Capítulo II

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 —¿Te conté ya que Jimin terminó mi dibujo?

Yoongi le bajó a la llama de la cocina, su ramen especial (que no consistía en nada más que ramen instantáneo, huevo, aceite de oliva y queso normal y rayado) cocinándose a fuego lento. Estaba por abrir el sobre de salsa picante cuando una mano lo detuvo.

—Sin picante, por favor, hyung —Yoongi asintió y tiró el sobre al basurero—. No me contaste, pero Jiminnie sí lo hizo.

Yoongi frunció el ceño, diciéndose a sí mismo que, bueno, estaba siendo un idiota.

Desde que había decidido contarle a su mejor amigo sobre Jimin, éste había insistido en conocerlo. Yoongi perdió veinte valiosos minutos de su vida tratando de explicarle que no, el menor no le gustaba, y que por ende no necesitaba conocerlo. Pero Tae no sabía rendirse, y como siempre ocurría, Yoongi acabó cediendo.

Cuando Jimin preguntó si podía unírsele en el café para estudiar, Yoongi accedió. No estudiaron demasiado, pero sí hablaron, y acordaron trasladar su reunión hasta la casa del mayor, donde podrían comer algo y dejar de verse ridículos mientras pretendían que estudiaban.

Ahí fue donde la tortura comenzó. Debió haberlo sospechado cuando al abrir la puerta, Taehyung se encontraba en tan sólo polera y bóxers en su sillón, computador sobre las piernas y mierda, Yoongi podía jurar que la casa de su mejor amigo era un mito.

—Tú debes ser Jimin —saludó, una sonrisa enorme y genuina en su cara.

—Y tú no deberías hacer uso descarado de la llave que te entregué.

Taehyung por sobre todas las cosas, sólo rio. Jimin parecía sorprendido, pero rápidamente se acostumbró a las piernas descubiertas de Tae, e incluso adoptó el apodo. Descubrieron que nacieron el mismo año y Jimin, teniendo el hemisferio derecho de su cerebro sobre-desarrollado, sacó a su mejor amigo de un bloqueo mental para su tarea de Literatura. Así acabaron los tres cenando algo precalentado, sentados en el suelo y viendo una película de bajo presupuesto que exhibían en televisión.

Yoongi mentiría si dijese que en ese momento no se sintió feliz de que ambos chicos se hubiesen llevado bien. Taehyung tenía la particularidad de hacer que todos se sintiesen a gusto en su presencia, con esa chispa de felicidad y esos toques de auténtica extravagancia.

Ahora, en cambio, la historia era ligeramente diferente. Yoongi no disponía de demasiado tiempo libre, teniendo que dedicarle severas horas de estudio a sus clases para obtener buenas notas. Taehyung, por el contrario, era naturalmente inteligente, y rara vez debía esforzarse para que sus notas fuesen altas.

Lo que se resumía en: Yoongi no tenía claros sus sentimientos aún, y probablemente TaeTae y Jiminnie (como habían empezado a llamarse semanas atrás) hablaban, quizás, demasiado.

Yoongi no sabía qué sentir sobre esta amistad, si era honesto (Taehyung era su mejor amigo, suyo por derechos de antigüedad. Y Jimin era su... su algo, más o menos... Está bien, casi nada).

—Hyung —la voz de su amigo lo sacó de su trance—, estás revolviendo con demasiada fuerza.

Luego de reírse y sacudir ligeramente su cabeza, Yoongi apagó la cocina.

—Busca dos bowls y no, Tae, devuelve el salero a su sitio, ya tiene suficiente sal —regañó.

Una vez todo servido como corresponde (servilletas incluidas que Taehyung olvidó, por supuesto), ignorado las quejas tipo «Es mi cuerpo y mi comida, hyung» (de igual manera no le desobedeció) y ya sentados, Yoongi se envalentonó y tanteó terreno.

Not shy (of a spark) 《YoonMin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora