[VEINTIOCHO]

71.3K 5.9K 812
                                    

La abrazaría fuerte, tan fuerte hasta que mi cuerpo se adormezca y olvide que yo también estoy hecho pedazos.

HEBER SNC NUR
...


FIDEL

Cuando mi mamá se va diciendo que volverá pronto y cierra la puerta tras ella, lo que menos espero es que vuelva temprano, tal y como dijo, por eso me sorprendo al escuchar que tocan la puerta casi una hora después. Me imagino que es ella, que ha vuelto a olvidar sus llaves, por lo que me levanto molesto y voy a abrir.

Mi sorpresa es todavía mayor cuando me encuentro con que no es mi madre, sino Kea frente a mí. Tengo que parpadear un par de veces para asegurarme de que no la estoy imaginando, que es real; que es ella con una coleta desordenada, con los ojos irritados y asustados, temblando de pies a cabeza, con una mejilla ligeramente enrojecida y un camino de lágrimas secas manchando sus mejillas. Mis ojos se entrecierran con perspicacia al notar esto último.

—¿Kea? Tú... ¿estás bien?

Casi al momento de haberlo preguntado quiero golpearme. Es una pregunta estúpida. Es obvio que no está bien, si no ella no estaría aquí... luciendo así.

—¿Puedo pasar? —cuestiona—. Yo... —Muerde su labio inferior y parpadea varias veces intentando no derramar lágrimas. La veo envolver los brazos alrededor de su cintura, encogerse... y en ese momento me parece más pequeña y vulnerable que nunca.

Mi semblante pasa de confusión a tristeza, porque sé que algo muy malo debió pasar para ponerla así. Estiro mi mano hacia ella y la veo dudar solo un segundo antes de estirar su brazo y tomarla. Entrelazo nuestros dedos y le sonrío tratando de animarla un poco.

—Vamos —susurro. Halo de ella para atraerla a mi cuerpo y beso su coronilla. Apenas la puerta se cierra tras nosotros, ella rompe a llorar. Nos encamino a la sala de estar con mi brazo alrededor de su cintura y el corazón doliéndome por ella. Parece tan frágil y delicada; tan chiquita... No me había dado cuenta de lo pequeña que es. Quiero guardarla por siempre dentro de mí para que nada le haga mal.

Me duele su dolor. Quiero hacerla feliz. Su sonrisa merece estar siempre presente.

Dios mío.

¿Alguna vez has tenido a una persona cerca y te has olvidado de todo lo demás? De tus problemas, tus tristezas, tus miedos... Todo lo que importa es que en ese momento, junto a esa persona; te sientes seguro y poderoso... Así me pasa con ella. A pesar de que hace unos minutos me sentía como un niño abandonado, como un adolescente molesto, el que ella haya venido a buscarme me hace sentir mil veces mejor. En el fondo me gusta que se muestre vulnerable. Creo que es porque sabe que la comprendo. No esconde su miedo ni dolor de mí, sino que lo comparte y yo busco aliviarlo.

Tomamos asiento en silencio en el sillón y la atraigo a mi costado, donde se acurruca temblorosa. Ella llora durante mucho tiempo. Llora y llora y llora. Y yo no pregunto nada. Así nos quedamos, solo haciéndonos compañía y consolándonos sin intentarlo, solo con saber que, a pesar de todo, nos tenemos el uno al otro.

La siento pegarse más a mí. Han pasado ya algunos minutos y Kea ha dejado de llorar ahora. Giro mi rostro para verla y barro un mechón que se le ha pegado a la mejilla por las lágrimas. Su mirada se posa en mí y el aliento se atora en mis pulmones. Hay algo acerca de la Kea vulnerable que me hace sentir un aleteo en el pecho.

—¿Quieres contarme? —pregunto en un susurro. Ella niega despacio con la cabeza.

Tomo un aliento cuando sus ojos caen a mis labios. Los relamo sin ser consciente de estarme acercando un poco más, de estar cerrando la distancia entre nosotros.

Besos que curan [ADL #2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora