Introducción

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  • Dedicado a Caro Ibarra Lloret
                                    

  “Me verás donde quieras: en el incierto anochecer, en la alborada rubia, y cuando hagas labor en el desierto corredor, mientras tiemblan en tu huerto los monótonos hilos de la lluvia.”    

             “Y habrás de recordar. Esa es la herencia que te da mi dolor, que nada ensalma. Seré cumbre de luz en tu existencia, un reproche inefable en tu conciencia y la condena inmortal de tu alma.”    

             “No puedes olvidarme, te condeno a un recuerdo tenaz.”

En un futuro incierto y lejano, uno extraño donde las criaturas que siempre habían vivido en las sombras resurgieron de sus cenizas para hacerse los dueños del mundo. Una raza superior que ahora demuestra todo su poder.
Humanos que ni siquiera saben donde viven.
Humanos que creen que el planeta tierra ha evolucionado a un nuevo mundo, más limpio y básico después de que llegara a su fin por el consumo total de recursos naturales.
Humanos estúpidos dirían ellos.
Humanos que no tienen ni idea para qué están en ese nuevo mundo. Ellos son el alimento de esa nueva raza gobernante, viven en las denominadas Granjas, que pertenecen al líder máximo de ese nuevo sistema de gobierno.
El contacto entre humanos y vampiros es nulo, salvo cuando son seleccionados para cumplir su cometido, abastecer de sangre fresca a las comunidades. Pero viven con el total desconocimiento del fin de su existencia, creen muchos que cuando son sacados de las pequeñas aldeas, creadas en extensos campos de tierra para cultivar, donde ellos pueden abastecerse de cualquier cosa que necesiten, es para llevarlos a la Gran Ciudad, donde serán colocados en un nuevo e importante trabajo, una mejor vida.
Es todo lo que Segod ha conseguido, hacer creer a generaciones de que ellos siguen sin existir, y esa es su mayor ventaja.

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