CAPÍTULO 11

133 5 0
                                    

Espiar a Mr. Crepsley no fue sencillo. La primera noche lo perdimos después de un par de minutos: subió disparado por una escalera de incendios y para cuando llegamos a lo alto ya no se le veía por ninguna parte. Deambulamos por la ciudad unas cuantas horas, esperando tropezarnos con él, pero no le vimos el pelo durante el resto de la noche. Aprendimos de aquella experiencia. Mientras Mr. Crepsley dormía al día siguiente, fuimos y compramos un par de teléfonos móviles. Evra y yo los probamos fuera antes del anochecer, y funcionaban muy bien. Aquella noche, cuando Mr. Crepsley subió a la azotea, Evra se quedó abajo. No podía moverse tan rápido como yo. Por mi parte, era capaz de seguirle el rastro al vampiro y pasarle la información a Evra, que nos seguía desde el suelo. Incluso yendo yo solo, resultaba difícil seguirle el ritmo. Mr. Crepsley podía moverse mucho más rápido que yo. Afortunadamente, él no tenía ni idea de que yo iba tras él, así que no iba tan rápido como habría podido, ya que no imaginaba que tuviera necesidad de hacerlo. Le tuve a la vista durante tres horas aquella noche antes de perderle cuando se deslizó hasta la calle y cogió un par de curvas que me despistaron. La siguiente noche me pegué a él hasta casi el amanecer. Las pautas variaban: algunas noches lo perdía después de una hora; otras le seguía el rastro hasta que amanecía. Él no hacía gran cosa mientras lo estaba siguiendo. A veces se detenía en un lugar durante largo rato por encima de una multitud de gente y les observaba en silencio (¿escogiendo a su próxima víctima?). Otras veces vagaba sin parar. Sus rutas eran impredecibles: podía ir por el mismo camino dos o tres noches seguidas, o probar nuevas direcciones completamente distintas cada noche. Era imposible anticipar sus movimientos. Evra acababa exhausto al final de cada noche (solía olvidárseme que no era tan resistente como yo) pero nunca se quejaba. Le dije que podía quedarse en casa unas cuantas noches si quería, pero negaba con la cabeza e insistía en venir conmigo. Quizá pensaba que yo iba a matar a Mr. Crepsley si él no estaba cerca. Quizá tenía razón.
No se habían descubierto cadáveres recientes desde los seis del edificio en ruinas. Se había confirmado que a los cuerpos se les había extraído toda la sangre, y que eran seres humanos normales: dos hombres y cuatro mujeres. Todos eran jóvenes (el mayor tenía veintisiete años) y de diversas partes de la ciudad. La desilusión de Evra fue evidente cuando escuchó que las víctimas eran personas normales (todo le habría resultado más fácil si hubiesen sido vampiros). -¿Podrían los médicos establecer la diferencia entre un humano y un vampiro? -inquirió. -Por supuesto -repliqué. -¿Cómo? -Por los diferentes tipos de sangre -dije. -Pero les extrajeron toda la sangre -me recordó. -Sus células no son iguales. Los átomos actúan de una forma extraña en los vampiros... Ésa es la razón por la que no pueden ser fotografiados. Y tienen uñas y dientes súper duros. Los médicos lo sabrían, Evra. Yo estaba intentando mantener la mente abierta. Mr. Crepsley no había matado a nadie mientras le había estado siguiendo, lo cual era un buen signo. Pero por otro lado, quizá estaba esperando a que pasara el alboroto antes de volver a atacar. De momento, si alguien tardaba en llegar a casa del colegio o del trabajo, la alarma sonaría inmediatamente. O tal vez ya había matado. Quizá sabía que le estábamos siguiendo y sólo mataba cuando estaba seguro de habernos perdido. No era probable, pero yo no lo descartaba por completo. Mr. Crepsley podía ser astuto cuando quería. No me sorprendería nada tratándose de él. *** Aunque me pasaba durmiendo la mayor parte del día (para poder mantenerme despierto durante la noche) me empeñé en estar despierto el par de horas anteriores a la puesta del Sol para pasar un rato con Debbie. Normalmente iba a su casa y nos sentábamos arriba, en su dormitorio, y escuchábamos música y charlábamos (yo intentaba siempre reservar fuerzas para la persecución nocturna) pero a veces íbamos a pasear o a ver tiendas. Estaba decidido a no dejar que Mr. Crepsley arruinara mi amistad con Debbie. Me encantaba estar con ella. Era mi primera novia. Sabía que tendríamos que romper tarde o temprano (yo no olvidaba lo que era) pero no haría nada para acortar el tiempo que pasáramos juntos. Dedicaba mis noches a perseguir a Mr. Crepsley. No iba a dedicarle mis días también. -¿Cómo es que no te quedas después de oscurecer? -me preguntó ella un sábado cuando salimos de la función de la tarde. Me había despertado más temprano de lo habitual para así poder pasar el día con ella. -Tengo miedo de la oscuridad -lloriqueé. -En serio -dijo ella, pellizcándome un brazo. -A mi padre no le gusta que esté fuera de noche -mentí-. Se siente un poco culpable, por no estar durante el día. Le gusta que Evra y yo nos sentemos con él por la noche y que le contemos qué tal nos ha ido. -Estoy segura de que no le importará que estés fuera en este momento -protestó Debbie-. Te dejó salir la noche de nuestra primera cita, ¿no? Sacudí la cabeza. -Salí a escondidas -dije-. Se puso como loco cuando se enteró. No me habló en una semana. Por eso no te lo he presentado... Todavía está furioso. -Parece un viejo mezquino -dijo Debbie. -Lo es -suspiré-. Pero ¿qué puedo hacer? Es mi padre. Tengo que aguantarle. Me sentía mal mintiéndole, pero de ningún modo podía contarle la verdad. Sonreí para mí cuando me imaginé dándole la noticia: "¿Sabes ese tipo que te dije que es mi padre? No lo es. Es un vampiro. Oh, y creo que es el que mató a aquellas seis personas". -¿Por qué sonríes? -preguntó Debbie. -Por nada -dije enseguida, borrando la sonrisa de mi cara. Era una extraña doble vida (un chico normal por el día, un mortífero rastreador de vampiros por la noche), pero la estaba disfrutando. Si hubiera sido un año antes, me habría sentido confuso; me habría agitado en mis sueños, angustiado por lo que la próxima noche pudiese depararme; mis hábitos alimenticios se habían visto afectados y estaría deprimido; probablemente habría elegido concentrarme en una única cosa a la vez, y dejar de ver a Debbie. Ahora no. Mis experiencias con Mr. Crepsley y el Cirque Du Freak me habían cambiado. Era capaz de representar dos papeles distintos. De hecho, me gustaba la variedad: rastrear al vampiro por la noche me hacía sentir grande e importante (¡Darren Shan, protector de la ciudad durmiente!) y ver a Debbie por las tardes me devolvía la sensación de ser un chico humano normal. Poseía lo mejor de ambos mundos. Eso acabó cuando Mr. Crepsley empezó a rondar a su siguiente víctima: el hombre gordo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 20, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

TÚNELES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora