Es común despertar y ver en su mirada el destello oscuro de la fatalidad. Uno no despierta por obra de magia ni por el prejuicio de la mente que cree que ha dormido suficiente. Uno despierta, porque el viento ha decidido besarnos en la boca. Porque es el conjuro que confabuló el destino, porque no existe ningún camino.
Uno despierta para seguir la absurda monotonía mecánica, para vivir como autómatas y retar una, y otra vez las partituras ya tocadas por nuestro titiritero. Titiritero que se oculta tras nuestra sombra y más que sembrar muerte, es el precursor de nuestras vidas. Actúa como agresor y salvador (como cuchillo y herida) . Actúa como un dios profano en busca de nuevos actos.
Es fácil despertar de manera inconsciente, interrumpiendo algún sueño que se quedara inconcluso. Quizás en aquel ensueño uno era el rey de un cuento de hadas, el terror de un prostíbulo o quien a le infligían dolor. Al despertar se omite el dolor que causa el temor. El temor de morir un poco cada mañana, de no abrir los ojos después de siete horas de relajación o peor aun. Abrir los ojos y no estar en su cuerpo.
Al final, la muerte es vida, nuestro único destino.
Siempre suya
E,L.Ramírez
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Amor, vida y muerte; y viceversa
PoetrySiempre he tenido la fiel convicción de que solo se puede plasmar lo vivido. La poesía será mi salvación o mi castigo. Mi obra poética, si de puede llamar así de alguna manera, será una pequeña parte de mi vida. Pero hay que acordar que todo no lle...