LOS JUEGOS DE HAYMITCH- Historia

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Sacado del libro En Llamas. Desde la perspectiva de Katniss Everdeen.

Des­pu­és del him­no, mu­es­t­ran al Pre­si­den­te Snow sa­can­do el sob­re del Se­gun­do Vasallaje. Pa­re­ce más joven pe­ro igu­al de re­pe­len­te. Lee el cu­ad­ra­do de pa­pel en la mis­ma voz one­ro­sa que usó pa­ra el nu­es­t­ro, in­for­man­do a Pa­nem de que en ho­nor del Vasallaje, hab­rá dos ve­ces más tri­bu­tos. Los edi­to­res cor­tan di­rec­ta­men­te a las co­sec­has, don­de se lla­ma nom­b­re tras nom­b­re tras nom­b­re.

Para cu­an­do lle­ga­mos al Dis­t­ri­to 12, es­toy com­p­le­ta­men­te su­pe­ra­da por el in­c­re­íb­le nú­me­ro de chi­cos yen­do a una mu­er­te se­gu­ra. Hay una mu­j­er, no Ef­fie, le­yen­do los nom­b­res en el 12, pe­ro to­da­vía em­pi­eza con el "¡Da­mas pri­me­ro!" Lee el nom­b­re de una chi­ca de la Ve­ta, lo pu­edes ver por su apa­ri­en­cia, y des­pu­és oigo el nom­b­re "May­si­lee Don­ner". ---¡Oh!--- Di­go. Esa era ami­ga de mi mad­re. La cá­ma­ra la en­cu­en­t­ra en­t­re la mul­ti­tud, afer­rán­do­se a ot­ras dos chi­cas. To­das ru­bi­as. To­das de­fi­ni­ti­va­men­te hi­j­as de co­mer­ci­an­tes.

---Creo que esa es tu mad­re ab­ra­zán­do­la--- . Di­ce Pe­eta en voz ba­ja. Y ti­ene ra­zón. Mi­en­t­ras May­si­lee se des­p­ren­de va­li­en­te­men­te de las ot­ras y se di­ri­ge al tab­la­do, al­can­zo a ver fu­gaz­men­te a mi mad­re a mi edad, y na­die ha exa­ge­ra­do su bel­le­za. Sos­te­ni­en­do su ma­no y llo­ran­do es­tá ot­ra chi­ca que es pa­re­ci­dí­si­ma a May­si­lee. Pe­ro tam­bi­én a al­gu­i­en más a qu­i­en yo co­noz­co.

---Madge--- . Di­go.

---Esa es su mad­re. El­la y May­si­lee eran ge­me­las o al­go--- . Di­ce Pe­eta. ---Mi pad­re lo men­ci­onó una vez--- .

El nom­b­re de Hay­mitch es lla­ma­do el úl­ti­mo de to­dos. Es más un shock ver­lo a él que a mi mad­re. Joven. Fu­er­te. Es du­ro ad­mi­tir­lo, pe­ro era un bu­en mo­zo. Su pe­lo os­cu­ro y ri­za­do, esos oj­os gri­ses de la ve­ta bril­lan­tes e, in­c­lu­so, pe­lig­ro­sos.

---Oh. Pe­eta, no cre­es que él ma­tó a May­si­lee, ¿ver­dad?--- Su­el­to de re­pen­te. No sé por qué, pe­ro no pu­edo so­por­tar la idea. ---¿Con cu­aren­ta y oc­ho juga­do­res? Di­ría que las pro­ba­bi­li­da­des es­tán en con­t­ra---. Di­ce Pe­eta--- .

Pasan rá­pi­da­men­te los pa­se­os en car­ru­a­j­e­en los cu­ales los chi­cos del Dis­t­ri­to 12 es­tán ves­ti­dos en hor­rib­les ves­ti­dos de mi­ne­roy las en­t­re­vis­tas. Hay po­co ti­em­po pa­ra en­fo­car­se en na­die. Pe­ro ya que Hay­mitch va a ser el ven­ce­dor, ve­mos un in­ter­cam­bio com­p­le­to en­t­re él y Ca­esar Flic­ker­man, a qu­i­en se ve exac­ta­men­te igu­al que si­em­p­re en su cen­tel­le­an­te tra­je azul me­di­anoc­he. Só­lo su pe­lo, pár­pa­dos y la­bi­os ver­de os­cu­ro son di­fe­ren­tes.

《---Así que, Ha­yimtch, ¿qué opi­nas de que los Ju­egos ten­gan un ci­en­to por ci­en­to más de com­pe­ti­do­res de lo ha­bi­tu­al?---》 Pre­gun­ta Ca­esar.

Haymitch se en­co­ge de hom­b­ros.

《--- No veo que eso su­pon­ga muc­ha di­fe­ren­cia. Aún se­rán un ci­en­to por ci­en­to igu­al de es­tú­pi­dos que si­em­p­re, así que su­pon­go que mis pro­ba­bi­li­da­des se­rán en lo fun­da­men­tal las mis­mas---》.

La audi­en­cia rom­pe en car­ca­j­adas y Hay­mitch les of­re­ce una me­dia son­ri­sa. Áci­da.

Arrogante. In­di­fe­ren­te.

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