Antes de ella.

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- 24 de noviembre del 2000. -

Una mujer se sujetaba la tripa mientras las contracciones iban en aumento. Esperaba la llegada de su marido, que debía llevarla al hospital. Minutos más tarde, el hombre apareció por el umbral de la puerta, tambaleándose, muy borracho y con olor a tabaco. La mujer le gritó, y después de una discusión, el hombre se largó. La chica llamó a su hermana con urgencia, que la llevó al hospital.

El médico le dijo que con el estrés de la discusión y el tambaleo del coche las contracciones no habían aumentado lo sufiente, habría que hacer cesárea. Pero la mujer no quería tener una cicatriz horrible en la barriga, y prefirió arriesgar la vida de la bebé. Después de 12 horas de parto infructuoso, le inyectaron una anestesia y procedieron a la cesárea. Media hora más tarde, el médico le comunicó que la niña había sufrido un problema respiratorio a causa de estar tanto tiempo intentando salir, y que además pesaba muy poco y había que llevarla a la incubadora.

- Me da igual -soltó la madre- no quiero ni verla. Por mi puede quedársela. ¿Sabe lo que va a tardar en irse esta cicatriz?

El médico la miró con incredulidad y negó con la cabeza.

- Mis amigas se reirán de mi en la playa en verano -dijo la madre.

Mientras, una enfermera colocaba a una niña preciosa, delgadita y con muchas pecas en una incubadora. Al ver que nadie venía a verla, esta enfermera le compró ella misma un juguete pequeñito, y se lo puso al lado. Así, muchas de las primeras sonrisas de esta niña las recibió una enfermera encargada de las incubadoras, y no sus padres.

Esta niña se llamó Andrehia Dopico González, nombre el cual se le ocurrió a la hija pequeña de la enfermera, ya que la madre no quiso ponerle ninguno.

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