La luchadora

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Anna sentía que alguien le mordisqueaba el lóbulo de la oreja. Era un placer despertar así cada día.

- Mmm... -ronroneó.

- Despiértate, princesa...

- No quiero. –y se tapó hasta las orejas. A pesar de que era verano Anna se tapaba. Eso le daba curiosidad a su novio.

- ¿Sabes que estamos en verano, no? –preguntó alzando una ceja.

- Sip. –dijo con tono infantil.

- ¿y por qué te tapas hasta las uñas, entonces?

- Porque siento que la sábana me protege. –dijo con el mismo tono. Eso le daba mucha ternura a su novio. Sentía ganas de abrazarla y besarla hasta el cansancio.

- Para eso estoy yo. –dijo abrazándola por la espalda. Ella se acurrucó más contra él, y estuvieron así por minutos. Hasta que ella divisó el reloj.

- ¡Dios! ¡Ya son las siete y media! –intentó levantarse pero él no la dejó.

- ¿Y? –preguntó él todavía abrazado a su cintura mientras ella luchaba por zafarse.

- ¡Tengo que abrir el pub, Julián!

- Uy, cierto que tenemos que subsistir. –dijo él soltándola, por fin. Ella lo miró con cara de <¿Y tú qué crees?>

- Y tú eres mi empleado, así que mejor te vas preparando o te voy a dar chas chas en la colita. –Dijo ella levantándose, dándole una palmada en el trasero en el camino hacia la puerta.

- ¡Ey! ¿No tenía que portarme mal primero? –ella dio la vuelta justo cuando llegó al marco de la puerta y lo miró con picardía.

- Son las ventajas de ser tu novia, Julián. –y salió de la habitación, no sin antes admirar los ojos azules brillantes y la gran sonrisa que se dibujaba en el rostro de su novio.

Anna se cambió y desayunó a toda velocidad para llegar a abrir el negocio que su padre le había dejado.

El O'Callaghan's Irish Pub es, como su nombre bien lo dice, un pub irlandés que había sido del padre de Anna; Noel O'Callaghan.

Esta lo heredó luego de que su padre muera "trágicamente" en un accidente el día de la inauguración del establecimiento, luego de que una camioneta lo chocara desde atrás mientras él iba en su bicicleta. El conductor de la camioneta huyó y nunca se supo de él. Es por esto que Anna no le encuentra ningún sentido a la palabra <justicia>.

Fue muy difícil para Anna remontar el lugar, ya que este nunca abrió por el fallecimiento de su padre. Su madre no tuvo el valor para ponerlo en funcionamiento, y hasta quiso venderlo. Y lo hizo. Anna le prometió que se encargaría del lugar cuando cumpliera la mayoría de edad para que no lo hiciera, pero de todas formas lo vendió. Y fue en ese momento que Julián Macri apareció como un ángel guardián.

Ella tenía once años y él doce cuando se conocieron. Era el primer año de la secundaria y él era el chico nuevo que venía de Mendoza capital. Anna estaba muy triste porque su mamá y el marido que tenía en ese entonces, más conocido como "El Chileno", estaban negociando un precio para vender el local que su papá le había dejado con un hombre que venía del interior del país. Su madre sabía que su padre le había dejado todo a su hija, pero como esta era menor y no podía manejar las cosas aún, decidió vender todo lo que le recordara a su amado y difunto marido. No estaba tomando en cuenta la voluntad de éste, ni tampoco la de su hija. Anna se sentía derrotada y, en el colegio, su perfecto promedio de nueve, había bajado a siete, en sólo un mes. En el recreo se quedaba parada en la esquina del patio más alejada, mirando como sus compañeros, que tenían un padre y, seguramente, una madre comprensiva, corrían de acá para allá, felices de la vida.

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