Capítulo 1

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JACOB


Inspiro. La suave brisa del crepúsculo se acerca silenciosa y ondea la hierba con suavidad.

Espiro. Confunde con ella a mis mechones rebeldes.

Inspiro. Los grillos frotando sus alas.

Espiro. De fondo, la carretera lejana.

Abro los ojos.

Oscuridad. El crepúsculo torna de azul marino intenso el cielo.

Luz. Las miles de bombillas del estado perfilan los límites de tierra.

Oscuridad. Nubes negras lo ocultan todo.

Luz. La luna se abre camino en el cielo.

La oscuridad se desvanece...

Once estrellas hacen su aparición en el cielo. Se sitúan en torno al satélite, que esta noche parece ser más grande que de costumbre, y mi vista queda enmarcada por un bonito panorama del que yo parezco ser el único protagonista.

Sin embargo, no siempre sale todo como uno quiere. La lobreguez vuelve a hacer acto de presencia en forma de eclipse, engullendo a la hermosa luna que no tendré oportunidad de volver a ver.

El humo se eleva y...


— Eh. Jake, tío. ¿Te queda algo por ahí? —no me da tiempo ni siquiera a contestar cuando ya me está zarandeando; no porque me intente despertar, sino porque ya ha echado mano a los bolsillos de mi ancha chaqueta.

— No... —le contesto de la manera más convincente que puedo pero todavía me encuentro algo ido, y él aprovecha el momento. Escucho ruido de plástico y frunzo el ceño. Abro los ojos. — ¡Eh!

Me lanzo hacia él y le quito la pequeña bolsa que sostiene en la mano cuyo valioso contenido pretendía arrebatarme sin ni siquiera esperar mi aprobación.

— Tranqui, tío.

— ¿No te vale con lo que te estás fumando? Todavía tienes una chusta por apurar —abro MI pequeña bolsa y cojo mi pipa del suelo, donde vierto un par de trozos de cristal.

Este no es el mismo que el que rulaba antes por las calles, pero mientras coloque, da igual.

— ¿Y qué más te da? Tienes como para tres veces más.

— Si quieres más, pídeselo a la zorra de tu novia. Aún sigo esperando el gramo que me debe.

Abro el plástico hermético y saco un par de cristales pequeños que pongo en mi pipa, guardando el resto para más tarde. La llevo a mis labios, notando cómo la boquilla comienza a estar más áspera del uso, incluso la hendidura de las paletas se ha hecho más notoria. Finalmente, saco el mechero de mi bolsillo, dispuesto a absorber todo el humo que me sea posible cuando la voz de Chucky me saca de mi ritual.

— ¿Por qué se mueve tu coche?

— ¿Eh?...

Desvío la mirada al frente y me veo obligado a cerrar uno de los ojos debido al sol, colocado estratégicamente para que me cueste todavía más reconocer el motivo por el que mi coche, y actual "casa", se ha tomado la libertad de circular sin mí.
Ladeo la cabeza y Chuck hace lo mismo, estudiando con segundos de retraso la situación; el chute de antes hace que mis conexiones nerviosas no procedan como deben.
La estampa tiene que ser bien bonita: los dos gilipollas mirando al punto rojo que cada vez se hace más pequeño, con los ojos entornados y la boca abierta. Patético.

Mi colega rompe el silencio.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora