Salimos de mi hogar unos segundos después de que William nos leyera la carta que nos obligaba a ir a la sede. Con el corazón en un puño entramos en el Jeep Commander de William y nos sentamos en silencio esperando que lo que hubiera pasado no hubiese afectado a muchas personas. Esta vez, como era de esperar, conducía mi esposo en vez de dejarme a mí. No obstante, al ser una situación un tanto delicada, acepté de manera sumisa y me limitéa sentarme en el asiento del copiloto. Los demás, que estaban sentados en los asientos traseros, estaban expectantes a esperas de que les siguiera reprochado que me habían destrozado mis días libres, pero no fue así, suficiente que tendrían que defenderse en el juicio que se celebraría si esto no llega a más.
Mi ceño se frunció un poco más, cerré los ojos y traté de relajarme, seguía tensa por la dichosa carta y al parecer, a juzgar por el pesado silencio y la extraña atmósfera que había dentro del auto, todos estábamos un tanto incómodos con la situación. Enrollé en mi dedo índice un fino mechón que se me había escapado de la coleta varias veces, tantas que llegué a perder la cuenta.
Mi vista aún seguía pegada a la poco transitada carretera. Mi enfado comenzaba a decrecer y a ser reemplazado por un profundo aburrimiento al no poder regañar con nadie, y por supuesto no iba a retomar la discusión de hace unos minutos porque sería cargarle a cada uno más culpa de la que tenían. Inevitablemente me encontré de nuevo inmersa en mis pensamientos que más tarde fueron degenerando en la época donde yo me dediqué a jugar a ser Jack el Destripador e ir sembrando el miedo por las calles de mi amado Londres, hasta que di parar con el recuerdo del día que me tuve que presentar a la corte para ser juzgado por aquello y con aquellas imágenes venían ligados los sentimientos de impotencia y tristeza, por ese entonces sentía que había fallado a mi amado, y si bien no me habían condenado al destierro, como a Adrián Crevan, poco había faltado. Al acordarme de eso, un escalofrío provocó que me sacudiera en mi asiento y una sensación de frío se instalara en mi piel, erizandola. Aún así, no volví a la realidad hasta que una voz se hizo oír en aquel mortal silencio.
- ¿ Estáis enojados con nosotros ? - preguntó tímidamente Alan.
Despegué los ojos del frente y gracias al espejo retrovisor pude encontrar los inocentes ojos del castaño. Él solo podía ver mis cejas, mis ojos y parte de mi nariz, mas no mis labios. Le concedí una mirada cálida y tranquilizadora y con la voz más suave que poseía le contesté con total honestidad.
- Ya no tanto, pero eso no quita que aún esté molesta porque me habéis quitado un día de descanso.-
Él agachó la mirada al suelo y se revolvió incómodo en su asiento.
- ¿ Crees que nos desterraran por esto ? - volvió a cuestionar el mismo, ésta vez en un pequeño susurro lleno de miedo y angustia.
Esperé unos segundos, no sabía que contestarle porque ni siquiera yo sabía qué les iba a pasar por dejar que se colara en nuestra dimensión. Entonces William abrió la boca por primera vez en todo el trayecto.
- Eso es lo más probable, pero tal vez si logramos acabar con el individuo, os reduzcan el castigo con una reducción de salario y arresto domiciliario.-
- William, no es sólo el chico- avisó Ronald - me acaba de mandar un mensaje Sarah, dice que se ha confirmado que han mordido a otras personas y que algunas siguen atrapadas dentro de la sede.- comentó atónito, tanto para él como para los demás, la noticia nos tomaba por sorpresa.
- ¿ Pero no habían guardias de seguridad dentro de las instalaciones? Yo recuerdo haber visto dos durante unos meses y después no supe nada de ellos.- dijo el escocés intrigado.
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Una Noche Más [EDITANDO]
FanfictionGrell sutcliff y William T. Spears, ambos shinigamis de élite deben enfrentarse a una nueva amenaza totalmemte distinta a todas aquellas que habían plantado cara, una más mortífera y que posiblemente acabaría con su vida y con la de sus compañeros.