¿Qué demonios?

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Alexis bajó del vehículo escoltada por su novio. Frente a ellos se alzaba la suntuosa fachada del  Wellspring Hotel, una maravilla incluso para los ojos de aquellos acostumbrados a la opulencia y la ostentación. A pesar de su ubicación -en el mismísimo corazón de Londres-, su estructura era más bien contemporánea, pero aún clásica y tan elegante como una construcción victoriana.  Las paredes blancas sostenían una hermosa iluminación exterior instalada sobre las mismas, la cual constaba de una espaciada fila de pequeñas y cálidas luces halógenas, una entre cada ventanal -había muchos de ellos-. Desde afuera podían apreciarse el interior del lobby y la recepción, ambos ambientados de una forma tan sublime que rozaban el límite de lo vintage y lo moderno. Aquel sería su lugar de residencia durante varios meses y Lexie definitivamente no objetaría al respecto.

Ingresaron en el establecimiento y fueron ambos recibidos cordialmente por miembros del personal, quienes dispusieron las valijas en un carro maletero y se encargaron de trasladarlas a la habitación. Alexis reparó en el hecho de que los empleados, además de dirigirse a Benjamin con excesivo y genuino respeto, también lo hacían con una gran cuota de cariño. Un cariño que les era recíproco. A nuestra joven no dejaba de sorprenderle siquiera un momento cuán maravilloso era su príncipe azul. Se sentía verdaderamente afortunada; orgullosa de sí misma por ser merecedora de alguien que a sus ojos era nada más y nada menos que perfecto. Aunque claro que no se sorprendía de ello, jamás había tenido la oportunidad de cuestionarse si existiría en algún sitio algo para lo que ella no fuese digna. El mundo se había encargado de que ese pensamiento nunca diese vueltas en su cabeza. Pero sí se enorgullecía, y mucho, porque Ben era como un gol de medio campo, como un glorioso logro de reconocimiento que a uno le corresponde pero que nadie le garantiza que va a llegar. Otra anotación impecable de Alexis Vega, otro éxito para su historial abarrotado. Pero, además, era casi un príncipe de cuentos que cumplía con todas las expectativas que acumulaba desde niña, y su presencia le generaba una ternura y cariño tan inmensos que estaba segura de que éstos sentimientos podían perfectamente traducirse como amor. No existían dudas, para ella ni para el resto, de que había dado con el hombre indicado.  

_¡Querida! -una voz femenina sacó de pronto a Lexie de su trance

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_¡Querida! -una voz femenina sacó de pronto a Lexie de su trance.

Judy Patterson se acercaba a ella velozmente, acompañada por el sonido seco del repiquetear de sus Louboutins. La madre de Ben era una mujer tan sofisticada como imponente, y aún a sus cincuenta años conservaba gran parte del atractivo físico que la había consagrado Miss Estados Unidos a sus veinte. Alexis había desarrollado fácilmente una gran admiración hacia ella, ya que no sólo se trataba de una mujer radiante, sino que presidía casi a la distancia uno de los más exclusivos comités femeninos de la elite neoyorquina.

_¡Judy! -ambas damas se unieron en un abrazo sutil pero afectuoso- ¡Qué placer verte de nuevo!

_Lamento que mi esposo no esté aquí, no ha podido posponer sus reuniones -se disculpó cogiendo las manos de su nuera- pero hemos organizado un cóctel de bienvenida para tí, espero no estés muy cansada esta noche. 

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora