Dos horas después. El aeropuerto está repleto de gente. Las colas parecen ir para largo, pero resultan ser fluidas. Un señor mayor consulta quién sabe qué dudas en las taquillas de información. Una mujer discute con su marido sobre la hora de salida de sus respectivos vuelos. Por otro lado un pequeño niño deja su oso de peluche en el detector, causando gracia a los guardias que a su vez cachean a otro hombre de sospechoso aspecto. Tras pasar las largas colas de entrada, la multitud sigue en aumento. Más y más filas de gente que se aproximan a diferentes salidas. Diferentes vuelos a diversos lugares del mundo. Al parecer a ninguno le ha hecho gracia el lujoso hotel en una isla privada. En la última puerta de salida aérea se encuentran Mateo y Jessica. Son los primeros en la cola de salida. Y hasta el momento los últimos. Un vuelo ya anunciado por megáfono y del cual muchos parecen indiferentes.
-¿Vamos a ser los únicos en ir a esa isla? –Pregunta Mateo, mirando sorprendido su alrededor. Jessica se ríe. Parece no importarle demasiado.
Dos chicas jóvenes corren con sus maletas de colores chillones a la fila.
-¿Es aquí seguro?
-Sí... Mira los papeles.
-¿Amazon Deluxe? –Les pregunta Mateo.
-Sí... -Asiente Amanda con la cabeza. –Vosotros también, ¿No? –Los dos hermanos asienten con una agradable sonrisa.
-¡¿A quién se le ocurre!? –Viene un hombre bien arreglado hacia la cola.
-Solo a él...- Se ríe Fran.
-Es la primera vez que vuelo... ¿Yo que voy a saber?
-¡Pero Pedro! ¿Para qué quieres llevar una navaja encima? –Juan y Fran se ríen a carcajadas de nuevo. Pedro les mira serio. Desvía su mirada a los demás, que los miran sonrientes.
-Me estáis dejando en ridículo...- Susurra, sonrojado. Ambos se dan la vuelta.
-¿Solo somos estos?
Un hombre fatigado aparca su maleta detrás de Pedro. Jadeante logra mencionar dos palabras.
-¿Amazon Deluxe? –Todos asienten, divertidos. Santiago sonríe, poco convencido. También le extraña que sean tan pocos, teniendo en cuenta que ha llegado más tarde de lo previsto.
Dos hombres trajeados aparecen delante de la cola. Uno lleva consigo las llaves de la puerta. La abre. El otro abre la cinta que impide el paso.
-Buenas. Pase...- Jessica le sonríe, y pasa.
-Buenas. Por favor ponga la maleta ahí.- Le dice el tipo a Mateo, señalando el peso de maletas. Vaya, mi hermana lleva el doble de maleta, y me toca pesarla a mí... Por qué será. Piensa.
Bajan una pequeña rampa. Siguen a una azafata rubia, muy bien arreglada. Sonríe. Quizá la única razón sea que debe hacerlo. Pero sonríe.
Un cuarto de hora. Las puertas vuelven a abrirse.
-Su billete, por favor...- Y uno por uno pasan todos.
-¡Wow! Es el avión más pequeño que he visto en mi vida...- Dice Jessica, sorprendida. Se lo piensa un par de veces. Sube las escaleras. Son algo inestables. El avión no parece muy nuevo.
-El lujo era solo en la isla... ¿No? –Le pregunta Mateo, subiendo detrás de ella.
Amanda para delante de las escaleras. Se gira. Agarra la maleta para cogerla en peso. Cuando va a girarse de nuevo se percata de algo. En el cristal del aeropuerto hay una cara conocida que le saluda.
-¡Tía, mira! –Señala al cristal, subiendo rápido al avión.
-¿Qué hace aquí tu madre? ¡Corre! –Ambas suben rápido al avión. No quieren que ahora se eche todo a perder.
-Pedro... Tienes que subir estas escaleras. No vayas a sentarte en el ala del avión. –Se ríe Juan. Fran le mira con una sonrisa. Pedro les hace un guiño. Intenta empujarlos.
Santiago mira hacia atrás. Intenta encontrar también él alguna cara conocida. ¿No vendrá Rosa? Se pregunta. Mira hacia delante. Quizá no debería... Aunque... ¡Bah! Y sube.
El avión resulta ser más espacioso por dentro. Los asientos no están numerados, pero no resulta ser un problema teniendo en cuenta que está prácticamente vacío. Santiago se ha sentado con Pedro. En la fila de al lado están Juan y Fran. Delante están Amanda y Raquel. A su lado Jessica y Mateo.
La azafata rubia aparece junto a una compañera. Es morena. Ambas se asoman al pasillo desde la parte delante. La nueva azafata, igual vestida, cuenta las ocho personas sentadas en el centro. Suspira aliviada. Se da la vuelta, y ambas desaparecen de nuevo, cuchicheando quién sabe qué cosas.
-Quizá esperaban menos gente... Y eso que somos pocos.
-¿Menos? A ver dónde nos llevan... -Se lamenta Santiago. Mira por la ventana. Una mujer de unos cincuenta años saluda enérgicamente tras el cristal, desde dentro del aeropuerto.
-No deja de hacerme señales... Está loca. –Amanda se tapa la cara con las dos manos.
-No hagas caso. Pensaba irse sin ti a este viaje... Se lo tiene merecido.
-Supongo que tienes razón... Aunque es un poco raro que vayamos tan pocos. ¿No?
-Bueno... Seguramente vayan más personas de otros aeropuertos.
El avión no tarda demasiado en deslizarse hacia el cielo. Todos siguen las indicaciones de la azafata. Movimientos bruscos. Algún que otro sobresalto entre nubes.
-¿Cómo es que nos llevan en este cacharro? –Le susurra Jessica de lado a Mateo, agarrándole del brazo, asustada.
-No lo sé... Pero para ser un hotel de lujo...
Raquel y Amanda no dejan de reírse. Comentan cualquier tontería que las distancie momentáneamente de aquel avión. Ambas parecen nerviosas. Parece que vayamos a estrellarnos.
Santiago se lamenta. Dios mío... Voy a potar. -¿Te traigo una bolsa? –Pedro hace gesto de levantarse.
-No, no... Estoy bien. Es que nunca había volado.
Pedro se ríe un poco. Es un avión un poco particular. Quizá la primera experiencia hubiera sido mejor en un avión más grande. Un avión cómodo y moderno.
Fran y Juan mantienen los ojos cerrados. Raro en ellos que no estén armando escándalo.
A través de esas pequeñas ventanas empañadas se observa un paisaje muy bonito. Todo es de colores fríos, pero vivos. Verdes, azules. De repente solo azul. Azul oscuro, azul más claro. Azul. De nuevo verde. Esta vez más oscuro. Árboles. Ahora piedras. Y de nuevo azul. Una multitud de azules colorean la escena.
-Es bonito.
-¿A qué te refieres? –Raquel la mira, sacándose el casco de la oreja derecha. Amanda toca la ventana con el dedo índice. –Ah, el mar, sí... Es bonito.
Pasan varias islas. Algún que otro barco que desde el cielo apenas se ve.
-¡Mira! –Señala hacia abajo Santiago.
-Alucinante... -Pedro mira asombrado una de las islas que pasan.
El avión está descendiendo. La isla cada vez se ve desde más cerca, aunque no llega a apreciarse del todo.
-Es un hotel fantástico...
-Desde luego...
El avión sigue. El vuelo no espera. La maravillosa isla y el precioso hotel pasan de largo. Pedro y Santiago se miran, con extrañas muecas. ¿No era ese el perfil de nuestro hotel?
Más mar. Una isla de nuevo. El avión desciende. Cinturones puestos. Nada que llame la atención demasiado, por ahora.
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¡Vacaciones a la obra!
RandomEl estrés del día a día y de los problemas que éstos conllevan, van a dar lugar a un emocionante viaje... Cuando éste grupo de excursionistas están a punto de entrar en unas vacaciones a todo confort, se dan cuenta de que lo que les espera está much...