III

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Iba por la calle montado en mi bicicleta, pensamientos iban y venían, no me percaté que a unas dos cuadras de distancia había un pequeño posta, y choqué. Sentí un golpe en mi cabeza y de repente perdí el conocimiento. Desperté en un hospital, me dolía todo el cuerpo, miré hacia un costado y allí estaba mi padre, recostado en un pequeño sofá.  Preferí dejarlo descansar y me quedé viéndolo por un buen rato,  ese hombre que nos amaba infinitamente a mi madre y a mí, aquel que a pesar de las circunstancias seguía luchando por darme una buena vida, y que tal vez yo no lo sabía aprovechar y no agradecía por nada. Pero a pesar de todo seguía junto a mi.
Ese momento de reflexión me hizo sentir un poco devastado, claro, sin tener en cuenta mi accidente,  ahora estaba completamente mal.

Mi padre despertó, y me saludó con una gran sonrisa, y noté su preocupación.
~ Mi pequeño, ¿qué te está pasando? 
No sabía que responder ante tal pregunta, ni yo mismo lo sabía, ni yo sabía que estaba pasando últimamente. Y mi respuesta fue el silencio.

Estuve una semana en ese tortuoso hospital, era como un pequeño triunfo para mí salir de allí,  aunque aún me dolía una pierna y tenía que hacer terapia mientras sanaba totalmente, pero eso era lo de menos.

Camino a casa, miré el parque por la ventana del auto, había algo raro ese día, no estaba aquella chica, solía ir todos los fines de semana, ¿le sucedería algo? Ojalá no hubiera sido algo parecido a lo que me pasó a mí. Porque vaya suerte.

Llegamos a casa, mi padre me ayudó a subir a mi habitación. Y dormí hasta el otro día. Fue un descanso tan merecido.
En el tiempo que estuve en casa escribí cada uno de los sucesos en mi diario, hacía una semana que no había podido hacerlo, lo bueno era que recordaba absolutamente todo.

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