Capítulo 24

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Estábamos en la cama acostados mirándonos a los ojos, sonriendo, sintiendo una inmensa felicidad que corría por nuestro cuerpos allí desnudos sin nada con lo que ocultarnos. Yo estaba jugando con su pelo mientras él recorría mi cuerpo con sus dedos haciéndome sentir escalofríos al roce de sus dedos sobre mi piel. ¿Podía ser más perfecto?. Estar allí con él significaba el mas inmenso paraíso hecho a mi medida. 

Yo: Álvaro ha sido tan genial. 

Álvaro: Todo es perfecto. 

Yo: Esto ha significado tanto para mí. 

Empecé a llorar, él intentó consolarme. 

Álvaro: Ey... ¿Por qué estás llorando?

Yo: No importa. 

Álvaro: Si que importa, acabamos de pasar por el mayor momento que se puede tener en pareja y tú estás llorando. ¿Qué es lo que he hecho mal?, ¿Ha sido demasiado pronto?, ¿Qué te ocurre? 

Yo: No has hecho nada mal, en cambio, ha sido lo mejor de mi vida, estas lágrimas no significan nada más que alegría y felicidad. 

Álvaro: ¿Segura?, ¿Es algo que he hecho yo?

Yo: No tranquilo. 

Me abrazó y yo me acurruque entre sus brazos y entramos en un sueño, que seguro, no iba a dejar atrás aquellos momentos de pasión y deseo. 

Desperté por la mañana, seguíamos abrazados y yo dentro de sus brazos, me deshice de sus brazos y me tumbé frente a él admirando su cuerpo, su cara, su pelo, aquellos labios... No quería despertarle, estaba realmente guapo. 

Empezó a revolverse entre las sabanas y se despertó, siempre con su sonrisa característica. 

Álvaro: Buenos días. 

Yo: Buenos días por la mañana... Jajajajaja!

Álvaro: ¿Cómo estás? Guapa salta a la vista, pero por lo de anoche...

Yo: Estoy bien, no te preocupes... Y dices que estoy guapa, entonces es que no te has visto en un espejo. Me encantas. 

Álvaro: Anda, anda, si tengo que tener una cara de mil demonios, al lado tuya ni a ras de suelo. 

Yo: Estás guapísimo y no acepto otra cosa. 

Álvaro: Jummm... Podemos discutir eso. 

Se abalanzó sobre mí y empezó a darme besos, yo no paraba de reírme, me estaba haciendo cosquillas con esos besos. Entonces empecé a devolverle los besos y entramos en un juego que nos llevaría a recordar esos momentos vividos la anterior noche, volvimos ha hacerlo, pero esta vez ya no estábamos nerviosos, ni tampoco se encontraba miedo en nuestros movimientos.

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