Parte 1

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Era primero de enero. Para muchos, el primer día del año, donde todos celebran sus familiares con un gran asado la llegada del nuevo año.

Pero para Carlitos, era una tortura.

¿Por qué? Se preguntarán.

Pues porque a pesar de ser naciones y celebrar fiestas a lo grande con el resto del mundo, también tenían sus momentos para pasarlas en familia.

Y allí es donde está el problema.

Porque el pobre Tierra del Fuego lo pasaría con sus padres y tíos. En Buenos Aires, Argentina, donde había como mínimo unos 35° Celsius bajo la sombra.

―Pá, hacéme un favor y matáme... Ya no quiero seguir viviendo... ―se quejaba el joven de trece años desparramado en el sillón con Como tú. Debido a que estaban en verano el isleño alcanzó a esquilar a la ovejita que ahora parecía cabrita, pero al menos no estaba con esa lana infernal.

―Carlitos por favor, dejá de quejarte y mejor ayudáme a preparar a la mesa para tus tíos que deberían estar llegando en dos horas.

El rubio más joven se quejó, levantándose del asqueroso sofá de cuero y fue hacia la cocina a buscar el servicio. Al entrar vio a su mamá preparando la ensalada que comerían ese día.

Se dirigió al cajón de los cubiertos y comenzó a sacarlos. Con sus papás eran tres, más sus tres tíos chilenos eran seis y contando que ese año iba Victoria a visitarlos sumaban siete.

― ¿No vendrán el tío Daniel y el tío Sebas? ―le preguntó sobre su hombro al chileno.

―No, el Martín dijo que la pasarían con sus parejas. Pff, par de fletos no más ―se quejó el mayor mientras picaba una papa.

Carlitos solo rodó los ojos debido al irónico comentario de su mamá y caminó hacia el comedor con los tenedores y cuchillos, los colocó sobre el mantel, acomodándolos en cada uno de los asientos y volvió a la cocina para servirse un vaso de bebida con hartos cubos de hielo.

Una hora y media más tarde sonó el timbre.

― ¡Carlitos abre la puerta! ―gritó Manuel.

― ¡Ya voy, che! ―respondió este yendo directo a la entrada. Abrió de mala gana topándose con su tía Tiare y su tía Vicky con las maletas, atrás venían Alonso y Robin cargando unas cajas con botellas.

― ¡Iorana, Carlitos! ―saludó alegre la morena pellizcándole la mejilla.

―Ho-hola...

Hello Charles ―secundó la pelirroja dándole una leve sonrisa.

El menor las invitó a pasar y fue a ayudar al par de varones con alguna otra cosa. Los guio hacia el living y depositaron allí lo que traían.

―Uuuff, nos costó un mundo hacer pasar las chelas por la aduana, ¡pero logramos ganarle a la ley! ―dijo Robin mientras estiraba sus músculos agotados.

Luego de un intercambio de palabras, las cuatro islas fueron a saludar a sus respectivos hermanos y felicitarse por el nuevo año.

Minutos después ya estaban en la mesa almorzando.

―Vicky, qué bueno que pudiste venir con tu grosso hermano mayor~ ―decía Martín hacia la británica―. Sabés que cada cena post año nuevo es aburrida sin vos.

I know, brother. Pero sabes cómo se pone Arthur cuando hablo de vos. Menos mal logré persuadirlo.

―Y así estar con el Alonso.

¡¿Que Carlitos tiene qué?! [Latin Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora