Hagamos un trato...

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"Si tuviera un caramelo por cada vez que su entrecejo se arrugaba con enfado y rayaba su cuaderno para comenzar nuevamente con su investigación, hubiera ya perdido uno a uno los dientes por las caries."

No podía evitarlo, me encantaban sus gestos, su rutina ya era parte de mi día a día.
A veces sólo me mantenía en vela por las noches para esperar un nuevo día y poder salir a verla ahí tan concentrada.
En ocasiones ni siquiera nos dirigiamos la palabra, a veces sólo un "hey" y me bastaba para seguir expectante a sus acciones.
En otras oportunidades llegaba realmente a interesarme por lo que intentaba crear, pero esa especie de magia o alquimia o ciencia o lo que rayos hacía era demasiado aburrida para mi, sin embargo su emoción me emocionaba y su enfado me abrumaba.

Ese día la notaba distinta, había algo en su mirada que me partía el corazón.
Mi nerd se estaba rindiendo y ahora parecía a punto de romperse.
Ella se notaba tan estresada y frustrada sin hallar la respuesta para dar vida a esa goma rosada y al montón de azúcar que se encontraba a su lado que yo tenía que actuar y sacarla de su crisis.
Así que después de tomar valor y haberme repetido mentalmente una a una mis palabras y evitar quedar como una tonta descendí un poco y eché el bajo a mi espalda para acercarme hasta ella, carraspeando un poco para llamar su atención, si lograba convencerla tal vez podríamos ir a molestar a algún otro extraño habitante de Ooo.

-¡Hey! Hagamos un trato, chiclosa...
-Ahora no, Marceline -dijo con un ligero disgusto en la voz pero una diplomática sonrisa.
-Venga, vamos Bonniebellita... -Ella suspiró mientras disimulaba un sollozo- eeh... Vamos a conocer a tus vecinos, -me apresure a decir- si te portas bien te enseñaré a ser tan cool como mi bajo y yo.

Sus ojos se cerraron exhaustos, tomó aire que después de sostenerlo unos segundos dejó escapar para luego volver a abrir los ojos.

-Está bien, sirve que podemos encontrar cosas que me hacen falta...
-Si, claro que si. Como la cordura, por ejemplo -añadiendo en un tono no tan bajo pero que la chica educadamente ignoró.

Ella se dirigió a su escritorio para guardar sus cosas en una caja repleta de más tubos y sustancias brillantes con una delicadeza que me desesperaba un tanto.

-Vamos, Bonnie... Es para hoy, déjame ayudarte.

Sin más me abalancé contra sus pertenencias para meterlas todas a la caja, pero ella se aferró a los tubos que después de varias semanas ya habían tomado otros colores.

-Yo llevo éstos, ¿ok?
-Como usted ordene, 'princesa'. -Entre risitas realicé una reverencia y me aleje con los demás objetos en la caja.

Después de asegurarse en tres ocasiones que todo se encontraba en perfecto estado ella salió de su pequeña casa y fijó su vista en mi, mientras llevaba ambas manos a sus caderas y me miraba con gesto serio.

-¿Y a donde es que iremos si se puede saber?
-Eso princesa, es una sorpresa... -dije estás palabras con plena seguridad y le sonreí- ¿alguna vez has visto las nubes de cerca?
-¿Hablas de volar?
-Volar, flotar, navegar... Es lo mismo para mi ¿que dices, princesa?

Se cruzó de brazos e hizo un puchero de disgusto.

-¿Puedes no llamarme princesa?
-¿Puedes no llamarme prince-dah? -la imite con diversión, mientras me aproximaba mas a su rostro.
-Marce... ¡Ah! -comenzaba a replicar cuando tome su mano y me eleve por los aires, mientras yo estallaba en risas.

Su piel era mucho mas suave al tacto de lo que había imaginado y era mucho más cálida de lo que recordaba en un simple apretón de manos, entonces algo en mi interior se despertó con mucha emoción y tal vez por esa misma emoción o sólo por alardear subí y subí más por los cielos.

Creo que ése fue el día que sin saberlo, me juré jamás soltar su mano.

Dulce y Maldito amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora