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-¡AGH! – Dije con frustración –No puedo creer que siga desafinando.

Llevaba días intentando cantar lo mejor posible y siempre desafinaba en la misma parte. Mackenzie se ofreció en ayudarme, pero lo único que hacía era acostarse en mi cama a escucharme y soltar pequeñas risitas cuando soltaba algún gruñido de frustración. 

-Al menos estuvo mejor que el último – se sentó, colocando las piernas en posición de indio mientras acomodaba sus lentes – No te estreses tanto por eso, cantas bien.

-Lo dices porque tú cantas bien y no desafinas como cabra a cada momento, me refiero, quiero hacerlo, lo intento, practico todo lo que puedo pero no me sale. – empecé a caminar en círculos por la habitación.

Mackenzie soltó una pequeña carcajada, lo cual hizo que mi cordura se tambaleara en el borde de un precipicio, pero antes de que pudiera hacer o decir algo, mi madre entro en la habitación.

-Hola Kenzie – se acercó a darle un abrazo como si de su hijo se tratase y este se lo devolvió con gusto.

-Hola madre, aquí está tu hija, también te quiero – dije de forma sarcástica.

- Invitados primero, Allison –voltee mis ojos.

-Lo que falta es acomodarle una habitación.

-Celos, celos, porque sabes que ella me quiere más a mí. - canturreo Mackenzie cuando mi madre se dignó a saludarme como era debido y soltó una risita por el comentario.

-Bueno chicos, hare la cena ¿algo que quieran en específico?

Mackenzie y yo intercambiamos miradas, para luego encogernos de brazos dejando que mi madre hiciera lo que ella quisiera

-Ambos son iguales. – dicho esto se retiró de la habitación, tarareando una canción que posiblemente haya escuchado en la radio de camino a casa.

-Es un amor.

-No vives con ella. – le contesto a Mackenzie, que se levantó de mi cama para agarrar la guitarra, se sentó en banco situado frente al teclado y me indico a que hiciera lo mismo.

Sabía perfectamente cuál era la canción, y de no ser porque él la compuso, diría que es una de mis favoritas, pero solo para molestarle la paciencia siempre demostraba lo contrario.

-¿Cuántas veces seguirás cantando la misma canción frente a mí? – comenté cuando terminó.

-Hasta que admitas que te encanta y qué es tu favorita, ambos sabemos que lo es, pero me quieres molestar –sonrió de esa manera tan peculiar que él tiene.

<<Vaya, si me conoce bien este chico.>>

-Vamos Lili, sabes que te gusta – colocó la guitarra nuevamente en el suelo – al igual que yo en el jardín de niños.

Ambos nos reímos de ese recuerdo, teníamos tan solo cuatro años y yo le pedí matrimonio con un anillo hecho de plastilina, el cual él rompió y lo acusé con la maestra por romper mi corazón y no aceptarme, pero antes de que ella lo reprendiera, me terminó proponiendo matrimonio con otro hecho por él.

-Eras horrible, parecías un sapo en ese entonces.

-Tal vez solo necesite el beso de una princesa.

-¿Me estas pidiendo que te bese? –enarqué las cejas.

-Dije princesa, no un elfo.

La mirada que le dediqué fue de odio profundo con una chispa de travesura, pero antes de que yo pudiera hacer algo, Mackenzie ya había captado la señal y salió corriendo de la habitación, lo seguí a todo dar, y como era de costumbre en estos casos, usó a mi madre como escudo.

-¡DIOS MÍO! TENGAN CUIDADO –grito mi madre por los nervios de que ocasionáramos algún accidente en la cocina.

A las 7 de la noche ya la cena estaba servida, y Charlie, el esposo de mi madre, se había unido a nosotros en la mesa. Siempre que Mackenzie y Charlie se veían, empezaban a hablar de cualquier deporte que estuviese de temporada.

Charlie es lo más cercano a un padre que he podido tener en la vida. Mi padre se fue de casa cuando yo había cumplido un año y Charlie llego cuando yo tenía tan solo tres años, a lo que debo darme el crédito completo de esa unión, ya que, si no fuera porque me escape de mi madre en aquel supermercado y no me hubiese guindado en la pierna de ese hombre, el no estaría hoy aquí con nosotras.

-¿Vendrás mañana? – le pregunte a Mackenzie mientras lo acompañaba a la puerta de la casa

-Posiblemente, Charlie me invitó a ver el partido y...

-Te quedarás mañana – sonreí – eres como el hijo que no puede tener.

-Te tiene a ti.

-Pero a mí me encanta hablar de deportes. –conteste con ironía.

-Tienes un punto.

Hubo un silencio en el que solo nos miramos, que término siendo una corta despedida. Al voltearme, me encontré con mi madre recargada en el umbral de la puerta, secándose las manos con un trapito de cocina y me sonrió. 

<<No otra vez...>>

-¿Sabes lo mucho que adoro a ese chico?

-¿Sabes lo mucho que me has dicho eso?

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¡Hola! Soy nueva en esto y de verdad me gustaría que te quedaras a leer mi historia...
Mmm... entro en pánico.

Comenta y vota, te lo agradecería muchísimo y eso me darían muchas más ganas de seguir escribiendo.
Los quiero ♡
~LittleGirl~
PD: Juro que buscaré la manera de encontrar una mejor portada pero es lo que se tiene por ahora.

HeartbeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora