Llegó a su 'casa' con el cuerpo a medio arrastrar. Sus pies están hinchados y las maletas completamente sucias por arrastrarlas, no le interesa. Está molesto y cansado.
Un anciano, sordo, le había hecho el favor de explicarle como llegar a la estúpida dirección de la estúpida casa. El anciano no oía nada, tuvo que gritar en varias ocasiones para ser escuchado.
No recordaba que el pueblo sea así. ¿Cuánto tiempo había pasado?
En fin, pudo reconocer la casa que tantos recuerdos de infancia le traía. Estaba casi igual, a excepción de la pintura, la recordaba con tonos más oscuros, pero ahora tiene unos otoñales que la hacían lucir muy bien. Al parecer la dueña de casa se había esmerado.
Quería tomar un respiro antes de tocar el timbre de la grácil casa. Se sentó en la acera, observo por un momento sus zapatos, pensó es todo el recorrido y lo traumante de estar corto en dinero. Abrió sus piernas y apoyó sus codos en las rótulas para que colgaran en el espacio entre sus piernas. Miró alrededor, las casas estaban intactas, no había ruido, se mantenía como antes.
Al voltear a la derecha, se puede ver a sí mismo corriendo con apuro, gritándole a su padre que apresurará el paso porque no quería perder el tiempo que podía invertir jugando. Su padre afable siempre accedería y hasta sería el que se ofrecería a llevarle a sus tardes de juego, la razón pues, ya la conoce y ahora sonríe ante el recuerdo.
Existen tipos de sonrisas
Las veces que ha correteado por el jardín que ahora enfrenta, son innumerables. Hay mucho por recordar, después de todo, después de irse a los siete años, no ha vuelto a pisar el lugar.
Cuenta hasta diez, se prepara, toma sus maletas y camina con dirección a la puerta. «Saluda, agradece y sonríe » se dice mentalmente. Muerde sus labios, no quiere morderse las uñas y que al hablar suerte un pellejito con saliva en la cara de otro. Aunque, sería muy gracioso si pasara... No estaría mal darle una probadita a la deliciosa uña... «¡Modales!» Ah, si, eso. Gracias conciencia.
Jala sus maletas con la poca fuerza que le queda. Las traslada de una en una y sin querer, en serio no tenía la intención, golpeó uno de los enanos de jardín de la casa. «Adiós Señor enano, no nos conocimos, pero ha sido un trauma verle morir»
Para el momento que se disponía a presionar la sensible hendidura, la puerta se abrió abruptamente. Trastabillo y abrió los ojos con impresión.
-¡Cuánto tiempo sin verte!- le abrazó como a un oso de felpa- Pero mira nada más, ¡Estás enorme!-« Tus mentiras duelen, pero las dejaré pasar por la ocasión» contestó mentalmente, pero en lo físico sólo se limitaba a sonreír.
-Pasa, pasa, ¿ha sido un viaje largo, verdad?
-Algo así, es sólo que no estoy acostumbrado.
-Pero no hace falta que te acostumbres, pasarás aquí mucho tiempo. Será genial.
-Gracias por la hospitalidad.
-Esta es tu casa.
-¿Y los demás?
-Tu padre salió con tu hermano a comprar el recado. Ya regresarán. Y dime, ¿cómo se siente regresar?-el otro pensó antes de contestar.
-No tengo demasiados recuerdos del lugar, la pregunta es cómo me dejaron venir.
-Sinceramente, yo también me pregunto eso.-bufó disimuladamente
-¿Cómo?
-Nada. ¿Deseas algo de beber?