(Antes) Queridísimo macho alfa:
Qué increíble dirigirte la palabra escrita. Aquella que perpetúa tu reinado. Hablarte con un hilito de voz que trata de abrirse paso en tu imperio de acero inoxidable; todavía sin mucha fuerza porque antes eras tan amenazante, que aun se me hace presente cierto malestar en la boca del estómago cuando pienso en vos.
Y no quiero que sea así. Quiero hacerte frente. Quiero que te hagamos frente. Por mí y por todas. Y quiero que te vayas, porque no serás bienvenido nunca más.
Pero antes, vayamos al inicio: hace tiempo, vos y yo solíamos congeniar muy bien. Te leía, me reía con tus chistes y me imaginaba en la posición de la protagonista femenina (zorra, siempre) que tenía la inmensa fortuna de contar con tu presencia. Eras lo más importante: el eslabón primordial de cualquier historia que yo pudiese considerar decente; si no estabas en ese libro que me había llamado la atención, te buscaba en otros. Y vos te mofabas de mis reacciones sumisas, separándote con un velo divino de mí y de la protagonista, con quien yo compartía tanto y, sin embargo, criticaba a más no poder. Nos zarandeabas de un lado para el otro, tan etéreo y hermoso que nadie osaba reprocharte nada. Nadie tenía la potestad de decirte que no; que parases; que nos hacías mal.
Y nunca protestábamos, porque vos nos lo impedías: allí, con toda tu hombría, decías saber mejor que todos lo que era mejor para nosotras mismas. Sabías lo que era mejor para todos: tu palabra era ley, tanto para la protagonista, como para mí, como para tu manada de lobos bobos que te seguían a todas partes sin rechistar.
Y todo estaba en orden así. Porque vos eras un chico malo, y nosotras debíamos amoldarnos a tu forma de ser y aceptarte tal cual habías venido al mundo. Todos sabían eso. Que vos dirigías la batuta y la protagonista femenina te acompañaba, siempre atrás, batallando por conseguir tu amor. Todos sabían que la chica era la que tenía que cambiar para que vos la eligieras. Todos sabían que ser declarada propiedad única y exclusiva tuya era un regalo. Todos sabían que si estabas celoso, la protagonista tenía que sentirse halagada. Todos sabían que si desvestías a la protagonista dormida luego de una fiesta donde había quedado alcoholizada, le estabas haciendo un favor. Todos sabían que la protagonista no podía tener amigos varones, porque entonces te estaba engañando y era una desalmada. Todos sabían que no había que hacerle tanto caso a los deseos de la protagonista porque vos eras el único que importaba: el único que las lectoras queríamos; el único que se mantenía inmune entre nuestros insultos hacia cualquier ente femenino. Todos sabían que por ser hermoso, deseado y el macho alfa de una secundaria segregada nadie tenía el derecho a enojarse con vos. Todos sabían que no importaba qué mal habías hecho, porque siempre conseguirías el perdón de la protagonista femenina, ya que ella debía estar agradecida de contar con tu presencia.
Todos sabían que eras la máxima autoridad en una relación donde la protagonista apenas tenía voz. Y nadie sabía que eras un vertedero de estiércol.
Y yo tardé mucho en darme cuenta. Tuve que hacerlo por mí misma, porque todos parecían encantados con vos. Y yo también lo estaba, pero cuando varias actitudes tuyas empezaron a sonarme un poco extrañas, me dije que algo raro estaba pasando: no podía ser normal que encerraras a una chica en un aula escolar hasta que ella te perdonase. No podía ser normal que dijeras que nadie podía tocar a la protagonista femenina porque ella era tuya: qué fuerte sonaba, y cuánta molestia me iba causando con el tiempo que esa expresión la utilizaras tanto, tanto... Y entonces, luego de un duelo mental, me dije que sí: que eras estúpido. Que no tenías derecho a tratar mal a las mujeres solo porque decías que todas te deseaban y les gustaba que las vieses como animalitos de granja.
Y seguí pensándolo. Pero seguí leyéndote. Hasta que dije basta. Hasta que me di cuenta de que eras peor que estúpido. Eras detestable. La más pura y apestosa escoria que había pisado el suelo de Wattpad. La peor de las enfermedades que había infectado casi todas las historias de esta plataforma, donde se te admiraba como a un dios cuando no eras más que un espectro del machismo más voraz.
Y hablo de vos en pasado, porque desde ahora, ya no te voy a tomar en cuenta. Antes congeniábamos, es cierto, pero ahora no te tengo ningún miedo. Ahora sé que sos liso como una llanura y frágil como una casita de naipes. Porque la hombría que ostentabas, que antes me causaba tanta admiración, ahora no existe. Se fue. No está más. Tus celos, tus miedos, tu falta de confianza, tu dominación, tus habilidades infalibles de subordinación de la protagonista femenina, tus insultos, tus estereotipos, tus excusas, tus falacias, tus mentiras: se esfumaron.
Porque ya no creo más en vos. Ya no te tengo en cuenta. Y nosotras no te tenemos en cuenta. Nosotras no te necesitamos más. No precisamos de tu presencia emponzoñada para pudrir nuestras historias y atraer lectores que te admiran por ser sexy, sin saber que sos el paradigma del machismo y la misoginia. No queremos ser testigos de tus tratos bruscos y tus violaciones cariñosas, ni de tus besos forzados ni tus oídos sordos. No te aceptamos como figura paternalista que infantiliza a las protagonistas femeninas y las ridiculiza, para después salvarlas del suicidio social al convertirlas en tu propiedad. No nos interesa que te regodees entre tu grupo de amigos estúpidos sobre tus conquistas como si las mujeres fuéramos pedazos de tierra.
No creemos más en vos porque sos patético. Porque tenés miedo. Porque sentís que si una chica que se valora a sí misma te para el carro, tu orgullo varonil está automáticamente destrozado y eso no puede quedar así. Porque dominás y nos callás para no tener que afrontar lo que significa escuchar; hablar; dialogar; entender. Porque sos un macho alfa en su esencia más pura: animal, bobo e instintivo. Porque no respetás y solo comprendés el lenguaje de la violencia y la dominación; porque sos tan obtuso que tu primera respuesta siempre es la agresión.
Y porque nos condenás a una existencia de meros objetos sexuales, es que te decimos basta.
Y ojalá leas. Y te enfurezcas y golpees la pared como siempre solés hacer. Y que te avergüences y luego leas un poco más. Y que, al final, cuando tu hombría esté tan, pero tan mancillada que ya no quede nada, desaparezcas. Te vayas y no vuelvas.
Porque no te queremos y te denunciaremos las veces que haga falta. Yo, y las protagonistas femeninas que se dieron cuenta de tu violencia, y las lectoras que también lo hicieron, así como las que todavía están sumidas en la ignorancia. Todas. Por todas. Y contra vos. Y entonces no habrá orgullo varonil que te salve.
ESTÁS LEYENDO
El abecé del machismo en Wattpad
Random¿Cómo conseguir que nuestras protagonistas femeninas no sean entes sin capacidad de acción y raciocinio? ¿Cómo evitar que tiren por la borda toda su dignidad para acabar siendo unas oprimidas que viven por y para sus dueños? ¿Cómo poner fin a una...