1.El despertar

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La sangre recorría los azulejos del camino como si de una carrera se tratara. Y los leves aullidos de las bestias se oían desde la más profunda oscuridad del bosque. Tenía que escapar de allí. Lo sabía. Pero era incapaz de moverme. Por más mensajes que enviase mi cerebro, mis piernas no reaccionaban. Haciendo así que por cada segundo que pasase en aquel siniestro lugar mi vida corriese peligro.

En aquel instante sentí un escalofrío que recorrió cada centímetro de mi espina dorsal. Sabía que aquella inicua sombra estaba cerca. Ese horrible hedor que me recordaba al sótano del orfanato Marquand y el frío colándose en mis huesos, no eran más que señales de cuán cerca andaba aquella bestia sin rostro, ni alma. Venía a por su presa. Venía a por mi.

Entonces sentí que me asfixiaba. Mis pulmones ardían con cada bocanada de aire y mis párpados eran cada vez más pesados. Caí al suelo. 

Usando mis brazos como palanca intenté balancear mi huesudo cuerpo hacia un costado del camino y recoger el aire que me faltaba. Pero un tentáculo de humo negro el cual empezaba a recorrer mi cuerpo con descaro me lo impidió. Ya estaba aquí. Aquella bestia que me había perseguido durante toda mi niñez había vuelto, y presentía que venía con la peor de sus intenciones. Venía para acabar con mi joven vida.

Intenté escapar de aquel agarre, pero sin dificultad alguna aquel sombrío tentáculo logró llegar hasta mi cintura, intensificando así su agarre.

Cuando llego a la altura de mi cabeza, empezó a esbozar una línea invisible en el perfil de mi mandíbula. Pero se detuvo a la altura de mi barbilla. Mi vida iba a acabar en ese preciso instante. Podía percibirlo. Ya no había salvación y lo sabía. Así que dejé de forcejear y me entregué a aquella bestia. Intuía lo que iba a pasar, aquella bestia no tenía piedad alguna. Ya lo presencié aquella noche cuando acabó con la vida de aquel unicornio azul. El cual probablemente era el único en su especie. Ahora la que había acabado entre sus garras y moriría devorada sería yo.

Apreté mis ojos y mordí mi lengua hasta que me dolieran, cuando percibí como aquel tentáculo estaba desgarrando mi piel.  Con la valentía que me quedaba, obligué a mis ojos llenos de lágrimas abrirse y mirar a mi agresor a los ojos. Pero lo único que ví fue una cálida luz que empezó a concentrarse en cada rincón del bosque, obligando a aquella bestia a zafarme de su agarre y despersar su sombra hasta la desaparición.

De aquella luz acogedora apareció la figura de un hombre, emborronada por el dolor y las lágrimas. Entonces susurró;

Sé que sois fuerte Aranel, no os dejéis corroer por la oscuridad. Eldalië confía en usted. Yo creo en usted.

Entonces la luz se intensificó hasta cegarme con una oscuridad perenne.



Abrí mis ojos agresivamente. Estaba en mi habitación.

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2016 ⏰

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