Que bien se siente la hierba sobre los pies, se siente uno libre, cómodo, el fresco rocío entre los dedos, las suaves cosquillas de las hojas. Uno puede sentirse contento, liberado de todo y correr sin que nadie ni nada te detenga y luego caer al piso cansado y reír de nada, porque si, sin razón.
Pero el césped que estaba pisando no era normal, era mas verde q cualquier otro y tan regular que parecía cortado con una extrema precisión de regla, cada hoja era exactamente igual a la otra, se podrían contar las nervaduras o irregularidades de cada una y coincidirían exactamente. También era extraña la extensión infinita de aquel campo hacia cada punto cardinal, sin siquiera una irregularidad de terreno o señal de algún tipo de vida, ni árboles ni plantas, ni personas. Era un bello lugar, tranquilo, sin molestos insectos ni ruidosos animales. Todo parecía perfecto, había allí completa claridad, aunque no se viera el sol o fuente de luz alguna, y una suave brisa corría desde algún punto imposible de definir porque todo aquello era tan perfecto y tan simétricamente igual que no había forma de distinguir el norte del sur, ni el este del oeste.
Pero a pesar de la peculiaridad de todo la niña no daba cuenta aun de esto y se paseaba mirando toda la inmensidad intranquila, aunque por otras razones.
Había soñado con parques y plazas, con globos y payasos, niños corriendo felices, había soñado con luces y fuegos artificiales, juegos y bailes. Todo esto era normal, monótono y hasta a veces aburrido. Se repetía este mismo sueño desde que había despertado por primera ves allí en ese verde e interminable paraíso. Lo extraño era que había un hombre y una mujer, los dos la miraban con ternura y le acariciaban los cabellos, ambos la tranquilizaban y le decían que todo iba a estar bien, y ella no podía recordar quiénes eran ni por qué hablaban así. Ambos cantaban una canción: "Bellas nubes, bello sol, duerme ya niña de mi corazón, que muy pronto estrellas veras, diamantes de la luna son".
Se sentó a pensar y su cabeza daba vueltas, había algo que no la dejaba tranquila. Por primera ves se preguntaba dónde estaba, que hacía allí, quién era y tuvo miedo, se sintió sola, abandonada en aquella inmensidad, y por primera ves lloró.
-Todo estará bien, no te preocupes- sus ojos se desviaron hacía un muchacho de blanco que le apoyaba cariñosamente una mano sobre el hombro consolándola, lo cual era raro ya que jamás había visto a nadie antes allí -tu crees?-dijo mientras el le limpiaba los ojos dulcemente,-ven conmigo, no temas-.
Caminaron y charlaron de cosas diversas, de las nubes, de la lluvia y los viajes en tren, hasta que empezó a sentirse mejor, se rieron, cantaron y jugaron. Se sintió aliviada y sin pensarlo ya estaba olvidando todo lo que la había angustiado. Cuando oscureció, él la beso y prometió volver. Ella se acostó en el suelo y él le canto:"Bellas nubes, bello sol...". Sorprendida se incorporó pero había desaparecido.
Despertó agitada y temblado, ya no era la misma pequeña e indefensa niña desde hacía un largo tiempo, no había mas hierba ni campo infinito, mas que una habitación sucia y antigua.
Una luz tenue de mañana se filtró por el agujero de una ventana, sus ojos se perdieron en la pared donde el retrato debía estar, ahora en el suelo roto. Llorando ahogó un grito de dolor.
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Vidrios Rotos
Short Storyel sueño del viento de volar lejos, elevarse a lo mas alto y rozar la punta del risco, de la montaña fria, helada, distante