Capítulo 7: La gema y el asesino

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Un sueño intranquilo lo hacía gemir y retorcerse. Despertó de golpe, pero sus ojos pesaban demasiado y se negaban a abrirse. Movió un poco la cabeza descubriendo que se encontraba incluso cómodo y trató de despertar del todo, sintiendo que conocía ese lugar.

Claro que lo conoces, se dijo. Estuviste aquí hace... ¿cuánto? ¿Dos o tres días? ¿Más? ¿Menos?

Estaba en la habitación de Alexander, y era todo lo que sabía. No tenía idea de cuánto llevaba ahí, ni de cómo había llegado.

Parpadeó un par de veces dejando que sus ojos se acostumbraran a la luz que se colaba por la ventana del cuarto, descubriendo que no se encontraba solo.

—Estás despierto —celebró Lilineth en voz baja, cubriendo todo su campo de visión con su enredado cabello rojo—. Creí que había equivocado las fórmulas y había conseguido que durmieras por tres días, qué bien que no ha sido así.

»¿Cómo te sientes? —añadió con voz más tímida al reparar en todo lo que había dicho.

—Como si hubiera dormido por tres días —respondió sin poder evitar imprimir un poco de humor en su voz y sonriendo de lado débilmente—. Creo... que fue por las fórmulas —comentó, intentando terminar de despertar—. Jamás las había tomado antes... y fueron... bastantes en apenas tres días. Eso y el uso excesivo de la magia —añadió cerrando los ojos un momento. Lilineth temía que hubiese vuelto a dormirse cuando el muchacho habló de nuevo—: Dante tiene una puntería excelente.

—Es probable —concedió la chica sentándose con delicadeza en la orilla de la cama, como si temiera lastimarlo—. La primera vez que yo tomé una creo que dormí unas veinte horas, así que es normal; lo importante es que has despertado.

»¿Seguro que estás bien? —insistió mirándolo aún con preocupación—. Sé que Dan nunca se contiene y fue una fea herida...

Mirsha sonrió un poco, abriendo los ojos despacio.

—Estoy bien. Ya lo dije: ese duende tiene una puntería excelente.

»Yo le pedí que lo hiciera, Lili —aclaró—. Thyrus me tenía sujeto frente a sí, haciendo imposible que Alexander o Dante hicieran algo —relató—. Le señalé un lugar donde la herida no fuese... mortal —confesó—, y cuando Dante arrojó el cuchillo fue el engaño perfecto. Thyrus me dejó de lado al darse cuenta de que al parecer no les importaba que saliera herido, y así pudieron luchar con él.

Lilineth asintió luciendo pensativa.

—No sirvió de demasiado. Al final tuvimos que huir de allí —respondió la chica—. Pero eso ya te lo contarán al rato, lo importante es que descanses... no me pareció que lo estuvieras haciendo demasiado bien antes —admitió en voz baja

—¿Ah, no? —dudó, pero sospechaba la razón de aquellas palabras—. Creo que dormí más de lo que he dormido en los últimos días juntos.

—Puede ser pero, un sueño, si no es tranquilo, no será reparador. Realmente necesitas seguir descansando... yo... estaba preocupada —reconoció—. No sabía qué hacer para despertarte gracias a las fórmulas y... nos ayudaste tanto antes... —negó con la cabeza sin saber cómo continuar.

Mirsha apretó los labios.

—Tenía pesadillas, ¿eh? En realidad no las recuerdo. Al menos no las que tuve en este rato que pasé dormido —reconoció—. Y... no los ayudé. Sólo les he dado problemas. No sé cómo demonios se me ocurrió que era buena idea hacer... eso.

—Nosotros siempre estamos en problemas —dijo la chica quitándole importancia—. Que los resolvamos así de rápido ha sido gracias a ti... bueno, no resolverlos, pero al menos seguir con vida, que es lo que importa.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora