía, a ella le costó muchísimo aprender, y eso que su padre era un buen profesor.
-Parece que has nacido para esto, dijo agarrándolo del brazo y alejándolo más de las latas.

Esta vez estaban a casi diez metros de distancia, ya sólo quedaban tres latas, David apuntó a la lata que se encontraba más cerca de la cabina del camión y la tiró al suelo de un disparo, increíblemente acertó sin fallar a las dos latas restantes, no había fallado ni un solo disparo, parecía que llevaba haciéndolo toda la vida.
Claudia recuperó su arma, arrebatándosela al chico muy sorprendida y a la vez un poco asustada ante el manejo del arma del joven.

-¿No habías dicho que no habías disparado antes?
-Y no lo había hecho, estoy tan sorprendido como tú.
-Pues parece que no puedo enseñarte nada más, quizás tendrías que haberme dado una clase tú. Dijo ella mientras subía en el asiento del copiloto.
-Esta vez conduces tú, creo que voy a dormir un rato. Añadió la joven.

Ya llevaba tres horas conduciendo, y la chica dormía plácidamente a su lado, se le notaba cansada.
Ya había anochecido y viendo que Claudia no se despertaba, decidió parar en un hotel que había al borde de la carretera, era un hotel que parecía bastante viejo, estaba muy estropeado por el paso del tiempo pero era suficiente para pasar la noche, la chica estaba roque, así que decidió no molestarla por el momento y salió a investigar, terminó sigilosamente con la "vida" de unos cuantos zombis que merodeaban por ahí con la navaja de su bolsillo, entró en la habitación más grande y más limpia y preparó un par de velas que cogió de la recepción, el hotel no tenía ningún generador propio así que declinó la posibilidad de cocinar algo y abrió unas latas de conserva que había en la cocina del restaurante del hotel y las puso en la mesa de la habitación.

-Buenos días dormilona, la suite le espera.

Bostezando y frotándose los ojos salió del coche para seguir a David y ambos entraron en la habitación para disfrutar de las conservas, que en esos tiempos era de lo poco que podían disponer.
Terminaron de cenar y ambos durmieron juntos en la misma cama, hacía frío por las noches y un poco de calor humano no venía nada mal.

A la mañana siguiente, ya con la luz del sol David vio al lado del hotel una pequeña tienda de música y entró en ella para ver si encontraba algo de su gusto para amenizar el viaje en coche, busco en la sección de Rap y le sorprendió mucho encontrar un disco de su tocayo Rayden, un artista español que le encantaba pero no era demasiado popular y se lo llevó, además de algún disco de Melendi.
Esta vez conducía Claudia pero David quería escuchar algo de música y puesto que la radio no funcionaba introdujo el disco de Rayden en el caset del coche, eligió cuidadosamente una canción, posiblemente su canción más conocida: Matemática de la Carne.
Mientras David la cantaba, a ella, que nunca había escuchado a ese artista, le estaba empezando a gustar lo que oía y movía la cabeza al ritmo de la música con una sonrisa de oreja a oreja, en parte por la música y en parte por la buena compañía, ambos sintieron una extraña conexión desde que se conocieron y puede que se estaban empezando a gustar, hacía tiempo que no se encontraban tan bien con otra persona.

Después de varias horas de conversación mientras viajaban, se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, gustos musicales, gastronómicos e incluso compartían el gusto por las películas de zombis y superhéroes, a ambos les chiflaba ver al capitán América y compañía luchar contra sus enemigos mientras disfrutaban de unas palomitas, se hicieron la promesa de ir a la próxima película de los vengadores, si es que eso pasaba algún día.

Apenas les quedaban sesenta kilómetros cuando se quedaron sin gasolina, cogieron las armas y la mochila en la que había comida y continuaron andando, iban revisando los coches que había por la carretera en busca de alguno que tuviera gasolina y las llaves puestas, pero no tuvieron suerte en su búsqueda.
Andando a paso normal tardarían dos días en llegar a su destino, cada dos horas paraban a descansar un rato y reponer fuerzas para continuar, la noche caía y el cansancio hacía mella en ellos así que decidieron entrar en una furgoneta de una conocida marca de cervezas abandonada en la autopista para pasar la noche, no era demasiado cómoda pero era lo mejor que tenían para combatir el frío nocturno, encendieron una vela cogida en el hotel y bebieron un par de cervezas, no sabían si era por las cervezas o por lo bien que se sentían el uno al lado del otro pero esa noche estaban muy cariñosos entre ellos, estuvieron a punto de besarse en varias ocasiones pero no lo hicieron por temor a que el otro no sintiera lo mismo. David no quería arrepentirse por no haberla besado esa noche y se acercó cuidadosamente a ella, acarició su suave cara y la besó, se apartó pensando que ella no quería hacerlo y fue cuando Claudia lo agarró por su nuca y lo besó con ganas.

Hasta que la muerte nos enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora