Preludio

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Existen en Rusia inviernos fríos o inviernos súper fríos. El de aquel año estaba siendo de los primeros: una espesa capa de nieve lo cubría todo, de forma que el país parecía un huevo sobre el mapa de Europa colocado para rellenar territorio, pero a pesar de todo sus habitantes podían salir al exterior mientras no pasaran mucho tiempo expuestos a los vientos congelantes siberianos. Al apuesto príncipe Nikolai no le importaba el frío, a fin de cuentas poseía de un buen abrigo, calentito y muy suave. Le gustaba ponérselo y salir a la calle a jugar con su sabueso preferido: un cachorro llamado Borsch, un mastín con genes de lobo siberiano.


—¡Vamos, grandullón! ¡Demuéstrale a tu amo lo que puedes hacer! —le instaba el príncipe a su mascota.

—¡Wof, wof!


El perro Borsch se le echó encima a su amo y ambos cayeron rodando por la nieve.

—¡Ey, Borsch! Deja de lamerme la cara, ¡que me haces cosquillas! —exclamó el príncipe.


Borsch se detuvo repentinamente, haciendo creer a su amo que al fin el perro estaba empezando a obedecerle, pero entonces Borsch echó a correr. Nikolai le llamó a gritos, pero éste no obedeció, así que se dispuso a seguirle.


Llegó jadeando hasta donde su perro se había detenido. Nikolai se quedó muy sorprendido al ver que enterrada entre la blanca nieve había una mujer de cabellos castaños. Entre los dos lograron sacarla. Las mejillas le ardían y la pobre parecía estar delirando por la fiebre.


Nikolai se quedó inmóvil como una estatua de hielo. Reconocería a esa mujer incluso en el mismo Infierno. ¿Por qué no podía deshacerse de ella? Ni vendiéndola como esclava al lejano África, ni acusándola de infidelidad cuando fue Ana Bolena, ni de lo mismo cuando era Ginebra, ni haciéndole creer que era una sirena para abandonarla en las frías y oscuras aguas noruegas. Ni en un lugar tan remoto como Rusia podía deshacerse de ella. «¿Por qué?», se preguntaba el príncipe. La voz retumbante de la bruja seguía resonando en su cabeza:


"Siete veces la conocerás y siete te enamorarás de ella. Siete veces la perderás, entonces la nieve se fundirá, los mares dejarán de rugir y las montañas se tambalearán. La nueva Zarina resurgirá un vigesimonoveno de febrero para expulsar al mal. Y solo si llueven flores en pleno invierno podrás recuperarla".


Nikolai no pudo evitar mirar hacia el cielo, hacia el monte Elbrus. No tenía ni idea si los mares habían dejado de rugir, pero la montaña al menos parecía en su sitio sin intención de empezar a moverse. Borsch no cesaba de ladrar.


—Lo siento grandullón, no puedo hacer nada por ella. Es demasiado tarde... —dijo con voz apenada. Y la dejó de vuelta en la nieve. La muerte por congelación no era tan terrible, se quedaría dormida como una princesa de cristal...


—¡Ey, Nik! ¿Qué estás haciendo ahí parado?


Nikolai reconoció al instante a su hermano gemelo Mikhail. A pesar de que ambos compartían el mismo pelo oscuro, la misma perilla afilada y la misma mirada audaz, Nikolai era un palmo más alto que él y también un deje oscuro envolvía sus gestos, su voz, todo él... Había algo muy oscuro soterrado en el corazón de Nikolai que le dotaba de un aura inquietante mientras que Mikhail, el más joven, era todo lo contrario: seguro de sí mismo, derrochaba confianza y carisma. Los dos hermanos además poseían una peculiaridad que algunos interpretaban como una maldición y otros, como una señal divina: el ojo derecho de Nikolai era azul como el cielo ruso después de un duro verano y el izquierdo, negro como las noches moscovitas. Mikhail tenía el ojo derecho negro y el izquierdo, azul.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —le espetó a su hermano. Tenía que aparecer justo cuando planeaba dejarla tirada en la nieve...—. Queda muy poco para tu boda. Te puedes resfriar si sales.

—Por eso mismo, necesito hacer algo de ejercicio o el traje no me quedará igual de bien —contestó jocosamente. No le pasó desapercibida la nieve adherida a ambos—. ¿No me digas que ya estás haciendo cosas extrañas con tu perro?


Aunque Nikolai quería a su hermano, en ocasiones como esa no podía evitar odiarlo. A diferencia de él, Mikhail no recordaba ninguna de sus vidas anteriores, por eso podía permitirse el lujo de reír, sin embargo él tenía que soportar una dura carga que ya le estaba comenzando a agotar. A veces no podía sino recordar con nostalgia los calurosos días en que paseaba montado en su elefante con Katyagustinaj o lo sexy que le quedaban sus corsés victorianos... Y siempre, siempre, ella le acababa siendo infiel con él. Pero esta vez no iba a ser así... porque Mikhail se casaba dentro de tres días con Vasya, la hija mayor y más hermosa del banquero más importante de toda Europa Oriental. Sabía que su hermano adoraba a esa mujer de complejas pasiones. A él no le quedaba más remedio que fingir, nadie podía saber su historia... Su historia que iba a acabar allí, con Katy muriéndose en la nieve...


—Ey, ¿eso de ahí no es una chica guapa? —preguntó su hermano señalando al cuerpo inerte de Katyenka.

Nikolai se llevó la palma de su mano a la frente. Había tenido la esperanza de que no la viera y pasara de largo...

—¿Dónde? Yo solo veo una borracha más que de tanto beber ha encontrado su final ahogada en el río de vodka...

—No va a morir, no si nosotros podemos evitarlo. ¿Verdad, Borsch?

—¡Wof, wof!


«Traidor» 

Hasta su mascota se ponía de parte de su hermano.

El corazón de Katyenka #ConcursoCrazyLoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora