Destrúyeme

902 62 17
                                    

Habían pasado semanas desde que no salía de mi habitación, con trabajos probaba la comida la cual terminaba en el inodoro después de unos minutos.

Había dejado de pronunciar palabra alguna, y quizá lo más triste fue que nadie lo notó, como siempre.

Creo que esta vez había tocado fondo, ya no sentía dolor al quemar mi piel; mucho menos al pasar aquel filo por mi cuerpo. Todas las noches despertaba al borde del llanto después de haber tenido algún sueño horrible.

Mi sonrisa ya no se asomaba ni siquiera para fingir que estaba bien, en cambio mi llanto se ha vuelto constante. Pero lo que más me aterraban eran esas voces en mi cabeza. Resonaban una y otra vez como un eco, consumiendo mi alma que cada vez estaba más rota, si es que eso pueda ser posible.

Recuerdo que más de una vez exploté, que no pude contenerme más y rompí todo, aventé una que otra cosa y grite hasta quedarme sin voz. Mi madre se enfado todas esas veces conmigo, ella dijo que estaba exagerando las cosas, que solo iba a avergonzarla si alguien llegaba a verme hacer tal cosa. Recuerdo que me dio calmantes, y que desde entonces me hace tomarlos todos los días, pero creo que eso me hace sentir peor.

He ignorado cada llamada de Ashly. No quiero escuchar su voz, no quiero escucharla cuando diga que me hecha de menos y no quiero que me cuente que Ed se ha olvidado de mi y que no ha pensado en mi ni un solo segundo. No, no quería.

Sabía que iba a perder el ciclo escolare, que mis padres iban a molestarse, pero me negaba a ver a todas aquellas personas burlándose de lo que soy. Me negaba rotundamente a atravesar aquellos pasillos y oir un insulto más. 

Escuche el teléfono de casa sonar, no me moleste siquiera en moverme. Después de todo, nadie iba a llamarme, no a mí. Unos segundos después escuche la voz de mi mamá, sonaba un tanto feliz.

Tocaron a mi puerta dos veces, no respondí. Me puse de pie y abrí la puerta de mala gana.

-Es para ti.- mi madre sonrió entusiasmada mientras que yo la miraba perpleja.

¿Quién rayos me llamaba a mí y hacía que mi mamá se sintiera así?

-Anda, responde.- me entregó eufóricamente el aparato y espero unos instantes ahí hasta que lo colocara en mi oreja.

-¿Hola?- pronuncié mirando a mi madre para que por fin se marchara, lo cual hizo.

-No esperaba que tu madre respondiera.-dejó escapar una pequeña risa. Yo me quede en completo silencio.

-Has arruinado mi plan Elizabeth- me recriminó y podía asegurar de que estaba sonriendo del otro lado de la línea.

-¿Tu plan?-repetí sin comprender nada, las manos me temblaban.

-Si, ¿puedes colgar el teléfono y abrirme?- dijo casi como un susurro. En cuanto yo escuche aquello, baje de inmediato.

Corrí hacia la puerta como si mi vida dependiera de ello, y lo hacía, al menos lo que quedaba de ella. Abrí la puerta y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

-Ed.- ahí estaba él, sonriendo como solía hacerlo.

-Hola bonita.- se acercó para abrazarme y le correspondí de inmediato.

Respiré su perfume, aquel perfume que había echado tanto de menos. No quería soltarlo nunca más, no de nuevo.

-No merezco que me abraces.- me dijo al oído y sentía que el corazón se me salía del pecho.

-¿Por qué?- lo abracé con mas fuerzas, me invadía la preocupación de que si lo soltaba volvería a irse.

-Te he tratado horrible, he sido todo un idiota contigo. No he dejado que me expliques las cosas siquiera-. Imitó mi acción y sujeto con más fuerza mi cuerpo.

Miss obeseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora