Prefacio.

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CENIZAS DEL PASADO. 

Ella lloraba simpre a solas en su habitación, parecía que las paredes la entendían muy bien,  con ellas mantenía sus mejores días, las peores noches,  los sueños, ilusiones y tristezas. Había  días  que dormía y noches en las cuales lloraba.
Su vida parecía no tener sentido, solo salía para dar a conocer a sus amigos que aún tenía  vida. Aunque por dentro ya no la tuviera, al parecer ya no tenía nada que perder; era ella y su soledad. Tal vez el tiempo le haría cambiar de opinión,  tal vez la vida le tenía algo mejor,  quizás era lo mejor dejar de creer. Muchas (tantas, demasiadas)  veces rezaba para poder encontrar el camino indicado que la llevará a ser diferente,  que le ayudará a comprender lo que estaba pasando.
"Nunca se aprende" solo las personas cambian y el tiempo se olvida de todo. Palabras vacías en un mundo en el que ya hay poca gente sincera. 
Él siempre se sentaba en aquella banqueta a recordar todo lo que había ocurrido,  días lloraba en su habitación y mismos días se la pasaba de mal humor.  Por las noches se recostaba en su cama a pensar en todo aquello que pasó,  en todo aquello qu no le dio,  en todas las veces que pidió perdón,  la veces que la dejo y en la veces que la abandonó a su suerte hasta que ella se canso.
Todos los días pasaban como si nada,  él pensaba que ella lo entendería,  las cosas entre ambos estaban quebradas, sería un matrimonio que para el "mundo" jamás tendría un futuro. 
Él la amaba demasiado, la quería como nunca a nadie había querido,  la amaba de una manera que a la nadie había amado y la perdió como si fuera cualquier cosa. Y su mejor amigo la encontró para toda la vida.

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