UNO

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Ha pasado una semana. Santiago se da la vuelta de lado, sin abrir los ojos. Un gratificante suspiro se escapa de su boca. Qué a gusto se está en la cama... Pero no va a importarme que sea la hora de levantarse, ¡Porque me voy al mejor hotel del mundo! Piensa. Abre sus ojos. Rosa no está. ¿Tan temprano se ha levantado? En su sitio de la cama, el derecho, aún deshechas las sábanas, se encuentra en el lugar de Rosa una nota. Santiago quiere pensar que es una romántica forma de darle los buenos días. Aún así, alarmado agarra la nota, y la lee.

"Será lo mejor para ambos. Espero que encuentres el amor verdadero, lo mereces. Rosa." La nota estaba llena de estas y otras frases similares. Todas hablaban de lo feliz que había sido. De todo lo que Santiago le había aportado. Hablaban de lo maravilloso de estar con un tipo como él. Y sin embargo... Sin embargo Rosa se había ido. ¿Por qué tantas molestias en posicionar a Santiago como la mejor pareja del mundo, si yéndose dejaba claro lo contrario?

Con furia estruja la nota, imaginando que con ello conseguirá que nada de lo sucedido sea real. Tranquilo, Santiago... Se le pasará. Piensa. Sobre la mesita de noche están los billetes de avión y otros papeles del Hotel Amazon Deluxe.

Santiago frunce el ceño. ¡No he pedido un préstamo para quedarme sin vacaciones! Se levanta, y empieza a vestirse.

Siempre fue un amor complicado, pero hasta ese momento nunca había pasado algo similar. Santiago no se veía tan afectado como quizá debería. Prepara una taza de café. Esta vez no enciende la televisión. Se acerca a la ventana y la abre. Apoya sus codos en el borde, y cruza sus piernas. Unas vistas pésimas. Quizá las peores de la ciudad. Edificios simétricos, altos, viejos. Las fachadas parece que vayan a caer de un momento a otro. Ruido de coches, de perros ladrando desde todos los balcones. Una taladradora en la terraza de al lado. ¡Pum! Un ruido proveniente del piso de arriba le hace derramar unas gotas de café desde la ventana hacia la calle. Otra vez los vecinos jugando a la pelota en el piso.

-¡Gamberros! ¡Llamaré a la policía!

Santiago se mete enseguida a la casa. Una mujer mayor acaba de ser víctima de una gamberrada... ¿Quién habrá sido el gracioso que le ha tirado café desde la ventana?

Termina el café, y sonríe. ¡Último día en este insufrible piso!

En barrios de superior nivel de vida, hay un ruido diferente. Pájaros que cantan desde los nidos de sus árboles. Árboles que adornan las anchas calles de lujosas casas. En una de esas casas, quizá la más bonita, Jessica termina de revisar sus maletas.

-¿Todo listo?

-Creo que sí... -Poco convencida, Jessica aparca sus dos maletas rosas en la puerta de casa.

Mateo lleva la suya, notablemente más ligera. La deja junto a las de su hermana.

-¿Has decidido llevarte medio armario? –Se ríe. Buscándola por la casa.

Jessica prepara unos cafés. Está nerviosa. Serán las mejores vacaciones de su vida, y no ha logrado esbozar una sola sonrisa desde que su novio la plantó en el altar.

-¿Con leche?

-Claro.

Ambos se sientan en los taburetes de la barra de la cocina. Dan un sorbo al café. Hmm... Buenísimo. Piensa Mateo.

Jessica empieza a reírse, de una manera bastante alocada.

-¿Qué ocurre? –Le pregunta Mateo, sonriente por la inesperada carcajada.

Jessica suspira. –Nada... Es que veo ridículo estar triste por algo que ya no tiene solución...-

Mateo no sabe lo que responder. Finge una sonrisa, y vuelve a darle un trago al café.

-¿Sabes? Van a ser las mejores vacaciones del mundo... ¡Y no necesitamos a nadie más! –Jessica termina su café de un nuevo y largo sorbido. –Solos tú y yo... ¡Los hermanos solteros! –Se levanta del taburete de un salto. Mateo empieza a reírse. –Lo pasaremos genial.

Lamentablemente, piensa Mateo, cuando una mujer salta eufórica por una inesperada alegría... Después toca secarle las lágrimas por un aún más inesperado bajón.

Jessica deja la taza de café en la barra. Se acerca a la ventana, y corre las cortinas con ambas manos.

Unos pajaritos salen volando de los setos de su jardín. Jessica los mira entusiasmada. ¿Dónde irán? ¿Se separarán en el vuelo? Los pájaros desaparecen de la vista de Jessica. Unos se esconden en algún otro jardín. Otros deciden subir a cualquier poste eléctrico. Sin embargo otros recorren el cielo en busca de quién sabe qué. Lo vuelan hasta llegar a sitios nuevos. Lugares donde nunca antes habían estado. Quizá otro barrio, u otra ciudad.

Pedro corre por la calle. Las farolas siguen encendidas, aún está amaneciendo. El silencio de la reciente noche despierta con el ensordecedor ruido de las maletas de Pedro. Algo parece caer en su cabeza. Puede sentirlo a pesar de su frondoso y rizado cabello. ¿Va a llover ahora que nos vamos a la playa? Desliza su mano a la cabeza. No... ¡No puede ser! Un pájaro ha decidido premiarle de buena mañana con un obsequio poco deseado. ¡Si no fuera poco con llegar tarde, tenía que cagarme un pájaro en la cabeza! Piensa. Busca en sus bolsillos con ambas manos. En los de la chaqueta, en los del pantalón. Logra dar con un pañuelo, que aunque usado, le viene perfecto para la ocasión.

Mientras se limpia la cabeza rápidamente, un coche para a su lado. Es Fran. Está riéndose a más no poder.

-Eh, ¡No te rías! –Agarra la maleta, andando hacia el maletero del coche. La mete junto a la de Fran, y se monta en el asiento copiloto.

-¿No habíamos quedado para desayunar los tres?

-Y a eso iba...

-¡Pues ya no tendrás hambre después de haberte comido eso! –Comienza a reírse de nuevo, sin pretender evitarlo.

Pedro intenta no reírse, pero le es inevitable.

Juan está entrando en la cafetería. Se les ha adelantado. Fran aparca el coche, y ambos salen.

Se han sentado en la misma mesa de siempre. La camarera se acerca a ellos divertida. Siempre les atiende ella. Es joven. Quizá mucho más que ellos.

-¿Qué os pongo?

-¡Lo de siempre! –Le sonríe Juan.

-¡Hey! A Pedro le ha cagado un pájaro en la cabeza esta mañana... -Ríe Fran.

-¿No has tardado demasiado a contarlo?

Juan se ríe, sin comprenderlo del todo.

-Espero que el vuelo no se retrase... Estoy deseando llegar al lujo.

-Yo espero que allí los cafés sean igual que buenos que estos... -Juan alza la taza. Le da un sorbo.

-Yo lo que espero es caer mejor a los pájaros de allí.

La maleta ya está terminada. Amanda sale sigilosa al pasillo. Su madre parece seguir dormida. Deja la maleta con cuidado en el borde de la escalera. Se acerca a la habitación de su madre. Tranca la puerta con la silla de su escritorio. Corre hacia abajo, agarrando consigo de refilón la maleta. Sale despedida de la casa. No quiere hacer mucho ruido, pero tiene prisa.

-¡Eh! Sales diez minutos tarde...

-Era lo que necesitaba para hacer la maleta. Ayer no pude. Mi madre me habría pillado.

-¿Tienes los billetes? ¿Los carnets?

Amanda los saca del bolsillo de su chaquetón de lana. Sonríe. Es una sonrisa victoriosa y delincuente. Raquel la ayuda a meter la maleta en el pequeño maletero de su coche. Montan rápido en sus respectivos asientos. Raquel acelera a fondo. No hay nadie en las carreteras de la ciudad a esas horas. Amanda pone la música. Ambas sonríen.

-¿Crees que tu madre sospecha algo?

-Para nada... Se llevará una sorpresa...

Raquel asiente. Está nerviosa. En el fondo hay una inseguridad que le dice que todos sus planes improvisados tienen muchas posibilidades de fracasar.

¡Vacaciones a la obra!Where stories live. Discover now