Extra

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—¡Emily, deja de correr y métete en la bañera! —Maddie caminaba tanto como su gran estómago le permitía, sonreí al verla y me acerqué a ellas aún sonriendo.

—¿Quieres que la bañe yo mientras tú descansas? —le acaricié el hombro suavemente y me dio una mirada cansada para luego asentir.

La pequeña de cuatro años realmente era agotadora, pero eso no quitaba como amábamos cada locura y cada desastre que hacía.
Era una pequeña castaña, de ojos color miel y tez blanca. Hermosa para mis ojos y para los de Maddison. Y más vale que para los de nadie más porque es mi pequeña niña y siempre lo será.

—¡Emy! Si te duchas rápido luego podremos ir a lo de la abuela. —la despeiné y sus ojos se iluminaron al oír lo que dije, se quitó todo excepto su ropa interior y comenzó a correr escaleras arriba hacia el baño. Reí y negando con la cabeza corrí tras ella.

[...]

—¡Abuela! —mi pequeña corrió a los brazos de mi madre quien la recibió con los mismos abiertos y preparada para una gigantesca dosis de besos.

Luego de saludarnos y de preguntas acerca de la salud y del embarazo de Maddison fuimos al patio trasero donde mi mamá le dio un gran trozo de torta de chocolate a Emily y otro a Maddison quienes obviamente aceptaron gustosas. De tal palo tal astilla.

—¡Es que yo no sé hacer ésto cariño!

—¡Intenta papi! —Emily me rogaba que le hiciera una trenza, ¡Vamos, yo no sé hacer esas cosas! Le había hecho un gran nudo en el cabello el cual estaba tratando de desarmar.

—¡Estás tirando mis pelitos papi!

—Perdóname Cielo. ¿Y si le pides ayuda a mami?

—Mami está descansando. —hizo puchero para luego cruzarse de brazos enfadada y le besé la nariz con diversión me pude de pie para salir de allí y mágicamente el cepillo de pelo voló por los aires aterrizando en mi estómago. Fingí que me había dolido muchísimo a lo que mi pequeña río, y yo reí al verla reír.

Fui hacia mi habitación y la de Maddie, quien descansaba tranquilamente. Deposité un beso en su frente y otro en su crecido estómago. Ella se removió un poco y continuó durmiendo.

—Cariño... —jugué con su cabello el cual se enredó en mi dedo y reí al no poder quitarlo. Tuve que usar mi otra mano para quitarlo.

—¿Qué cosa no encuentras? —dijo con voz ronca a lo que reí.

—Le hice un nudo en el pelo a Emily.

Se levantó en segundos y me miró divertida imaginándose la furia de la pequeña Emily ya que ella amaba su cabello y los peinados que su madre le hacía. Salió de la habitación y yo suspiré felizmente, amaba a mi familia.
La seguí y pude ver tranquilamente como Maddie le desenredaba el cabello y bromeaba con nuestra pequeña hija, aproveché el momento y le tomé una fotografía; son cosas que quiero recordar toda mi vida.

—Papi, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro que sí cariño. Pregúntame.

Le sonreí mientras la miraba fijamente, aún su madre la estaba peinando y yo jugaba con los pequeños cabellos rebeldes que se le soltaban por el costado de las orejas.

—¿Cómo se conocieron mamá y tú?

Ambos paramos en seco y nos miramos. La pequeña seguía peinando su Barbie por lo que no se percató de nuestras reacciones.

—Escucha preciosa, lo único que voy a decirte es que nada es lo que parece.

Arrugó la nariz y frunció el entrecejo, la miré con ternura y besé su nariz a lo que me sacó la lengua con diversión y rapidez.

—Tu padre tiene razón, cariño.

Maddison me sonrió y siguió concentrada en su trabajo, sonreí viendo a las dos mujeres de mi vida. Amaba ésto. Las amaba a ellas.

—Te amo, mi dulce Maddie, y también te amo a ti, mi dulce Emily.

Dulce MaddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora