I.

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  El viento era lo suficientemente fuerte como para lograr revolver mi cabello con una perfección infinita. Me sentía como las modelos en las películas. Sabía que no lograba mirarme así. Extendí mi brazo hacia las afueras del sofisticado y aún moderno auto color plateado, y mis dedos ya comenzaban a tambalearse junto con la gracia del aire.


- Es gracioso como te permitió hacer eso.

Mi mirada se posó sobre sus ojos, y una gran sonrisa se formó en la comisura de sus labios.

- Sarcasmo, pequeña. Sólo sarcasmo - él susurró.

- No me sorprende.

Una ensordecedora risita se escapó de sus labios. Lo suficientemente fuerte como para acaparar mi atención. Al auto se frenó bruscamente frente a los colores del semáforo, ocasionando un repentino y brusco movimiento de mi cuerpo.

- Jamás debieron cederte esa licencia.

- Lo harías todo por conseguir una de éstas - él guiñó un ojo pésimamente.

- Sí, tienes razón. Quiero mi propia libertad.

- La tendrás, pero por ahora no, princesa - él posó sus manos encima del volante, de nuevo, y lo hizo girar con fuerza. Esa sonrisa aún permanecía en su rostro. El delicado y alegre rostro de mi acompañante.

Me crucé de brazos, aproximándolos hacia mi pecho, y cediendo ante sus palabras. Me recosté sobre el asiento, y cerré mis ojos por un par de segundos.

Lo único que mis oídos eran capaces de escuchar, era su pie al tambalearse con gracia sobre el suelo del auto. Sus tarareos de aquella tan pegajosa canción que me había acompañado todo el día, y sus ocasionales risas ensordecedoras.

- Vamos, pequeña. Sabes que no me gusta que estés molesta.

- No lo estoy - negué ocasionalmente con la cabeza, girándome hacia él con delicadeza.

Sin dejar de mirar hacia el frente, tomó mi mano por lo bajo, delineando con su dedo pulgar cada centímetro de ésta. Su dedo se enredó en la cadena que mi muñeca llevaba sobre ella.

Él tomó mi muñeca con delicadeza, y la elevó en lo alto.

- ¿Por qué la utilizas aún?

Me incliné de hombros mientras hacía una ocasional mueca.

El destellante corazón con diamantes en su punta iluminó mi vista una vez más. Su recuerdo aún permanecía junto a mí, casi podía percibir su sonrisa iluminando mis días.

- Pienso que es lindo que aún la utilices - él remarcó el pequeño dije con su dedo índice.

- Es una especie de amuleto de la suerte - susurré.

- ¿Funciona?

- Yo sé que lo hace.

- Entiendo lo especial que debe ser para ti - susurró.

Sacudió su cabello, ocasionando que éste lograra acomodarse a la perfección. Entrecerró sus ojos en una sonrisa, y posó mi mano sobre sus labios. Los plasmó contra ella con delicadeza, y sonrió de nuevo.

- Te quiero, hermanita.

- Te quiero, Jr.

Él sonrió orgulloso, mientras tan sólo dirigía su atención hasta la vista principal: la carretera. Clavé mi mirada hacia mi ventana, y recargué mi cansada cabeza sobre el asiento, una vez más.

Y el significado de aquel "simple dije" era aún más inmenso de lo que éste parecía. No podría mirarlo por unos segundos sin echarme a llorar antes. Era lo único que me mantenía de pie. Éste era el único recuerdo que mi corazón era capaz de susurrar.

- Él volverá - Jinyoung susurró.  

Solté un enorme suspiro, basándome en mis gustos y esperanzas, esto era lo único que me mantenía viva.

- Lo esperaré hasta el final.

- Sé que lo harás.

- ¿A qué te refieres?

- Sabes a lo que me refiero.

- No quiero ir a donde los chicos -me negué. Crucé mis brazos frente a mi pecho, y tan sólo eché mi cabeza hacia atrás.

-¿Por qué no? - él soltó una notoria carcajada detrás de su sonrisa. Giró el auto hacia la calle principal, y condujo por unos cuantos metros más.

- No lo sé. No estoy de humor.

- ¿Mamá te ha dado otra de esas pláticas?

- Pláticas, pláticas.

- Incómodas pláticas.

- Tu trabajo como hermano mayor es librarme de ellas.

- Así como lo es el protegerte - rió.

- Tú lo has dicho.

Él soltó una adorable y tierna risita. De esas que te comprenden, apoyan, y te demuestran que esa persona está allí para ti en cada momento.

Estacionó el auto justo a la orilla de tan peculiar casa. La casa donde prácticamente había crecido.

- ¿Qué hacemos aquí?

- Solo unos minutos. ¿No quieres ver a los chicos?

- Sí, pero...de acuerdo.

Una cegadora luz proveniente del interior de ésta se hizo paso a nuestro camino, iluminando cada parte de nuestros rostros, ocasionando que mis ojos se entrecerraran al mirar.

- ¡Jackson! ¡La lámpara!

El chico con cabello rojizo corrió despavorido hacia las afueras de su hogar. Una lámpara de baterías era sostenida en sus manos con fuerza.

Yugyeom colocó ambas manos en la ventana de Jr, apoyándose sobre el auto con delicadeza, y guiñando un ojo hacia mí.

-Hey, ¿todo bien? - Jr preguntó con gran confusión.

- Las luces van y vuelven...nada preocupante.

- Tú eres preocupante - reí.

- Lo sé, linda.

Él se giró hacia casa, donde con una ensordecedora carcajada logró iluminar mi rostro con una sonrisa.

- ¡Regresó! ¡La luz regresó! - Youngjae comenzó a agitar sus brazos desde la puerta principal, ocasionando una multitud de risas de nuestra parte.

- ¿Qué sucede? - Yugyeom preguntó desde su posición. Indicó con sus ojos hacia mi posición, y Jinyoung se inclinó de hombros.

- Cosas de chicas.

- Me confunden esas cosas de chicas. ¡Quiero saber! - comenzó a dar ligeros saltos sobre su posición, siendo lo suficientemente adorable como para provocar una sonrisa en mi rostro.

- No sucede nada, Yuegyeom. Enserio que no.

- ¿Me crees tonto?

Jr estalló en risas ante su pregunta.

- Jamás.

- Yo sé que algo anda mal.

- ¿Intentas reemplazar el lugar de hermano consejero? - Jinyoung golpeó su hombro con delicadeza.

- Es mi mejor amiga, tonto.

- Y estoy bien - yo sonreí.

- No lo estás.

- Sí.

- No, no lo estás.

- Sí, sí lo estoy.

- Que no.

- Sí.

- No.

- Sí.

- No.

- No, no lo estoy. Estoy mal.

- ¿Jaebum?

- Sí.  

Breathe.  i.jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora