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Recuerdo aquella expresión en tu rostro y mi alegría desvanecida (me mantuve en estado de sobriedad toda la celebración).

Por algún motivo, levantaste la mirada y tu ojos se abrieron como platos. Tu querido amigo argentino me preguntó si quería unirme a lo que estaban haciendo.

Sin pensarlo dos veces, con lagrimas en los ojos, salí de la habitación.

Querida UtopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora