Prólogo.

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Gritos. Gritos y más gritos se escuchaban en el interior de aquel hospital del centro de Seattle. Las enfermeras pasaban apresuradas hacia aquella sala, intentando colaborar con la mujer. Los gritos se volvieron más intensos y, de repente, todo se quedó en silencio.

-Ya está.- Susurró una enfermera, la cual parecía apunto de derramar las primeras lágrimas.- Es una niña preciosa.

El silencio tardó poco en romperse con los pequeños quejidos y sollozos del bebé recién nacido. Lágrimas de emoción, sonrisas intensas y felicitaciones inundaban el lugar.

-Mi amor, es una niña.- Le dijo el hombre a su mujer, quien yacía agotada en la camilla del paritorio. Un brillo especial recorrió los ojos de la madre al ver a su pequeña hija, la niña especial.

-Kira...-Musitó al fin.

Mud BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora