Capítulo I. "Recordarlo en sueños."

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- No puedo hacerme cargo de esto. Me has sido una maldición desde hace cuatro años que naciste.
Mi madre me miró con tanto odio en su mirada que me intimidó. Caminaba de un lado a otro en la sala de estar, en una de sus manos llevaba un cigarrillo, con la cual, se frotaba con la palma una y otra vez la frente, mientras con otra descansaba sobre su cintura.
- No, yo no me voy a desgraciar la vida por un estorbo como tú -me decía mientras me cargaba entre sus brazos -. Tengo el lugar perfecto para deshacerme de ti.
Caminó conmigo entre sus brazos y me dejó sentada sobre una pequeña mesita de cristal que estaba a unos centímetros de la puerta de salida, mientras ella regresaba a la sala de estar. Con mis manos comencé a jugar con mi vestidito y de pronto mamá llegó con una libreta y un rotulador en su mano.
- Bien, escucha lo que mami le escribirá a la tonta abuela Rita -decía mientras abría aquella libreta y escogía una hoja-. Bien, da igual -comenzó a escribir y hablar al mismo tiempo-. Querida mami dos puntos y aparte, no quiero cargar con un estorbo a mis veintidós años coma, por eso quiero que la cuides y no te estoy preguntando si puedes coma, te estoy diciendo cuídala punto. Ya bastante hice con aceptar tus lloriqueos diciéndome que no matara a una criatura indefensa COMA -dijo alzando su tono de voz en la última palabra y mirándome fijamente-, me tenías tan harta y me diste tanta lástima que acepté punto y aparte. Pero me di cuenta que haber aceptado cargar con esta maldita niña fue lo peor que pude haber hecho punto y coma, porque abrirle las piernas a cualquier idiota y recibir dosis diarias de orgasmos fue lo más exquisito que pude haber aceptado, más no quedar embarazada -dijo y me miró con odio. Por segunda vez. En el día. Y me intimidó. Por segunda vez en el día también- punto. Así que sin más coma, te dejo a este engendro del sexo salvaje en tu puerta coma, para seguir follando deliciosamente en cualquier lugar que tenga hombres maduros y de pene largo coma, como me gustan punto. Cuídala y eso mientras yo dejo que me metan el miembro por donde más me guste y obvio coma, duela -no entendía la mayor parte de lo que hablaba, así que giré a ver otro lugar, con ansia de encontrar algo con que jugar-... ¿Estás escuchándome, idiota? -sentí un horrible jalón de cabello hacerme caer de la mesa, provocándome llorar y mirar a mi madre. A aquella que a pesar de todo, seguía amando como a nadie-. No pienso seguir manteniendo a tan estúpida niña nunca más, ¡levántate, babosa!

Escuchar tan hirientes palabras provenientes de los labios de mi madre fue algo que sin duda marcaría toda mi vida. Al salir de casa, mamá llevaba consigo demasiados dólares, 'bienvenido a mí, papel bendito' mamá les llamaba cada que un hombre le entregaba fajos con él, cuando salían de la habitación en la que mamá llevaba y comenzaba a 'llorar a gritos' decía yo al no saber en ese entonces qué era lo que hacía.
Menuda inocente.
Correr detrás de mamá era agotador y dolía que cada que yo quería tomar su mano ella la apartaba con verdadero desprecio.
Dolía no poder decirle cuánto amor le tenía sin que me rompiera el corazón, recalcándome que no me quería.

- Bendito el sexo que tuve que darle al asqueroso taxista para no desperdiciar dólares en el viaje. Mira que la tenía grande y gorda como me encantan, pero muy peluda -mamá enfocó una cara de asco-. Mientras tú maldita, dormías plácidamente a un lado nuestro. Pero bueno, mira, esa casa -señaló una gran casa color cereza y con un gran balcón cubriendo todo el cuarto piso-. Es de tu abuela, toma -sacó la carta que momentos antes escribió en casa-. Se la entregas en cuanto abra la puerta.

Todo eso me confundió demasiado.

- ¿Y tú, mami? -dije tan dulce como una niña británica de cuatro años podría ser.
- Yo seré feliz.
- ¿Sin Bonnete? -bruh, Bonnete era yo. Soltó un par de risas irónicas al aire y me miró.
- ¡Por supuesto que sin Bonnete, niña! Sin Bonnete, Marianne será feliz. -endureció su voz y me miró con desprecio-. Ahora vamos, estoy perdiendo más tiempo. ¡Corre!
Y corrí cruzando la avenida para llegar a aquella casa. Ya sabía que no volvería a ver a mamá, por las palabras que me dio, fue lo que alcancé a entender.
Giré a verla, me veía ahora sin algún tipo de odio. Ahora su rostro era de alegría, alivio, sarcasmo en todo su sentido.
Y la miré con mucha ternura, porque, a pesar de todo, la amaba con todo mi corazón.
Tanto, que su rostro se suavizó. Pero giró y corrió.
Toqué a la puerta con temor y di un paso atrás, sosteniendo la carta en mis pequeñas manos.
La puerta se abrió y frente a mis ojos, una mujer de cabellos de plata y piel blanca pero aún así tersa apareció. Miraba hacia todos lados y al terminar de hacerlo, miró hacia donde yo.
- ¡Santo cielo! ¡Bonnete mi amor! -gritó quien supuse, era mi abuela. La abuela Rita. Me tomó entre sus brazos y le entregué la carta que mami escribió.
- Mami Marianne será feliz sin Bonnete -dije, con mis manos cubriendo levemente mis labios.

Y desperté. Mis párpados poco a poco se abrieron. Levanté mi torso de la cama y quedé sentada. Mirando al espejo.

- Siempre es lo mismo. Recordarlo en sueños.

Y sí. Siempre lo es. Siempre tengo que despertar con ese sueño. Antes dolía.

Pero como Mamá Rita dice: todo lo que antes dolía hoy es sólo un recuerdo más.

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2016 ⏰

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