Prólogo: Un nuevo caso

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...
Todo acabó en ese callejón oscuro de la periferia de Madrid. Bloqueando la salida, el asesino sacó una pistola del bolsillo. Rió y con una sonrisa diabólica dijo:
— Dije que te amaría hasta la muerte. Qué curioso que vivo enamorado siempre tan poco tiempo.
Y disparó.

...

Hoy era mi primer como inspectora de la policía nacional. Me destinaron a Madrid, la gran capital. Para mí era un gran cambio, ya que nací y me crié en un pueblo pequeño del pirineo catalán. Incluso mis primeros años en la policía los pasé entre Gerona y Lérida. Al menos estaba destinada en una comisaría cerca del Retiro, por tanto podría pasear por ese parque en mi tiempo libre, aunque no tuviese punto de comparación con las montañas de Pirineos. 

Tras años de esfuerzo al fin conseguí aquello con lo que llevaba soñando desde hacía diez años. Eran las siete cuando sonó el despertador. La emoción me consumía, y me hacía fantasear con casos misteriosos y pistas intrigantes. Me coloqué frente al espejo por enésima vez, para hacerme una coleta al lado que recogiese mi pelo castaño largo. Miré mi aspecto una y otra vez. No era excesivamente alta ni fuerte. Era una chica normal, con ojos grises y cara alargada. Una del montón. Lo único que me hacía excepcional al resto era la gran inteligencia con la que algunos me describían. Dicen que para sacarse un máster de ingeniería, un título de biología y todos los requisitos para entrar en el cuerpo de policía se debe tener una capacidad increíble. No estaba segura.

Subí al tren que pararía a escasas manzanas de la comisaría. Para entretenerme me puse los cascos y empecé a analizar el vagón (cosa que tengo la manía de hacer cada vez que estoy en un lugar nuevo). El vagón era un lugar oscuro y algo solitario. Habían algunos individuos estados, pero más de la mitad de los asientos estaban vacíos. A mi lado había un hombre mayor leyendo un periódico que sostenía a su nieta en brazos. En frente, una pareja de 40 años dándose un beso apasionado. A su lado, un policía que parecía tener mi edad. Era el más joven del vagón. En el otro extremo había un grupo de empresarios hablando, y al lado un hombre con aspecto despreocupado que parecía estar muy absorto en su teléfono.

Cuando fui a bajar en mi parada, me resbalé por las escaleras. Pensé que iba a caerme, pero el oficial de policía me cogió de un brazo, evitando que impactase con el pavimento.

— Oh, gracias — dije poniéndome colorada, pues el oficial me miraba con sus hermosos ojos verdes y una sonrisa gigante.

— No hay de qué. Por cierto... ¿Tú eres la nueva investigadora? — Preguntó tocando su pelo castaño oscuro una y otra vez.

— Sí, Alicia Estellés. Un placer. — Contesté mientras hice un gesto de asentimiento, algo característico en mí cuando algo me resulta confortante.

— Carlos de Juan. Lo mismo digo.

En la comisaría la gente era muy acogedora. Todos sonreían y me miraban con dulzura. Llegué a mi despacho, donde aún ponía el nombre del antiguo inspector “Inspector Reyes”. Era una sala pequeña, con una mesa y una silla.  A la derecha había un armario gigante. En la mesa, un ordenador. Al cabo de cinco minutos llegó mi superior, un hombre de pelo blanco y con arrugas en la cara. Ojos grises y sonrisa minúscula. A diferencia de Carlos, no era tan alto ni parecía estar tan fuerte. Me dió mi primer caso acerca de un robo en el Museo del Prado. Empezábamos fuerte.

Pero no tuve que hacer mucho en ese caso, pues poco después encontraron el cuadro robado en la azotea del Museo. Lo más intrigante de todo era una carta escrita por el ladrón.

Yo, Alejandro Fores, me considero ladrón de este cuadro.

¿Lo más extraño? Que han encontrado el cadáver de Fores a escasos metros del Museo. Tras la autopista se ha descubierto que cayó desde la azotea.  Todo apunta a un suicidio, pero... ¿por qué lo hizo?

El caso ha pasado a mi cargo, obviamente. He estado investigando y Forés ha resultado ser el hombre del tren que miraba absorto a su móvil. Vivía en un barrio conflictivo de Madrid y estaba parado. Era obvio que con el dinero de ese cuadro podría mejorar su economía. Pero hay algo que se me va de las manos. ¿Por qué cuando ya tenía la parte difícil hecha decidió abandonar?

El Enigma De Las PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora