Cap. 3

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Suena el despertador anunciándome que ya son las 06:30 am de la mañana del tan esperado viernes. Me levante de la cama a regañadientes. Fui al baño, me duche, cepille los dientes, me puse el tradicional uniforme de la secundaria: una camisa blanca, una falda gris azulada, y una corbata del mismo color. Me estaba olvidando de leer la Biblia y orar pero no importa, lo haría más tarde.

Baje al primer piso, me dirigí hacia la cocina, allí tome una manzana del refrigerador y me despedí con un beso de mi padre, pues ya se iba a trabajar.

Llame a Katherine para avisarle que ya iba de camino a su casa para que nos vayamos juntas al colegio. Me dijo que está bien, que me estaría esperando. Emprendí mi camino más animada que de costumbre, no sé si era porque ya era viernes o por lo que mis ojos habían estado mirando el día de ayer.

Ya casi llegábamos al colegio cuando vimos a Kelvin viniendo hacia nosotras con la gran sonrisa que lo caracterizaba & corriendo con unos patines extra grande. Ambas rodamos los ojos, a la vez que soltamos un gran suspiro. Éramos afortunadas de tener un amigo como el, sin embargo, a veces era muy pero muy extraño, y créanme que no exagero.

Cuando llego donde estábamos nosotras, nos miramos todos entre sí, y nos echamos a reír sin aparente razón. Los demás nos miraban como si fuésemos unos monos vestidos de rana pero eso no era algo que nos preocupara. Ni mucho menos a Kelvin, él era uno de los chicos más populares de la secundaria gracias a sus locuras. Si sé que suena raro que un chico popular se junte con dos chicas súper corrientes y la razón es que pertenecíamos a la misma religión.

De repente, pasó un vendedor ambulante de algodón de azúcar y le hicimos señas para que se detuviese a vendernos, puesto que a todos nos encantaban. Cuando ya todos teníamos el nuestro en la mano y me dispuse a pagarlos. Alguien me dijo:

-Las chicas bonitas no pagan nada, cuando hay hombres cerca. –sentí como Kelvin agacho la cabeza, un poco avergonzado; yo me quede atónita por la acción; y, Katherine solo se dedicó a mirarnos, entretenida. Luego ella rompió el silencio.

-Bueno, no sé qué sucede aquí. Pero, gracias, chico lindo. –le dijo con una gran sonrisa.

-Es Edward Menéndez. –respondí mientras le daba un ligero golpe con mi codo.

-¿Qué te sucede? ¿Estás celosa? –dijo Kelvin.

-¿Cómo voy a estar celosa de él, si no nos conocemos?

-Ganas de eso no me faltan. Solo espero una señal de tu parte que indique que puedo tratar de romper el hielo que nos separa. –dijo, mientras me miraba directamente los ojos.

-¡Ja! Creído. –le dije.

-Esto me huele a amoor. –canturreaban mis amigos.

-No me enamorare de él. Es un engreído. –dije enojada.

-Así empezaron papi y mami. –dijo Katherine, emocionada.

-Estás loca. –les dije. 


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   Cuando estábamos en el Taller de Comprensión Lectora, no preste ni la más mínima atención, debido a que no dejaba de molestar a Kelvin realizándole preguntas acerca de ese chico.

-Es lindo, ¿verdad?

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes?

-Soy un hombre Julieta, no me ando fijando si los demás chicos son lindos o no.

-¡Oh, por Dios! ¡Cuánta ignorancia! –susurre en mi asiento. –Pero, dime, ¿qué más sabes de el?

-Ya te conté todo lo que se. –dijo un poco cansado.

-Debes saber algo más. Algo que no me quieres decir.

-Bien, me rindo. Él vive solo porque su madre fue asesinada por su padre, debido a que el la encontró siéndole infiel en su propia casa.

-Waoo! Que horrible. Ella actuó muy mal, pero el... Que Dios lo perdone. No le importo dejar a su hijo huérfano y desamparado solo por una infidelidad. No lo concibo.

-Así es...

-Chicos, ¿tienen algo que compartir con la clase? –dijo la maestra.

-Solo comentábamos que debemos de tratar de arreglar nuestros problemas sin utilizar la fuerza bruta, sino usando el razonamiento crítico, del cual hemos sido dotados; tal y como nos enseña la obra literaria que estamos analizando el día de hoy: ''La Madre, de Máximo Gorki''.

-¡Excelente! –dijo la maestra Florinda Mesa, a la vez que todos aplaudían mi respuesta.

-Eres genial, July. Te quiero muchísimo. -me dijo Kelvin.

-Me too. –le respondí.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sí, claro.

-¿Aun sigues interesada en Edward después de lo que te conté?

-Ahora más que nunca. –le respondí decidida.

Después de esto, nos mantuvimos callados durante el resto de la clase; aprendiendo más acerca de Máximo Gorki y todo lo que aporto mediante sus obras literarias.

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Edward & Julieta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora