CAPÍTULO VIII: ENCIERRO

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Ya he perdido la noción del tiempo y también es seguro que estoy perdiendo la cordura, pues hace días, cientos o miles, pero no podría decir cuantos que estoy encerrado en una celda que en realidad es como una cosa con cuatro paredes de madera y el techo también de madera y el suelo es de tierra y pasto. Todo es oscuro, apenas entran unos rayos de sol pero son muy pocos y de tanta oscuridad si los miro fijo me encandilan. A un costado hay un montón de paja que es donde yo he de dormir y me han dejado una cubeta también solo que no vinieron a cambiarla nunca y en un rinconcito hay una tabla de madera con cuatro cortas patas y me han dejado papel, pluma y tinta sabrá Dios para qué porque ellos desde que los vi en la playa no han aparecido y es que tal vez creo que me han dejado pero no, no me han dejado porque así como una vez al día alguien pasa y yo escucho cómo camina y además me traen la comida a la noche cuando yo duermo pero es solamente una comida al día y vaya que si sabré ahora lo que es pasar hambre porque esta comida tan miserable es.

Ay Dios, ay Dios, solo a vos me queda hablarte y es que te pido ayuda, ayuda todo el día y toda la noche porque ya no sé en qué más pensar ni qué más hacer en esta soledad y en este encierro.

He perdido mis cartas, todas mis cartas que yo le hice a Jaume y mi ropa y la cosas que el chamán me ha dado y sinceramente ya no me acuerdo mucho de lo que pasó, será que lo he soñado todo, o será que estoy muerto... Sí eso es posible, seguramente me morí o me mataron en la querida España y por eso yo me vine aquí y vi el paraíso que era todo bello y paz pero por mis pecado he de caer en este encierro que es el infierno.

Ay Dios, ay Dios, vos que sos Padre, Hijo y Espíritu Santo... os pido ayuda Dios, salvadme de mi desgracia... perdonadme, os lo suplico. No soy más que un hombre, un hombre miserable y desgraciado que se ha equivocado.

Diario de una ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora