Capítulo 39: Cambiar

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-Debes ir Sharon.
-No. No pienso hacerlo.
-Sharon.- Que el muchacho la llamase en ese tono hizo que la chica se silenciara al momento. En ese instante, ella recordó que la primera vez que lo vio fuera de la cueva, su piel brillando sobre los últimos rayos del sol y sus ojos eléctricos, la intimidaron justo como en aquel segundo. 
El cabello de Egon ya se había secado, y estaba más largo que cuando lo conoció hace más de un mes. Ahora caían varios mechones por delante de su frente y la mayor parte de su nuca era cubierta por ellos. El joven le observaba de pie, mientras ella seguía sentada en su cama y ocultando la herida que se había hecho con su propia arma en su gemelo izquierdo con una venda. Hacía pocos minutos había dejado de sangrar, pero seguía teniendo una cicatriz rojiza e hinchada que debía de ocultar bajo la mirada de Leonard.
Ya había pasado la hora, y todavía no se había duchado ni arreglado. Ni pensaba hacerlo. Durante los primeros veinte minutos se los había pasado llorando en los brazos de Egon, mientras él le susurraba que seguía ahí y que no se iba a marchar sin ella. Pero esas palabras solamente le hacían llorar más al acordarse del beso que había permitido que Helios le diera, y que además no le había desagradado que lo hiciese. Aunque el muchacho no era idiota, y ella sabía que Egon sospechaba algo. Pero aun así seguía ahí a su lado, y eso no sabía sí aliviaba más el alma de la muchacha o la atormentaba el doble.
Cuando se había calmado, le explicó sin detalles cómo había ido el combate. Ella había ganado y Drake había desaparecido. La promesa que le hizo a su gemelo antes de morir, que su muerte no sería en vana y no permitiría los planes de Leonard fueran los que fueran. Y después, con todos detalles le explicó los horribles planes de su padre, y pudo observar como Egon poco a poco iba abriendo más sus ojos totalmente horrorizado. Pero él no mostró su repudió por Leonard, y se encargó de calmar a la muchacha, que había vuelto a comenzar a llorar.
-Tienes que ir. Ves a cenar con Leonard y dame algo de tiempo mientras yo pienso alguna forma de salir de aquí.
-¿Y qué hago? ¿Actúo de nuevo como sí me pareciera una idea genial que tenga que darle un hijo mío a mi propio padre? ¡Él no es estúpido, Egon! La última vez ya se dio cuenta que le mentía, y lo volverá a hacer otra vez.
-No tienes que fingir, Sharon. Solamente sé tú misma.
-¿Qué?- Inquirió ella totalmente atónita.
-Quiero que le muestres el odio que sientes hacía él.- Dijo Egon.- Que esté tan preocupado de ti y de cambiar tus ideales para que cooperes en sus planes, que no se dé cuenta de mi presencia por el castillo.
-¿Has salido más veces de la habitación?
-Des de que te fuiste hasta media hora antes que volviste, sí. Necesitaba distraerme y olvidarme de tu ausencia o me volvería loco. Estuve en las mazmorras, hablando con Electra. Evelyn y Azul por entonces estaban durmiendo, pero estaban todas bien. Y de Helios no sé nada.- La última frase fue añadida en el último momento, como sí se terminase de acordar de ese detalle que ambos sabían que Egon estaba buscando el momento adecuado para contárselo a Sharon.- Pero no sufras. Él estará bien. Después de lo que me has contado, Leonard utilizará el cuerpo de Helios como “almacén” para que ese corazón siga latiendo y no se pudra.
-Lo lamento, Egon…- Susurró Sharon, y el chico dejó de dar vueltas por toda la habitación como había hecho hasta ahora, y se sentó a un lado de la joven.- No quise preocuparte ayer a la noche… yo, solo…
-Quién lo siente soy yo, Sharon.- La chica dejó de mirar el vendaje de su pierna para encontrarse unos ojos más azules que eléctricos. Reflejaban vida, pero serenidad. A veces Sharon se preguntaba en como la mirada de ese chico podía cambiar de forma tan extrema de un segundo al siguiente.- Está claro que estaba preocupado por ti y que me dolió verte dormir con él, en vez de conmigo. Ya lo sabes, y no me importaría repetírtelo todas las veces que hicieran falta. Pero no conozco este lugar, no sabía los planes que tenía Leonard ni para ti ni para los demás. Pensé que os había ocurrido algo a todos y me lancé a buscaros sin importarme que me pudieran ver.
-Egon…
-Cuando te vi dormir al lado de Helios, primero sentí tranquilidad. Porque estabas bien, pero luego la decepción y la traición me invadieron, y después la pagué contigo. Con la última persona que debería de hacerlo sí realmente me importases tanto como me insiste mi podrido corazón.- Egon había alzado su mano, y con sus dedos de guerrero, ocultó el anillo de Helios entre ellos.- Pero al mismo tiempo me siento bien porque le has escogido a él, y no a mí. Tenía miedo a quitarte tu bondad, tal y como intenté con mi hermana.
-¿Cuándo le pediste que se uniera a ti en tus asesinatos cuando tu padre murió?- Egon asintió con su cabeza en silencio, y dejo que el aro se escapase de su mano.- ¿Piensas que sí yo te elijo a ti… cambiaría?
-Lo harías.- Aseguró el muchacho, y Sharon presintió una terrible electricidad recorrerle el cuerpo mientras esa mirada, ahora con chispas doradas en sus ojos oceánicos, la miraban directamente.- He visto lo que es el amor, Sharon. Mis padres son un claro ejemplo. Cuando yo vuelva a mi época volveré a ser el monstruo de antes. Mataré a Ángeles, a todo deleiter que adore a esos malditos Dioses y aquellos humanos que me molesten. Y buscaré a Perseo para terminar el trabajo pendiente.
-Perseo es el semidiós que mató a tu padre ¿verdad?- El muchacho asintió con su cabeza y varios de sus mechones se movieron sobre su frente.- Tienes razón… Sí te escogiera a ti te seguiría hasta el fin del mundo, y aprendería a matar a inocentes. Incluso lo disfrutaría si tú disfrutases observándome como lo hago. Porque por amor se hace todo… ¿Pero y tú, Egon? ¿Serías capaz de cambiar por mí?
-¿Cambiar?- El muchacho entrecerró su ojos e intentó entender a Sharon, pero no tardo mucho en hacerlo.- ¿Te refieres a dejar de hacer lo que he estado haciendo toda mi vida?
-Matar a inocentes no es una vida, Egon. Solo es destrucción.- El chico volvió a quedarse callado, pensativo. Sharon lo contempló con nerviosismo, esperando su respuesta, pero no lo demostró. En cambio Egon, se reflejaba tranquilo, aunque sus ojos chispeantes no dijeran lo mismo.
-No. No cambiaría por ti.
-¿Y por ti mismo?
-Yo no quiero cambiar, Sharon. No desearía cambiar tu esencia, tu pureza en ti, la bondad que radias con cada nuevo suspiro ¿por qué tú deberías querer cambiar lo que soy yo?
-Porqué esa guerra no es la tuya, Egon. Tienes que abrir tus ojos, y aprender a ver lo que te estás perdiendo.
-No me estoy perdiendo nada, Sharon. Yo no voy a cambiar me elijas a mí, o al humano. Yo soy esto, y no hay más. No cambié en un pasado, cuando los Dioses jugaron con el alma de mi hermana, no voy a cambiar en un futuro por ti.
-No se trata de cambiar. Se trata de sacar tu auténtico tú. El Egon que todos somos capaces de ver, incluso Helios, a quién no dejas de menospreciar llamándole humano. Todo ser que haya estado a tu lado y no le hayas apartado con una de tus amenazas de partirlo en dos, sabrá que lo que digo es verdad. Eres un buen deleiter, Egon. Y te da miedo que eso sea cierto porque nunca has tenido gente a tu alrededor que verdaderamente te amase. A la que pudieras hacer daño con tus acciones. Y la única a la que tuviste, la apartaste de tu lado.
-Aparté a Electra por su bien, Sharon. No juzgues mi pasado porque yo no lo estoy haciendo con el tuyo.
-No lo estoy juzgando, solo estoy diciendo la verdad. Una verdad dolorosa, como las que no dejas de decirme tú a mí.- La muchacha esperó a que Egon reaccionase, pero él no hizo nada. Ella se aproximo a él, y notó como sus piernas se rozaban.- Esto no nos lleva a ningún sitio… ¿verdad?- Egon dejó de observar sus manos, que estaban colgando de sus rodillas recogidas, y conectó sus ojos con los de Sharon. Finalmente, asintió con su cabeza y la rodeó con uno de sus brazos por encima de sus hombros. Sharon apoyó su cabeza en el costado de Egon y percibió las caricias de su mano en su brazo derecho.
-No, no lo hace. Pero solo quería decirte que… por mucho que a veces pueda parecer que esté dolido porque le hayas escogido a él, solo es en parte. Lo último que querría en esta vida es transformarte en un monstruo como el que soy yo. Y sí esas son las consecuencias que tienes que vivir para estar a mi lado, no quiero que lo estés.
-Yo no he elegido a nadie, Egon.- Sharon alzó su cabeza, y se dio cuenta que Egon la había estado mirando en todo momento.- Y sí yo quiero transformarme en un monstruo, lo decidiré yo. No tú.
-Lo mejor será que te pongas un vestido largo.- Susurró el muchacho mientras deslizaba su mirada por el cuerpo de Sharon hasta llegar a la venda de su gemelo izquierdo.- Y que no sea transparente.
-No pienso ponerme nada transparente para ir a cenar con Leonard. Te lo aseguro.
-Es una lástima… He visto una lencería del color de tu piel semitransparente que te quedaría muy sexy.- Sharon le dio un manotazo al pecho del chico, y el fingió que le había hecho daño. Y después de tanto dolor y lágrimas, la joven volvió a reír.
Sharon presintió como el brazo de Egon la apretó más a él, y la joven se dejó acercar hasta colocar su rostro encima de su corazón. Latía con fuerza, pero estaba relajado. En cambio el suyo no se podía decir lo mismo. Cada caricia, cada palabra y cada mirada eléctrica de ese deleiter hacían que su palpitante corazón se desenfrenase inexplicablemente. Pero después aparecía Helios, y la nostalgia de su pasado la rodeaba. 
Era cómo sí Sharon estuviera dividida en dos. Helios además de recordarle su antigua vida, le recordaba a su hogar. Estar entre los brazos de ese chico era como estar rodeada de lo familiar y lo seguro. Respirar el aroma del prado y escuchar el agua circular por el río de la Cascada Flotante. Era paz y serenidad. En cambio, encontrarse entre los brazos de Egon era aterrador. Sentir que alguien que se quiere tan poco y que ama la destrucción, es presentir la vulnerabilidad y quererlo proteger a todo momento. Pero los cambio de humor de ese chico, la confusión que le transmitía al ser su debilidad, impedían poderlo ayudar como a ella le gustaría. 
Cuando Helios le decía que le amaba, sabía que lo hacía. Lo veía en sus ojos. Pero cuando miraba a Egon, y él le decía que siempre iba a estar con ella, realmente no era capaz de creérselo. Sabía que él iba a volver a su época, y tenía miedo de que eso ocurriese. Eso es lo que ella había sentido cuando había estado llorando entre sus brazos. Pero ahora que la había mirado a los ojos y le había dicho que no iba a cambiar, que iba a volver a retomar su vida anterior. Algo se había estrujado en su pecho y era incapaz de saber sí eso también era una verdad o una mentira.
-A veces eres tan confuso, Egon…- Susurró la joven, y escuchó como el corazón del joven daba un traqueteó extraño. Él cogió aire y buscó una de las manos de Sharon para acariciarla con la de él.- Por más que intento entenderte, nunca saco una conclusión clara de ti.
-¿Y eso es bueno o malo?- El joven estaba sonriendo, y tenía sus labios susurrándole sobre el oído de Sharon. La muchacha se encogió de hombros, y ella captó como los labios de ese chico le rozaban al sonreír.
-Evelyn me dijo que eso se debe a que todos los deleiters tenemos una debilidad…
-Cierto.- Susurró el joven.- Nuestra especie es tan poderosa tanto físicamente como mental, añadiendo nuestros poderes, que parecemos invencibles. Pero cuando los Dioses nos “perdonaron” la vida, y nos permitieron vivir en el mismo mundo que los humanos, nos intentaron debilitar de alguna forma, para no ser tan indestructibles como mucho de nosotros nos creíamos.
-¿E hicieron que todos los deleiters tuviéramos a alguien que fuera nuestro punto débil?
-Fue un hechizo, sí. Nuestros poderes supervivientes no se ven afectados, pero nuestros poderes se descontrolan cuando esa persona, su debilidad, está cerca.
-Quizá es por eso por lo que me pareces tan… confuso ¿no?- Esta vez quién se encogió fue Egon, pero seguía sonriendo.- ¿Quién crees que sería tu debilidad sí tuvieras poderes?- La joven esperó la respuesta del chico cuando él abrió la boca, pero nunca llegó.
Escucharon pasos, y antes que Sharon pudiera parpadear, Egon se escondió debajo de la cama. Ella se quedó completamente congelada dónde había estado abrazada por los brazos que aquel muchacho mientras observaba como la puerta de su habitación se abría. Primero vio la silueta de su padre, y finalmente la de Reinox siguiendo sus pasos como una mascota obediente.
-Te he estado esperando abajo.
-No tengo hambre.- La voz de Sharon sonó hostil. Incluso más que cuando Leonard le había confesado sus planes para ella.- Y no vas a obligarme a hacer lo que tú quieras.
-Por supuesto que no.- El hombre se acercó con su rostro sereno y sin ninguna arruga. Sharon se preguntó en qué momento ella dejaría de crecer y se mantendría así de eterna como él.- Serás tú misma la que me pedirá que creemos este mundo. Algún día él te fallará y vendrás a mí, te lo aseguró, mi querida Sharon.
-No me llames así.- Musitó la chica entre dientes, y observó como Leonard le contemplaba la pierna vendada. Pero no le dijo nada respecto a eso y se acercó de nuevo a la puerta.
-¿Alguna vez has visto a un Ángel?- Inquirió Leonard dándole la espalda.- Me imaginó que no. Sí no, ya estarías muerta junto con tus amigos. Los Dioses buscan a Egon, Electra, y a las dos pequeñas deleiters. A todos ellos por romper sus normas. Salieron rumores de mi resurrección cuando envíe mi ejército de experimentos y de criaturas, junto con los hombres de tu madre, a por ti. Ahora ellos también me buscan y uno de sus soldados intentó arrastrarme al Olimpo. Fue algo patético.
-¿Tienes a un Ángel aquí?
-¿Quieres verlo?- Leonard ladeó su cabeza hacía la dirección de Sharon, y ella vaciló. La verdad es que no le interesaba nada que estuviera relacionado con el mundo de los deleiters, con sus criaturas y sus Dioses, pero sí le importaba Egon. Y no soportaba presentir la presión de su pecho sabiendo que ese deleiter y su padre estaban en la misma sala. Así que asintió con su cabeza y reprimiendo una mueca de dolor, se puso en pie.- Muy bien. Sígueme.


Sharon estaba segura que Reinox había salido detrás de ella porque escucho sus pasos a sus espaldas. Pero cuando la joven se había volteado, se dio cuenta que le había dejado a solas con su padre. En ese instante, Sharon dejó de sentir tanta pena por Reinox por ser mitad pez y mitad humano, y al momento se arrepintió por el destino que le había tocado vivir a esos dos seres fusionados. Sin duda el alma de Drake estaba con ella, y había momentos en que su mente pensaba egoístamente. De forma débil, pero lo hacía.
-¿Vamos a tu laboratorio?
-Sí, pero no el que está al lado de la enfermería.- Explicó Leonard.- Mis criaturas se ponen nerviosas con la apariencia de Arcángel.
-¿Arcángel? ¿Así lo has llamado?
-Yo no creo Ángeles, Sharon. Son las mascotas de los Dioses.- La última frase la dijo como sí se tratase de una maldición. Estaba claro que todo lo relacionado con los Dioses del Olimpo los repudiaba, al igual que el padre de Egon y el deleiter que había dejado en su habitación escondido debajo de la cama.- Lo único que admiro de ellos es su lealtad a sus dueños. Aunque a veces me den lástima.- Sharon iba a preguntarle porqué decía eso, pero Leonard se había detenido delante de una de las paredes blancas y ésta se abrió.
Leonard fue el primero en entrar y se detuvo a los pocos metros de la entrada. Sharon se acercó a él, pero cuando se percató de la silueta encadenada, tumbada en el suelo y con sus manos ocultando su rostro, fue como sí su padre dejase de existir. Antes de que Sharon pudiera exclamar un grito de asombró, Arcángel alzó su rostro de sus extremidades y extendió sus enormes alas. Un brillo cegador dejó durante varios instantes atontada a Sharon mientras venía a su mente las palabras de Egon:
“…Luego pasamos a los Ángeles. Ellos miden tres metros y cada una de sus alas unos cinco metros. Son unas criaturas hermosas.”
Cuando los ojos esmeraldas de Sharon se adaptaron, pudo comprobar que lo que decía Egon sobre la belleza de esos seres era cierto. Nunca antes Sharon había visto algo más hermoso y adicto a no dejarlo de mirar ni un solo segundo en toda su existencia. Simplemente era como sí su brillo, su piel dorada y sus transparentes plumas blancas que levantaban leves corrientes cada vez que se movían, te absorbieran a un dulce paraíso del que nunca querrías marcharte.
Arcángel contempló a Sharon con sus ojos blancos y vacíos. Le caían lágrimas de oro de ellos y sus mechones rizados del mismo color, se resbalan sobre su frente. Vestía una ropa de guerrero de color blanca, ensangrentada con su sangre dorada. Costaba diferenciar la sangre de su piel, pero las cadenas de pinchos que se le clavaban al Ángel cada vez que se movían, eran perfectamente visibles.
“Sharon…”
La chica retrocedió al momento de escuchar una voz dentro de su cabeza. Leonard la cogió del brazo e impidió que se marchase de la habitación.
-No te asustes. Los Ángeles se comunican así con nosotros. Solamente le hablan a sus dueños, a los Dioses. No puede leer tu mente, pero sí puede meterse en tu cabeza y hacer que le escuches sin que yo pueda hacerlo.
-¿Y yo? ¿Puedo hacer eso?
-No.- Dijo Leonard, con su voz tan vacía de sensaciones humanas como siempre.- Solamente son ellos los que pueden hacerlo. No hay ningún deleiter capaz de hacer eso.
“Sharon…”
Arcángel le volvió a llamar, pero esta vez Sharon le miró como sí no le estuviese hablando, como sí solo le estuviera contemplando totalmente fascinada.
“Libérame de esta condena.”
-¿Para qué tienes un Ángel?- Sharon no dejó de mirarle, tenía miedo a que sí se volteaba, esa enorme criatura se levantase y con una de sus alas la estampase contra sus alas.- ¿Para chantajear a los Dioses?
-A los Dioses no les importan estas criaturas. Hay tantos Ángeles en el cielo que sí muere uno más, no se darán ni cuenta.
-¿Y entonces para qué lo tienes? ¿Para tus experimentos?
-Yo no utilizó a estas cosas para mis creaciones.- Sharon pudo percibir algo de odio reprimido en la voz de su padre, pero se detuvo a mirarle y a intentar entender esos ojos azules tan intensos.- Han matado a tantos de los nuestros. Pero lo mantengo en esta prisión, dónde sus alas son tan largas que no pueden extenderlas del todo. Lo máximo que puede hacer es ponerse de rodillas. Dime, Arcángel ¿Cuánto tiempo hace que no vuelas junto con tus hermanos?
“Setecientos noventa y tres días.”
-Hay cosas peores que la muerte, Sharon.- Sentenció finalmente Leonard.- Y está es una de ellas.- La muchacha contempló de nuevo los ojos blancos de aquella criatura. Parecía un chico de su edad, bañado en oro, tres metros más grande que ella y con unas plumas blancas saliéndole de la espalda. Pero por lo demás, le parecía tan humano como lo había sido ella en un pasado. Los ojos blancos de Arcángel se llenaron de lágrimas doradas, pero las reprimió entre sus largas pestañas.- Su debilidad son los Dioses, pero entre otros es su libertad. Un Ángel sin alas con las que volar es como para nosotros perder el corazón o el alma. No somos nada en este mundo. Pero me pareció inhumano arrancarle las alas a esta cosa.- Leonard dejó de mirar al Ángel para conectar sus miradas.- Yo no destruyó, mi querida Sharon, yo creó. Voy a construir un mundo mejor para ti, para nuestro hijo y para los de nuestra especie.
-Nadie te ha pedido ese mundo.- Musitó Sharon con sus ojos entrecerrados.- Me niego a vivir en un mundo en el que alzarás de huesos, cenizas y lágrimas de seres humanos. De inocentes. Te lo he dicho y te lo repetiré las veces que haga falta.
-¿Sabes, Sharon? Tú sabes quién era mi debilidad. Claudio, tu padre adoptivo, por así llamarle. Pero ¿Y tú? ¿Quién es tu debilidad? Estaba muy seguro de que sería el humano, pero cuando no me preguntaste por él y no salías de tu habitación para intentar encontrarle y huir de aquí junto con tus amigos, lo vi todo claro. Subestime al desalmado Black.- Sharon escuchó seguidamente el ruido mecánico de las puertas al abrirse. Un ejército de hombres con cabezas de rinocerontes rodeaban a un joven con cabellos negros revueltos y ojos azules con chispas eléctricas.- También te subestime a ti, Sharon. 
-¡Egon!- La chica iba a correr hacía ella, pero la mirada que le envió el joven hizo que se detuviera al momento. Tres cuerdas mantenían sus brazos pegados a sus costados. Otras dos apretaban el cuello del muchacho y hacía que sus venas se marcasen más de lo normal. Y finalmente otras dos cuerdas por tobillos, por sí intentaba salir corriendo que se callera de morros al suelo.- ¡Suéltale!- La voz de Sharon sonó exigente, más de lo que pretendía. Pudo palpar el dolor y la desesperación en su voz, y en como Leonard podía verlo en sus ojos. Parecía él el deleiter realitum, no ella.
-Hagamos un nuevo trato.- El hombre se acarició el mentón, pensativo.- Colabora en mis planes, y no les ocurrirá nada malo ni a él ni a tus amigos. Puedes confiar en mi palabra, mi querida Sharon.

Deleiter: la dictadura del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora