Compañeros de vuelo

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_¡Vas a llegar tarde! -profirió Evelyn Vega a su hija, quién no dejaba de revolver con vehemencia entre los montones de ropa almacenados en su placard.

_Ya voy... ya voy -dijo Alexis arrojando otro par de pantalones al piso de porcelanato.

Pocas veces en sus cortos veinte años de vida había llegado tarde a algún sitio, de modo que era de suponer que aquello que se empecinaba en encontrar debía de ser de suma importancia para ella.

_¡Voilà! -vociferó al fin extendiendo un pequeño vestido azul marino- esto es lo que me faltaba.

Sostenía entre sus manos la prenda de vestir que llevaba al momento de conocer a su adorado príncipe, justo del mismísimo color que él. De ninguna manera podía faltarle en la valija. Lexie había pasado su niñez y entera adolescencia deseando vivir un romance como los que describe Nicholas Sparks en sus novelas, y por fin sentía que había dado con el hombre indicado para acompañarla. Benjamin Patterson, su reciente novio, se parecía mucho a lo que cualquier mujer describiría como "estereotipo de hombre perfecto e inalcanzable", y aunque quizás su historia no incluyese todo el drama que precede al desenlace cursi y empalagoso de los libros que Lexie adoraba, aún así era una relación prometedora y nuestra enamorada cuidaba cada detalle de ésta con obstinación.

Una vez que el personal doméstico terminó de cargar el equipaje, Lexie se tomó unos momentos para despedirse de su familia. Esa era la primera vez que la muchacha se alejaría de su casa de Nueva York durante tanto tiempo -seis meses para ser exactos-, y a pesar de que conocían la gran desenvoltura de su hija y su capacidad para cuidar de sí misma, ni su madre ni su padrastro se sentían preparados para enfrentar la situación. Evelyn se enjugó un par de lágrimas de la mejilla y, sin perder su característica elegancia, estrechó entre sus brazos a su primogénita.

_Prométeme que vas a llamar cada semana -dijo sosteniendo el rostro de la joven entre sus manos para luego plantarle un delicado beso en la frente.

_Lo haré mamá.

Howard, su padrastro, esperaba su turno a unos cuantos metros de distancia, y, cuando por fin llegó, se encargó de refrescar a la memoria de Alexis todo tipo de asesoramiento necesario para una regia estadía en Europa; desde consejos económicos hasta ciertos tips de dialecto británico que de seguro no utilizaría, ya que Ben y su familia eran oriundos de América y su interés social no abarcaba más allá de los Patterson.


Habiéndose ya despedido de su familia y habiendo chequeado que la batería de su móvil estuviese en cien, Lexie cogió su cárdigan y su bolso de mano y se dirigió al coche que esperaba por ella en la acera. El vuelo sería productivo según suponía; Gran Bretaña no era un sitio cercano, de modo que tendría tiempo para leer algo de cultura inglesa sin distracciones... a pesar de que ya conocía gran parte de la misma. Durante sus años en la preparatoria, Alexis se había abocado completamente a sus calificaciones y, gracias a su dedicación y gran intelecto, no sólo era considerada la más bonita de su clase sino que también poseía el mejor promedio de todo el instituto. No podían faltarle demasiados conocimientos de ese tipo.

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