Anduve frenéticamente de un lado a otro por la habitación del hotel, con los puños cerrados, barbotando furiosamente, mientras Evra observaba en silencio. —Voy a matarlo —murmuré finalmente—. Esperaré a que llegue el día, descorreré las cortinas, le atravesaré el corazón con una estaca, le cortaré la cabeza, y le prenderé fuego. —No eres de los que corren riesgos, ¿eh? —dijo Evra, tratando de sonar chistoso—. Imagino que también le sacarás el cerebro con una cuchara, y rellenarás el hueco con ajos. —¿Cómo puedes bromear en un momento como éste? —rugí. Evra vaciló. —Puede que no haya sido él. —¡No me salgas con eso! —ladré—. ¿Quién más podría haber sido? —No lo sé. —¡Les chuparon la sangre! —grité. —Eso es lo que los reporteros sugieren —dijo Evra—. No están seguros. —Tal vez deberíamos esperar —bufé—. Esperar a que mate a otros cinco o seis, ¿eh? Evra suspiró. —No sé lo que deberíamos hacer —dijo—. Pero pienso que primero deberíamos tener pruebas antes de ir a por él. Cortarle la cabeza a alguien es un acto irreversible. Si más tarde descubriéramos que estábamos equivocados, no podríamos rectificar. No podríamos pegarle la cabeza y decir “Lo siento, ha sido un gran error, olvidémoslo todo”. Él tenía razón. Matar a Mr. Crepsley sin pruebas era un error. ¡Pero tenía que ser él! Todas esas noches fuera, actuando de forma tan extraña, sin decirnos qué estaba haciendo... Todo concordaba. —Hay algo más —dijo Evra. Alcé la mirada—. Supongamos que Mr. Crepsley es el asesino. —No me cuesta aceptar eso —gruñí. —¿Por qué iba a hacerlo? —preguntó Evra—. No es su estilo. Lo conozco desde hace más tiempo que tú, y nunca le he visto ni he oído decir que haga esa clase de cosas. No es un asesino.
—Probablemente lo fuera cuando era un General Vampiro —dije. Le había contado a Evra mi conversación con Gavner Purl. —Sí —aceptó Evra—. Mataba a vampiros malvados, que merecían morir. Lo que estoy diciendo es que, si él mató a esas seis personas, quizá también merecían morir. Quizá fueran vampiros. Sacudí la cabeza. —Renunció a ser General Vampiro hace años. —Gavner Purl podría haberle persuadido de que volviera a unirse — dijo Evra—. No sabemos nada sobre los Generales Vampiros ni cómo trabajan. Quizá ésta sea la razón por la que Mr. Crepsley vino aquí. Eso sonaba más o menos razonable, pero no acababa de creérmelo. —¿Seis vampiros malvados sueltos en una ciudad? —inquirí—. ¿Cuántas probabilidades hay de eso? —¿Quién sabe? —dijo Evra—. ¿Tú sabes cómo actúa un vampiro malvado? Porque yo no lo sé, tal vez forman bandas. —¿Y Mr. Crepsley los eliminó él solo? —dije—. Los vampiros son duros de matar. No le habría costado matar a seis humanos, pero ¿a seis vampiros? No lo creo. —¿Quién dice que estuviera solo? —repuso Evra—. Quizá Gavner Purl estaba con él. Quizá hay un grupo de Generales Vampiros en la ciudad. —Tus argumentos son cada vez más débiles —comenté. —Es posible —dijo Evra—, pero eso no significa que esté equivocado. No lo sabemos, Darren. No puedes matar a Mr. Crepsley por una corazonada. Debemos esperar. Piensa en ello y verás que tengo razón. Me calmé y lo pensé. —De acuerdo —suspiré—. Es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero ¿qué tenemos que hacer? ¿Sentarnos y fingir que no pasa nada? ¿Informar a la policía? ¿Preguntárselo directamente a él? —Si estuviéramos en el Cirque Du Freak —musitó Evra—, podríamos decírselo a Mr. Tall y dejar el asunto en sus manos. —Pero no estamos en el Cirque —le recordé. —No —dijo—. Estamos solos. —Sus sesgados ojos se estrecharon aún más mientras meditaba sobre ello—. ¿Qué te parece esto? Le seguimos cada noche cuando se vaya, vemos a dónde va y qué hace. Si descubrimos que es el asesino, y que aquéllos eran humanos corrientes, entonces le mataremos.
—¿Tú harías eso? —pregunté. Evra asintió. —Nunca he matado a nadie —dijo en voz baja—, y no soporto la idea de tener que hacerlo. Pero si Mr. Crepsley está asesinando sin una buena razón, te ayudaré a matarle. Preferiría que alguien más se encargara de esto, pero como no hay nadie... Su rostro estaba serio, y supe que podía confiar en él. —Pero tenemos que estar seguros —me advirtió Evra—. Si existe la más mínima duda, no podemos hacerlo. —De acuerdo —dije. —Y tiene que ser una decisión conjunta —añadió Evra—. Tienes que prometerme que no lo matarás sin mi aprobación. —Está bien. —Hablo en serio —me dijo—. Si creo que Mr. Crepsley es inocente, y tú vas tras él, haré lo que sea para detenerte. Aunque tenga que… — Dejó la frase sin acabar. —No te preocupes —dije—. No estoy impaciente por hacerlo. Me he acostumbrado a Mr. Crepsley. Lo último que desearía hacer es matarle. Yo estaba diciendo la verdad. Me habría encantado que mis sospechas fueran infundadas. Pero tenía la terrible sensación de que no lo eran. —Espero que estemos equivocados —dijo Evra—. Decir que lo mataremos es fácil, pero hacerlo no lo sería en absoluto. Él no es de los que se quedan quietos sin hacer nada mientras le atacan. —Nos preocuparemos de eso a su debido tiempo —dije—. Por ahora, vuelve a subir el volumen. Si tenemos suerte, la policía resolverá el caso y no se tratará más que de algún humano desquiciado que ha visto demasiadas películas de Drácula. Me senté junto a Evra, y pasamos el resto de la noche viendo las noticias, sin hablar apenas, esperando que el vampiro (¿el asesino?) regresara.