El árbol

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-Soy un árbol- dijo- pudes venir a mi a recostarte las veces que quieras.

La triste y solitaria chica, algo extrañada, miro hacia todos lados en su habitación sin saber exactamente que hacer. Los cortes en los brazos le habían hecho perder mucha sangre, pero aún estaba segura de estar consciente y por lo tanto, la extraña voz que le hablaba la estaba aterrando. No, no era su imaginación, y no estaba tan demente como para alucinar. Sin duda alguna, la voz era real y casi conocida.

En un atisbo de valentía, la niña, ya adolescente, pregunto la obvia pregunta

-¿Quién eres?

Nadie contestó. La chica se seguía sintiendo sola, puesto a que la voz se había vuelto su amigo en ese instante, deseaba con todas las fuerzas que volviera  a hablar, pero el silencio y la ausencia solo lograban que la chica una  vez más se deprimiera. Comenzó a enojarse con la voz. Comenzó a gritarle, diciéndole que todo era una mentira, que jamás nadie había estado para ella y que jamás estaría feliz. Se enojó con la voz al punto que escupió sobre ella y se cagó en todo lo que había dicho. Día y noche la maldijo. Día y noche, mandó a todos a la mierda.

-Aún no apareces- susurró un día entre las sabanas de su cama- Mentirosa. Te odio. Adiós.

Por otro lado, a miles de kilómetros en la distancia, unos meses atrás, había alguien desangrado y sufriendo. 

"Soy un árbol" susurraba una y otra vez al vacío. Pero no escuchaba a nadie. Se arrastraba por el suelo, dejando una estela de sangre podrida y amarillenta a su lado, pero aún así, nadie prestaba atención. A lo lejos vio una luz incandescente. Con sus manos llenas de costra, podredumbre y algo necroticas, se arrastro con dolor entre el duro y áspero suelo, de tal forma que cada vez que se arrastraba, la fricción combinada con el frío, desollaba sus manos y rompía sus uñas. Aún asi, seguía la única luz que veía. Tardó años en llegar, años que en realidad habían sido días, pero cuando llegó, asomó la cabeza. Allí había alguien a pesar de que estaba todo oscuro. Tomó aire, todo el que le quedaba y susurró:

  -Soy un árbol- dijo- pudes venir a mi a recostarte las veces que quieras. 

Luego de eso, el portal se cerró con un frío "Adiós" y el sufriente arrancó su corazón, lo masticó y lo escupió, sabiendo que aún le quedaba mucho sufrimiento antes de que ese portal se abriera de nuevo. De todos modos, agradeció a la chica que cerró sin entender, por al menos darle una cosa: esperanza.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2018 ⏰

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