Venganza, qué bonito nombre.

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EN BUSCA DE VENGANZA

7 de Enero, New York.

Salgo del vestíbulo de mi apartamento, y se cuela el frío invernal tan típico de New York entre mis huesos. Hace tres meses que me recorre esta sensación por las mañanas, así que me dispongo a andar para intentar quitármela. Cómo cada día cojo el metro, la línea roja, y espero hasta la última parada, Brooklyn. Durante el trayecto observo la situación y veo que cómo cada día el señor con la chaqueta roja está sentado en el asiento justo al lado de la puerta con su café y su New York Times. A su izquierda la mujer del collar de perlas que charla con su amiga, la del anillo de diamantes y el bolso de marca. A mi lado yace sentada la chica de los libros, la que cada día lee uno distinto y nadie sabe si termina alguno. En la esquina hay el chico de los auriculares con su perro, pero cómo siempre parece que está en su mundo.

Cada día las mismas caras ancladas en un rutina infinita, pero aquí seguimos, luchando para sobrevivir en esta batalla que ya tenemos perdida. Yo por mi parte soy la chica morena con ojos de un verde implacable y mirada fría que espera de pie en el fondo del vagón. Pero ahora que me doy cuenta, que boba soy, no me he presentado! Disculpen las molestias, a veces soy un poquito despistada. Bien, me presento. Me llamo Mía, Mía Johnes. Tengo 25 años y vivo en New York. Nací en Francia pero por cuestiones personales a los 20 años me mudé a Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades, pero también en busca de respuestas.

Trabajo en un bufete de abogados y hace una semana me ascendieron a directora general de la unidad de crímenes. Implacable, fría y segura, así soy yo. Llevo más de cien casos ganados y otros diez en proceso. La gente que me cree conocer, dicen que soy alegre, divertida y risueña pero esto sólo es una fachada para ocultar mi verdadera personalidad.

Me doy cuenta y veo que el metro ha llegado a mi destino, así que me dispongo a salir en dirección a las oficinas. Cuando llego, saludo a Mariela, mi secretaria, y me encamino hacia mi despacho. Me siento y veo el montón de papeles que tengo que ocuparme hoy, así que me pongo manos a la obra. Cuando llevo veinte minutos y casi la mitad del montón de papeles resueltos oigo cómo llaman a la puerta.

- Adelante - digo con la voz firme, dirigiendo mi mirada hacia la puerta.

- Siento molestarla Sra. Johnes pero le traigo su café. - susurra ella temerosa.

- Muchas gracias, Mariela, pero por favor llámeme Mía. - digo intentando no mostrar el enfado que siento.

- Perdóneme Sra. Mía, también le traigo una carta que ha llegado hace diez minutos aproximadamente.

- Perfecto, déjela aquí mimo.

- Buenos días, Mía.- se despide.

- Pase un buen día, Mariela.- le respondo en un tono amable.

Cojo la carta, aún molesta por el hecho de que Mariela me haya llamado por mi verdadero apellido, y la abro. Empiezo a leer lenta y cautelosamente, y me detengo cuándo ya estoy en la mitad. Levanto la vista y me quedo helada. Mariela llama a la puerta y entra sin escuchar mi respuesta. Intento luchar contra el escalofrío que me recorre la espalda, e intento aparentar normalidad cuando me pregunta que qué me pasa.

- Nada.- respondo rápidamente, demasiado rápido para mi parecer.

- ¿Estás segura?.- insiste Mariela.

- Sí, es solo que se ha cerrado la puerta de golpe y me he asustado.- respondo ofreciéndole una de mis típicas sonrisas oculta verdades.

Mariela parece quedar satisfecha con mi respuesta y continua explicándome porque ha entrado tan rápidamente en mi despacho, el motivo: el caso 43-N.

Este caso está resultando ser un poquito más complicado que los otros, pero es normal, creo, ya que no se trata del tipo de crímenes que estoy acostumbrado a resolver, sino que esta vez es diferente, esta vez algo me dice que es mucho más personal.

En busca de venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora