Capítulo 3

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Zoe rompe mis pensamientos con:

- ¿Y bien?

Uhm, ¿qué?

La confusión se asienta sobre mis características y contesto:

- ¿Ah? ¿Qué?

- ¿Tuviste un buen viaje? - Zoe sonríe - Estabas a kilómetros de distancia, nena.

Ups.

Me estremezco y digo:

- Lo siento. ¿Que estabas diciéndome?

Sus ojos azules parpadean hacía mi y escupe;

- ¡Te dije que el hombre con buen culo esta allí afuera de nuevo!

Quiero acariciar su largo y sedoso cabello rubio pero esto es una zona de no-pasar con Zoe.

Soy muy cariñosa, ok?

Una ves abracé a Zoe y eso fue suficiente como para darme cuenta que esto es un no-pasar ya que cuando nos separamos de dicho abrazo, ella me miró como que si yo hubiera atropellado a su gato.

Guardo todo mi afecto laboral para Layla, que es un poco más joven que yo y proviene de una familia muy cariñosa. Ella me corresponde.

Suspiro, cuando contesto:

- Si. Lo he visto, Zoe. Se ve bastante bien hoy. El negro se ve bien en él.

Sus ojos se abren y ella casi grita:

- ¿Eso es todo lo que tienes que decir? - Entrecierra sus ojos hacía mi - Has estado observándolo durante dos semanas, Em. Consiguete unas pelotas y ve por ese tio.

Uhm, no.

Yo no tengo relaciones.

Tengo veinte y siete años y sólo he tenido una relación. Fue super genial al principio. Y totalmente una mierda al final. Nunca más.

He salido con hombres desde que mi relación terminó, nada serio. Pero ninguno de ellos lograron romper el muro que he construido a mi alrededor.

Yo lo llamo protegerme.

Funciona y yo estoy apegada a él, es un poco solitario, pero al menos tengo a mis amigos.

Bajo los ojos, organizo otra chaqueta y susurro:

- Sabes que no puedo hacer eso, cariño. Creo que ha entrado una nueva caja de camisas de encaje. ¿Puedes por favor colocarlas en el estante?

Su cara muestra frustración, murmura:

- Bonita manera de cambiar de tema, señora de las jefas.

La veo entrar en el almacén.

En el mostrador al lado del registro hay dos bolsas de celofán transparente con dulces envueltos. Son de frambuesa, mis favoritos en todos los tiempos.

No tengo que hablar con el para ser amable. El no sabrá nunca de done vinieron.

Dejo a un lado los dulces y tomo un trozo de papel que hay junto al registro, escribo tres pequeñas palabras.

Doblo mi nota, le hago un agujero, y la ato alrededor del caramelo rojo con la cinta de papel de regalo.

Miro la hora.

Otro rato más y él estará de vuelta para otro cigarrillo.

***

Entro en el almacén y le digo a Zoe que necesito un descanso. Ella sale y se ocupa del hombre del mostrador por mí. Salgo de la tienda, giro a la izquierda hacía la cafetería de al lado.

Conozco a cada una de las personas que trabajan en la cafetería Coffe latte, y mis trabajadoras y yo somos muy conocidas, también.

Venimos aquí tres veces al día para conseguir nuestra ración de café y créeme cuando te digo que los cafés son d e l i c i o s o s.

No es una gran cafetería. De hecho, solo hay una sala con cinco asientos por que es lo unico que puede caber en la tienda. Es una cuarta parte de Wilco y estoy súper segura que en algún momento nuestras tiendas eran una.

Voy al encuentro de Max detrás del mostrador.
Perfecto. Solo tengo que ver.

Me acerco a él y le sonrió, me devuelve el gesto con coquetería.

Max tiene diecisiete años; trabajaba tiempo parcial en Shana y va a la universidad. El es lindo. Por lo menos, creo que lo es debajo de todo ese cabello oscuro.

Su cabello es largo y lo lleva peinado hacia delante sobre un ojo. El ojo que puedo ver es de un color marrón cálido.

El sonríe y dice:

- Emma, nena. ¿Que puedo servirte?

Siempre encantador, respondo:

- En realidad, Max, necesito un favor.

Su rostro muestra una sorpresa inocultable.
Se forma una pequeña sonrisa en sus labios y dice en voz ronca:

- ¡Claro! Lo que necesites.. - Se lame los labios en invitación.

Me río, pongo una mano en mi cadera y digo:

- ¡Oh, no ese tipo de favor! Max, soy lo suficientemente mayor como para ser tu hermana.

- Mi hermana no es un bombón.

No puedo dejar de reír. Nosotros bromeamos así todo el tiempo. Es inofensivo y Max es un amor.

- ¿Puedes ayudarme o no? - Le digo en fingida severidad con las manos en las caderas.

Su sonrisa encantadora aparece de nuevo, y responde:

- Cualquier cosa por ti, nena.

Le explico lo que necesita hacer y me mira como que si hubiera perdido la cabeza. Después de aclararlo con el, y un descuidado beso en su mejilla, el finalmente accede.









Emma Wood Donde viven las historias. Descúbrelo ahora