El pelinegro recorría los estrechos pasillos del pequeño departamento que compartía con los demás miembros, con completo sigilo, intentando no hacer ni el más mínimo ruido en cada paso. Realmente se estaba tomando muy en serio el infantil juego.
Interiormente comenzó a canturrear la palabra "comida" mientras seguía con cautela el pasillo que le llevaría directo a la cocina, rezando para que se encontrara desierta.
Pero se equivocó.
Cuando entró lo primero que vio fueron dos figuras bajo la mesa, provocando el chirrido de las sillas contra el suelo con cada movimiento. Enarcó una ceja y se agachó lentamente para descubrir la identidad de ambos individuos, de los cuales apreció que uno se encontraba sin camiseta.
- ¿Rapmon? -pasó su vista de uno a otro, deteniéndose en el torso desnudo del líder y desviándola de nuevo a la enrojecida cara del mayor del grupo. - ¿Jin?
- ...
- ¿Qué hacéis?
- Echar un polv-
- ¡Namjoon cállate! - Mierda, prefería no haber preguntado nada, pues como Jin volviera a soltar uno de esos gritos, seguro que los encontrarían a los tres en menos de medio segundo. - Estábamos escondidos.
- ...
- Y Namjoon me dio su camiseta por romperme el suéter rosa -siguió explicando bajo la divertida mirada del rubio y la extraña expresión del pelinegro, quien a pesar de mantenerse callado, no se creía ni media palabra.
- ¿Y la cremallera de su pantalón está bajada porque...
- ¡Po-porque... -tragó saliva y miró a su alrededor, buscando alguna pista que le ayudara a inventar una excusa, y la encontró al devolver la vista a los vaqueros del líder, quien esperaba expectante la excusa que inventaría su mayor. - ¡Porque también me los iba a dar! ¡Quítatelos ahora mismo, Namjoon! -ordenó de improviso, pillando por sorpresa a los otros dos integrantes.
El bailarín decidió dejar pasar el tema y seguir con su cometido, haciendo como que no había visto nada, cosa bastante difícil, pues no pasó ni medio segundo de ponerse en pie cuando la voz de Jin volvió a hacerse presente, aunque ahora casi en susurros y con unas palabras muy distintas.
- A-ash, Namjoon, espérate un momento a que al menos se va... se vaya... ¡Joder Namjoon, estate quieto!
El sobrante en esa escena no tardó ni medio segundo en agarrar la primera bolsa de regalices, una comida muy silenciosa, y salir corriendo de allí, sin siquiera cerrar la puerta a su espalda. En estos momentos lo que menos quería era presenciar una escena porno de esos dos ineptos para el baile.
Ya imaginaba la sonrisa que pondría Taehyung al verle llegar. Podía vislumbrar en su mente perfectamente como sus mejillas se elevarían, como sus ojos se alinearían y su boca formaría un adorable e infantil rectángulo, mostrando su perfecta dentadura.
Solo por verle de esa forma, había valido la pena arriesgarse.
Y con esos pensamientos siguió caminando, ahora sintiéndose más seguro a pesar de que la probabilidad de ser pillado era la misma o incluso más alta, ya que ahora llevaba una ruidosa bolsa de plástico en sus manos. Pero el sonido que pudiera hacer esta, fue rápidamente opacado por unas voces provenientes del armario por el cual estaba cruzando. Frunció el ceño y se acercó, pegando la oreja a la superficie de madera para distinguir mejor ma conversación.
- A-ah, hyung, pa-para...
- El otro día no me pedías eso...
- Tampoco t-te pedí lo que me diste...
- ¿Ah no? Tú dijiste que te enseñara una página porno y yo te mostré lo que querías en vivo y directo.
- Ca-cállate hyuuuung, es vergonzoso...
- Aw ~ Eres tan lindo, Kookie. -pegó más la oreja, intentando distinguir mejor las voces, las cuales obviamente había clasificado a los dos miembros de Busan. Sabía del fingido acoso de Jimin a Jungkook frente a las cámaras, pero jamás imaginó que continuara tras ellas. - Ven aquí.
- A-ah, no to-toques...
- Si estás así es porque te gusta, no finjas.
- N-no finjo, m-me da vergüenza, s-se siente raro y la otra vez d-dolió mucho al principio.
- Esta dolerá menos, te lo prometo.
Y después de eso Hoseok consideró que había escuchado suficiente, así que sin cambiar esa expresión traumada de su rostro, continuó su trayecto, casi sin ser consciente ya del juego. En algún momento llegó de nuevo al armario en el que se escondía con Taehyung, quien seguía esperándole, arrodillado en una esquina y jugando infantilmente con sus dedos.
- ¡HOBI! -exclamó sonriente al ver aparecer a su hyung favorito por la puerta, pero inmediatamente se percató del tono y volvió a repetir la escena, solo que ahora en casi un susurro. - Hobi...
El mayor de ambos se limitó a adentrarse lentamente en el armario y sentarse junto al castaño, cerrando la puerta con cuidado. Aún seguía impactado por las dos escenas recientemente vividas, por lo que únicamente le tendió la bolsa de regalices a su dongsaeng y se quedó embobado mirando a la nada.
- ¿Ho-hola? -la mano del castaño sacudiéndose frente a su rostro le devolvió a la realidad. Tragó saliva y se incorporó, percatándose de lo idiota que seguramente se acababa de ver. - ¿Pasa algo, hyung?
- Namjoon y Jin están liados.
- ...
- Y Jungkook y Jimin también.
- ...
- ...
- Y Suga quedó hace unas semanas con Zico.
- ¿Eh?
- Sí, el de Block B. Aquella noche que se quedó a dormir fuera en casa de un amigo.
- ¿Tú lo sabías todo?
- S-sí... -murmuró tímidamente el menor, temiendo estar haciendo algo mal por el simple hecho de haber observado más detenidamente a su alrededor que los demás. Lo que a Hoseok le había costado meses averiguar, él tardó menos de una semana.
- ¿Entonces todos tienen pareja? -preguntó ahora más calmadamente, haciéndose a la idea de toda la nueva información que acababa de recibir.
- Bueno, exceptuándonos a nosotros dos, sí.
- Oh.
- ...
-...
-...
-...
- Hyung...
- ¿Sí? -por algún motivo su tono sonó ansioso, esperando unas palabras en concreto.
- ¿Quieres un regaliz?
El pelinegro suspiró desganado, como si esa pregunta no fuera la que quería escuchar, y es que realmente no lo había sido, aunque para ser sinceros ni él mismo era consciente de lo que quería escuchar, de lo que quería que su dongsaeng preferido le pidiera.
-Hyung...
- ¿Tienes más hambre? - murmuró en voz baja, aún con el regaliz que había terminado aceptando, entre sus dedos. Ni siquiera le gustaban esos dulces, únicamente lo había aceptado por inercia. En esta ocasión el castaño negó, mostrando un puchero iluminado por la poca luz que entraba por las rendijas de la puerta. Para la sorpresa de Hoseok, el menor se acercó los pocos centímetros que los separaban, colocándose a gatas y avazando dificultosamente hasta él. - ¿Qu-qué pasa?
- Hyung... -se acercó unos centímetros más, hasta que hubo más separación entre dos rendijas de la puerta que entre sus propios rostros. - ¿Quieres que te cuente otra cosa?
- ...
- Me gustas mucho.
Y no necesitó ni medio segundo para saber que esas eran las precisas y concretas palabras que se moría por escuchar.