«TAVISI»

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— Mañana es el día, hyung.

Jimin sonríe tan ampliamente que sus ojos son totalmente dos medias lunas debajo de sus perfectas cejas. Yoongi siente que puede vomitar de lo estúpidamente hermoso que es ese muchacho, pero aquel pensamiento permanece como eso, sólo una idea en su cabeza.

— Mañana es —contesta pacientemente.

— ¿Cómo te fue en el examen? —El menor recarga su cabeza en una de sus manos.

— Supongo que bien —dice llanamente, aparentando ser un sujeto cool.

Como si no hubiese pasado tres meses estudiando como loco para ese jodido examen que acreditaba su escuela media-superior como conclusa. Yoongi sonríe de forma altanera, esa sonrisa que provoca un sonrojo en las mejillas de Jimin.

— El señor Kim dijo que ya hay un lugar en la facultad de artes para ti —frunce sus labios en un puchero—. No me gusta eso, porque ese lugar queda súper lejos de mi facultad... ¡como a diez minutos!

— Viajas por una hora y media para venir aquí cada tres días, y eso no te molesta —Yoongi arruga su entrecejo—. Creo que tu sentido de la relatividad está dañado, niño.

El menor se carcajea contagiosamente, lo cual llama la atención de algunas personas de alrededor.

— Claro que me molesta —admite—. Pero si es lo que tengo que hacer para verte... —alza los hombros.

El mayor siente la vergüenza subir lentamente a su rostro y niega lentamente mientras con su mano libre cubre su cara.

— ¿Te sonrojaste? —Jimin pregunta con entusiasmo.

— No —contesta secamente.

— ¡Oh, sí! Sí lo hiciste —ríe nuevamente.

El menor estira la mano hacia el frente y la realidad lo golpea cuando su mano choca con aquel grueso vidrio que lo separa de Yoongi. Su sonrisa desaparece, y un aura triste cae en sus hombros. Jimin muerde su labio inferior y baja la vista, decaído.

Esta, definitivamente, es la parte que Yoongi más odia; cuando el rostro angelical del niño loco se ensombrece por la tristeza. Cuando se dan cuenta que Jimin es libre y Yoongi está cautivo. Cuando sólo pueden escuchar la voz del otro a través de un teléfono alámbrico. Cuando sus citas son en la sala de visitas de un reclusorio.

Yoongi se odia un poco, se arrepiente (sólo un poco) de haber hecho tantas estupideces en el pasado y ahora no poder sentir el calor del pequeño cuerpo de Jimin.

— Desde hace días que tu cabello ya no es rojo —dice espontáneamente el mayor.

Jimin alza la cara, con una sonrisa melancólica mientras toma uno de sus semi-largos mechones.

— El tuyo ya no es verde —y, efectivamente, la cabellera de Yoongi regresó al castaño obscuro natural—. Pensaba que, cuando salieras, podríamos ir a pintarlo juntos.

— No lo sé —el pálido se cruza de brazos—. Me gusta cómo te ves castaño.

Es el turno de Jimin para que su rostro se vuelva completamente rojo, hasta las orejas, por el simple e insípido cumplido del mayor. Sonríe y suelta un pequeño grito por lo bajo.

— ¡Quince minutos! —Grita el guardia del lado de las visitas.

El menor suspira pesadamente.

— Entonces, es turno de Hoseok hyung —rueda los ojos.

— Eres tan infantil —regaña Yoongi—. Me enteré de que le has dicho a Hoseok que las visitas empiezan veinte minutos después de cinco para tú entrar antes y quedarte más tiempo.

— Hoseok hyung te tuvo por años —exagera con el tono de voz—. Es mi turno de disfrutarte.

Min Yoongi no lo admite, como una de tantas cosas, pero es casi placentero saber que Park Jimin es jodidamente posesivo.

— Pasaré a recogerte mañana. Noona también vendrá —anuncia emocionado—. Nos vemos—sonríe mientras lanza un beso al aire.

[...]

Min Yoongi es, oficialmente, un ciudadano reintegrado a la sociedad una vez que pone un pie fuera de aquel reclusorio. Trescientos sesenta y cinco días fueron una eternidad (el pensar que la condena original serían cinco años daba escalofríos).

En el estacionamiento divisa a lo lejos la pequeña y fornida silueta de un Jimin tiritando por el frío. El chico está de pie junto a una camioneta negra, solo, esperando con impaciente con las mejillas partidas por el viento helado y las manos escondidas en el abrigo.

En cuanto los pequeños ojos reconocen a Yoongi, una sonrisa enorme se estampa en su rostro. Jimin corre como si no hubiera un mañana, con los brazos abiertos y las lágrimas rodando por su rostro. Yoongi instintivamente abre sus brazos.

Un abrazo. El primer abrazo que recibe de Jimin desde aquella noche llena de llanto y gritos en la que decidió entregarse a la policía. Un abrazo tan cálido que casi quema. El menor esconde el rostro en el cuello de Yoongi, gimoteando de alegría y sin poder dejar de llorar.

— Hyung —susurra entre lágrimas—. De verdad... te... te extrañé tanto —estruja el delgado y pálido cuerpo del ex-convicto entre sus brazos, como asegurándose de que aquello fuera real—. Te quiero.

Yoongi enreda sus dedos en los cabellos castaños del menor, sintiendo un nudo en la garganta. Las ganas incontenibles de llorar como máximo punto de alegría.

— Te quiero mucho, Jimin.

Llamada entrante [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora