Capítulo 4: Aventura.

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Al despertar me encontré con tres curiosas miradas evaluándome. Me incorporé un poco y siento como el dolor sube desde mi pierna. Me tardo unos segundos recordar lo ocurrido. Oh Dios. Un sujeto vino a buscar a los mellizos. Me disparó y Calvin me salvó. Espera, ¡Cal! Lo busco con mi mirada y no lo encuentro.

- ¿Están bien?- Los niños sonríen. ¿De qué me perdí?

- ¡Sí! A pesar de tu aventura que se te olvidó contarme. Pero te perdono porque el hombre malo te disparó.- Me contesta Margo. ¿Aventura? Alguien que me explique de que carajos viene eso. La jaqueca no me deja pensar con claridad.

- ¿Puedes ayudarme a recordar esa supuesta aventura?

- ¡Rin rín! ¿Cómo no vas a acordarte de tu historia con el tío de Laila?- Laila suelta una risita. Okey, esto me está pintando a obra de Calvin. Cuando mi ceño llega al punto de no poder fruncirse peor, el muy idiota entra en la habitación con un vaso de agua, medicamentos y una burlona sonrisa. Seh. Mis instintos no me fallan aún.

- ¿Cómo se encuentra mi amada?- Pregunta el dramáticamente. Las niñas chillan de la emoción. Ty frunce la nariz y sale de la habitación. ¿Amada? Ni que fuera Mindy hablando de él. ¡Mindy! Debe estar preocupada. Se supone que fui a correr. Y no regresé.

- Margo, cariño, ¿Podrías pasarme mi celular?- Ella lo localiza en la mesa de noche y me lo alcanza. Marco el número de Mindy.

- ¿Ri...Ley?

-¿Hola? Mindy, ¿Qué sucede? Parece que estas corriendo un maratón.

- Oh, eh... Yo... Estoy con... Asuntos pendientes. ¡Dios!- Oh no. Mindy gime y gime. No puede ser que ni siquiera pasen veinticuatro horas de que tiene "novio" que ya le está poniendo los cuernos. No le diré nada porque la presencia de Cal permite que escuche nuestra conversación y como acordé con mi hermana no me metería en sus asuntos. Aunque el chico me dé un poco de lastima.

-Bien. Solo quería decirte que me quedaré en casa de los niños.

- Has lo que quieras. Yo... Debo irme. Un bombonazo me espera. – Corta. A la mierda el acuerdo. Debo hablar con Calvin luego.

- Entonces dijiste... ¿Tu amada?.- Calvin se acerca a mí e ignora mi fulminante mirada.

- Será mejor que sigas el juego. Supongo que no querrás decepcionar a las niñas ¿Me equivoco?- Susurra en mi oído.

- Y yo tengo que considerar como obvio que eres consciente del odio que siento por ti justo ahora, ¿No?- Le susurro yo de vuelta. Lo peor es que a él le divierte esta situación cuando yo ni siquiera sé que rayos le inventó a las pobres Laila y Margo. Aunque agradezco que estén distraídas del episodio ocurrido antes.

- Bien Calvin, ¿Trajiste algo para mi dolor de cabeza?- Mi entusiasmo fingido no podría ser peor.

- No lo consideré necesario, nena.

- ¿Y por qué no?- Dije entre dientes.

- Porque, teniendo en cuenta nuestra pequeña aventura, creí que sería mejor usar mi propia medicina casera.- Sus ojos rebosaban de diversión. Las niñas empezaron a aplaudir y chillar. No, no, no, no. Y, como solo a mí me podía pasar, luego a cantar.

- ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! – Calvin mostró esa tan deslumbrante sonrisa suya y empezó a acerarse lentamente a mi cara. Antes de poder hacer algo de lo que luego podría arrepentirme, cogí lo primero que encontré sobre la mesa al lado de la cama, y se lo lancé. Un vaso de agua. Já. Punto para mí.

-Supongo que ya me siento mucho mejor. Tienes un gran efecto, Calvin. – La diversión que me causa esta situación es enorme. Calvin queda estupefacto un momento y luego sonríe maliciosamente mientras se seca la cara con las manos. Las niñas forman una gran O en sus boquitas y quedan como estatuas. No tardan en echarse a reír con ganas.

Dulce introducción al caosWhere stories live. Discover now