1. Hayley

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Hayley Finch. 3 de Junio. 0:42 am.

Querida hermana:
¿Nunca te has parado en pensar que por qué los pájaros, que tienen alas para volar por todo el mundo, permanecen siempre en un mismo lugar? Parece algo estúpido ¿verdad? Siempre he pensado que si yo tuviera alas iría lo más lejos posible. Nunca pararía. De un lado a otro del mundo, y sin mirar atrás. Aunque las personas sí que tenemos alas, en realidad. Nada nos ata a donde estamos. Hoy mismo podría coger un tren a cualquier parte, sin ningún plan, y empezar a volar. Y por eso estoy en esta estación. Aquí y ahora, escribiéndo esto. Porque voy a volar lejos, Leah. Puede que vuelva o puede que no. Hoy construiré mis alas y seré libre.

Hayley Finch. 30 minutos antes de la hora 0 de viaje.

Cojo la pequeña maleta que me acompaña por el asa y cuelgo mi mochila del hombro. Con la mano izquierda sujeto el billete del próximo tren con rumbo a todas partes y avanzo hacia la plataforma, mientras que la voz cascada de un hombre anuncia por el altavoz que la llegada del número tres se ha visto retrasada unos minutos. Hecho un vistazo al gran reloj que cuelga de la pared exterior de la estación, dando a las vías, y que está ennegrecido por el tiempo. Son casi las dos. Pero en realidad no me preocupa el retraso del tren. Quien no tiene rumbo no necesita llegar a tiempo a ningún lugar. Me siento en un banco a esperar, y observo a mi alrededor. La estación de Beaton es pequeña y anticuada. Los billetes se sacan en la parte cerrada de la estación, que tiene forma de covertizo grande. Todo está recubierto de madera, y causa un aspecto rural. Allí hay una persona en recepción que se encarga de vender los billetes, y una máquina para las reservas por internet. Pensándolo bien, la tecnología es un gran avance, pero resulta chocante en un sitio como este. Al otro lado de la recepción hay un modesto bar. Allí sirven las mejores napolitanas de la ciudad, según mi hermana Leah. Pero lo dice porque la dueña es amiga de mamá, y siempre nos las da gratis. En realidad no son para tanto.
La gente pasea impaciente de un lado para otro, esperando la llegada del número tres. Un niño en silleta se pone a llorar, mientras su madre habla por teléfono sin prestarle atención. Una pareja se despide... digamos... acaloradamente, apoyados contra la pared de la estación. Sigo con la mirada a todas y cada una de las personas que esperan al tren conmigo. La mayoría de ellos resoplan de calor y se restriegan el dorso de la mano contra la frente para eliminar el sudor, mientras que con la otra mano se abanican con parsimonia, y bostezan de vez en cuando. Todos ellos lucen normales. Me pregunto qué habrá detrás de aquellos rostros. ¿Qué razones les habrán movido a estar aquí y ahora? ¿Mi tren hacia ninguna parte tiene algún destino para ellos? Probablemente sí. Detengo la mirada en un chico alto, de pelo castaño claro con reflejos rubios, pequeños rizos y espalda ancha. Lleva gafas de sol y una maleta demasiado pequeña en comparación con él. Y al instante se que esas gafas oscuras ocultan los ojos más verdes que he visto nunca.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2021 ⏰

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La chica de los tulipanes. || ashton irwin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora