Capítulo 3

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A parte de su aspecto físico, muy bueno a decir verdad, lo que más me sorprendió fueron la cantidad de tatuajes que llevaba en el cuerpo, empezando por el cuello y terminando quién sabe dónde. Después de romper el contacto visual que mantuvimos durante esos largos segundos esa voz grave con ojos verde intenso me sacaron de mi embobación.

- ¿Estás preparada para perder?- preguntó. - Si yo fuera tú me rendiría antes de perder la dignidad cuándo te gane.- dijo en tono vacilón.

Sin contestarle me coloqué el protector bucal y me até bien los guantes, dándole a entender que estaba preparada.

Cuándo escuche el sonido que indicaba que la pelea empezaba, comencé a moverme por todo el ring. El chico se acercaba a mi, pero siempre con esa sonrisa vacilona que tanto me sacaba de quicio. De un momento a otro el lanzó el primer golpe pero yo ágilmente lo esquivé. Después de unos minutos soltó otros dos más y yo los volví a esquivar.

Estuvimos así mucho rato, dándonos golpes y esquivándonos hasta que el encargado de cerrar el gimnasio nos obligó a parar porque decía que era tarde. Bajé del ringo y los ojos verdes se acercaron hacia mi.

- Ha sido más difícil de lo que me esperaba pero aún así te hubiera ganado.

Al escuchar eso cogí mi toalla y me fui a duchar, la verdad prefería no perder mi tiempo en éste tipo de hombres y menos cuándo tenía que ir a comprar el vestido para aquella misma noche.

Salí del gimnasio y me encaminé hacia la Quinta Avenida en busca de un vestido adecuado. Después de haberme probado más de veinte vestidos y haber entrado en quince tiendas distintas, encontré el indicado. La tienda estaba en un pequeño callejón a las afueras del centro, si tengo que decir verdad lo encontré de pura casualidad mientras volvía a mi departamento. Lo vi en el escaparate y supe que tenía que ser mío. Entré rápidamente dentro de la tienda y le pedí a la anciana que me atendía, si me lo podía probar. Ella emocionadísima me dijo que sí, así que me lo probé. Cuando salí la señora se quedó con la boca abierta y los ojos cristalizados. Me dijo que era la mejor pieza de su colección y que hacía meses que intentaba venderlo y así poder sacar dinero para pagar los medicamentos para su hijo, que estaba enfermo.

Al escuchar eso y al ver que parecía estar hecho para mi, no me lo pensé ni dos veces y lo compré, además, mataba a dos pájaros de un tiro: encontrar el vestido adecuado para aquella misma noche y ayudar a la anciana. Pagué y le prometí que volvería a visitarla y comprarle otro vestido. La cara que puso al escuchar mis palabras terminó por alegrarme el mal humor que llevaba desde que el chico de los ojos verdes intensos me había hablado por primera vez.

Llegué a casa prácticamente corriendo ya que tenía una hora para arreglarme y llegar al evento. A veces, me preguntaba si habría algún día dónde no tuviera que correr para llegar a tiempo a un sitio, ya que mi vida era un constante ajetreo.

Me volví a duchar por segunda vez, me recogí el pelo en un moño, me maquillé los ojos y me puse el vestido, el cuál era de color esmeralda, con mangas francesas, pero la espalda abierta. Era largo hasta los pies, así que los tacones negros que me puse no se veían. El vestido contrastaba con los pendientes que me había puesto pero sobretodo intensificaba el color de mis ojos. Aún así notaba que me faltaba algo, y no conseguía descifrar que era. Después de haberme echado perfume, haber elegido el abrigo, el clutch y de haber cogido la invitación, caí en la cuenta de que lo que me faltaba era dar color a mis labios, así que cogí mi labial favorito y me los pinté. Me miré en el espejo por última vez antes de irme, y supe que el rojo intenso daba ese toque de contraste que me faltaba.

Al llegar al evento me ofrecieron una copa de champán, así que yo acepté encantada. Al cabo de unos minutos, Peter, el anfitrión, se acercó a saludarme y empezó a presentarme a todos los invitados. Después de unos minutos me quedé hablando con un grupo de empresarios de alto standing. Mientras estábamos hablando descubrí cuál era el más poderoso económicamente y también el más mayor, debía tener unos sesenta-i-cinco años por lo menos. Una vez lo tuve identificado, empecé a utilizar mis técnicas de seducción. Mi plan estaba en marcha, y según mis cálculos el Sr. Brown, el empresario mayor, caería rendido a mis pies en poco más de una hora.

Media hora después ya le había ofrecido la quinta copa de champán y yo podía empezar a actuar. El Sr. Brown me tenía cogida por la cintura, así que me giré para quedar cara a cara con el y me mordí el labio. El se dio cuenta y se quedó mirándome fijamente. A continuación me acerqué a susurrarle un "me lo estoy pasando muy bien esta noche" y le di un beso de carmín en el cuello. Brown dejó escapar una risa coqueta y me dijo:

- Si lo prefiere, podemos continuar la fiesta en mi casa.

- Oh, no quisiera molestarle, Sr. Brown.- dije intentando sonar modesta, pero deseando que dejara de insistir, ya que sabía sus intenciones y me repugnaba el echo de pensar que ese hombre pretendía acostarse conmigo.

Después de las infinitas insistencias del Sr. Brown, acordamos que él me esperaría en su coche mientras yo cogía el abrigo y acababa de despedirme de todo el mundo, así que mientras él salió en dirección a su coche, yo salí a la terraza a fumar. No acostumbraba fumar pero de vez en cuando me sentía muy irritada, fumaba. Estaba terminándome el cigarro cuándo noté que alguien me tocaba la espalda, así que di un bote del susto y me giré bruscamente esperando atacar al que me había hecho esto, pero me quedé sin respiración al ver esos hipnotizantes ojos verdes otra vez, iluminados por la luz de la luna. Después de unos segundo mantuviendo el contacto visual, decidí bajar la mirada.

- ¿Así que seduciendo a viejos para robarles la cartera?- dijo en tono de burla.

Yo me quedé realmente sorprendida al ver que había descubierto mi estrategia, y me había visto robándole la cartera al Sr.Brown. Sinceramente no sabía como actuar ya que era la primera vez que alguien había descubierto mis intenciones, pero aún así, intenté no parecer inestable frente a él.

Cuado terminé mi cigarro, me giré dispuesta a ir hasta el coche del Sr. Brown, pero una mano me agarró del codo e hizo darme la vuelta. No me había dado cuenta de lo bien que le sentaba llevar traje, y los tatuajes del cuello y las manos asomándose por encima de la americano, lo hacían ver demasiado atractivo.

- ¿Acaso se te ha comido la lengua el gato? -preguntó irritado. Me estaba empezando a cansar el chico ese, así que contraataqué.

- Perdona, no suelo malgastar mi voz con inútiles como tú.- respondí sarcásticamente. Al ver su cara supe que había dado en el clavo, concretamente en su grandísimo ego, pero lo intentó disimular.

-Woooow, la gatita saca las garras... En realidad creo que tu te has comido el gato y no el tu lengua.- respondió en tono irónico.

- A mi no me llames nunca más gatita, ¿te ha quedado caso?.- repliqué acercándome peligrosamente a él.

- Y entonces, ¿cómo debería llamarte?- iba bajando la voz a medida que iba acortando la distancia que había entre nosotros.

-Mía, Mía Black.

De repente se escuchó una voz llamando al chico de los ojos esmeralda y voz profunda.

- Elijah, es hora de irnos.- gritó aquella voz al parecer de una mujer mayor.

- Ahora voy, Louise.- respondió Elijah. Me lo quedé mirando y a decir verdad ese nombre le quedaba demasiado bien e iba acorde con su carácter. De repente me guiñó el ojo al darse cuenta que lo estaba mirando seductoramente.

- Por favor gatita, no te creas que tus tácticas van a funcionar conmigo.- se acercó peligrosamente a mi cuello.

Me acerqué lentamente a sus labios, dándole a entender que lo iba a besar, y contrariamente a lo que yo estaba pensando, él ni se inmutó, así que cuando lo vi abriendo a los labios supe que era mi oportunidad, así que desvié mi boca hacia su oreja.

- Nunca más subestimes a una mujer.- susurré en su oído - y mucho menos a Black, Mía Black.

Una vez le hube soplado un poquito la oreja y le había soltado mi frase lapidaria, me giré y me fui dejándole con la boca aún entreabierta y con una cara de enfado realmente imponente.

Bien por ti Mía, nadie debe subestimarte jamás.

Me encantaba que mi conciencia me felicitara, me sentía realmente orgullosa.



ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO ESTE CAPÍTULO Y MUCHÍSIMAS GRACIAS POR CONFIAR EN ESTA NOVELA, SOIS UNOS SOLES. OS QUIERO Y OS ADORO!!!

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⏰ Última actualización: May 19, 2016 ⏰

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