Prólogo.

2.2K 193 64
                                    


15 de agosto, 1996

Desde el lugar en el que se encontraba, podía observar claramente el correr del agua del río Támesis. Congelante, seguramente. Sobre él, el magnánimo Puente de Londres se erguía en todo su esplendor, permitiendo el tránsito de cientos de automóviles.

Ése puente había sufrido muchos cambios a través de los dos mil años que llevaba de existencia, y de los cuales, él era testigo de cada uno de ellos; ya que siempre sintió una peculiar atracción por la capital británica.

Sobre todo por las mujeres británicas.

Después de sus andares por el mundo, jamás encontró mujer alguna como las elegantes inglesas, de pieles blancas y ojos llamativos, de andares gráciles y fluidos, y sobre todo, de apetecibles cuellos por los que atravesaban sus venas favoritas.

A sus largas temporadas en algún lugar de Reino Unido, se debía su marcado acento británico.

Estuvo a punto de irse del sitio en busca de un buen alimento, sin embargo, sintió algo ligero chocar contra la punta de sus lustrados zapatos.

Se agachó y lo recogió, dándose cuenta que era un trozo de pergamino en el cual, con una perfecta caligrafía lograba leerse:

Comprar un nuevo tintero.
Pasar por la túnica a Madame Malkin's.
Adquirir un caldero.
Estudiar para los TIMO's...

—¿Disculpa?

Una voz femenina interrumpió su lectura.

—Creo que tienes algo que me pertenece —señaló la chica de castaño cabello rizado y ojos avellana. Se mordía el labio, nerviosa, mirando el pergamino que el ojiverde sostenía en sus manos.

—¿Es tu lista de compra para la escuela? ¿A qué clase colegio asistes, niña? —preguntó burlón, aunque en el fondo sospechara la realidad de todo eso.

La chica tenía las mejillas sonrojadas de manera natural a causa del frío, no obstante, ahora estaban enrojecidas del enojo.

—Primero: No te interesa. Y segundo: No soy una niña —espetó, guardando el libro que sostenía en su mano en la bolsita que colgaba de su hombro—. La necesito de vuelta.

Sus brazos cruzados, y el gorrito de punto color beige que le brindaba calor,  sumado al gesto de enojo que tenía en su rostro, lo hacía dudar seriamente de su madurez.

—Por supuesto que me interesa, niña. Me has dejado bastante intrigado —echó una mirada al pergamino, y arrugó los labios mientras sus ojos adquirían un brillo divertido—. ¿Eres bruja, o algo por el estilo?

Y aunque el desconocido parecía bromear, no pudo evitar ponerse aún más nerviosa.

—¿De verdad crees en la magia? —preguntó sarcástica.

El joven la observó escrutadoramente, estudiando cada uno de sus gestos y reacciones.

—Por supuesto que sí. Es un don por demás increíble y asombroso, que desgraciadamente, no todos tenemos el placer de poseer.

Si la respuesta sorprendió a Hermione, no lo demostró. Se mantuvo serena aunque su corazón comenzaba a latir frenético.

Al ver que la chica no diría nada, continuó:

—¿Hogwarts, o algún colegio de Europa?

Esa pregunta sí que la dejó sin aire.

El rubio no pudo evitar soltar una carcajada, que a oídos de Hermione fue misteriosamente atrayente.

La Gryffindor aún no podía procesar lo que acababa de escuchar. ¿Cómo era que ése simple muggle sabía sobre Hogwarts? ¿Ahora qué haría? Si la descubrían hablándole sobre Hogwarts a un muggle, seguramente la enviarían al Winzengamot a juicio... Y digamos que los sangre pura no tendrían mucha compasión por ella.

—Me gustaría que me preguntaras todas esas cuestiones que está maquinando tu seguramente, ágil cerebrito. Aunque por cierto, aún no me dices tu nombre —su sonrisa ladeada molestó a la chica.

—¿Por qué decirle mi nombre a un desconocido? —inquirió a la defensiva.

—Oh por favor, estoy seguro de que en tu bolso escondes tu varita, podrías defenderte de mí, un posible asesino de jóvenes —dijo medio sarcástico—. Ninguna bruja que tenga cerebro saldría a la calle sin ella.

—¿Cómo es que sabes todo esto?

El chico de cabello rizado negó.

—Primero respóndeme tú a mí.

La bruja suspiró, sabiendo que se arriesgaba demasiado con ése extraño desconocido.

—Asisto a Hogwarts. Mi nombre es Hermione Granger —admitió.

El joven arqueó las cejas, mientras una sonrisa burlona se apoderaba de sus labios naturalmente rosados.

—¿Qué clase de nombre es ése? —la burla estaba en cada nota de su voz.

Hermione lo miró con ojos asesinos, que al chico tan sólo le provocaron mucha gracia.

—No creo que el tuyo sea mejor —replicó mordaz.

Otra suave carcajada brotó de los labios de individuo.

—Eso te lo concedo... quizás —dijo con una sonrisa ladeada—. Pues tengo un nombre peculiar. Mi madre nunca me quiso mucho y mi padrastro me odiaba —comenzó dijo con diversión, aunque en el fondo, todo aquello era verdad—. Mi nombre es Niklaus Mikaelson. Un placer conocerte, Hermione Granger.

De pronto, un escalofrío recorrió su piel al verlo acercarse. Sus ojos verdes se clavaron en los suyos de una manera enigmática.

Al sentir como él hacía el gesto de tocarla, su mano se adentró en el bolso, buscando su varita frenética.

Bloody Attraction | HP&TVD CrossoverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora