3.El Valle Helado

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Katyenka estaba demasiado nerviosa. Le habían ofrecido vodka y vino caliente para que se calmara, pero no podía dejar de ir de un lado a otro del pasillo mordiéndose las uñas. Las uñas que resplandecían bajo una capa nacarada que la misma Vas había puesto con esmero.


—¡Vas, por favor, abre la puerta! —rogaba la pequeña Katy.

—Prueba a decirle que hay un tal Aragorn preguntando por ella. Va muy sucio y hecho un guarro.

Katyenka le asaetó con una mirada de reproche, aunque en el fondo admitía que el comentario era gracioso.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —le reprochó.

—¡No lo estoy! —se defendió Mikhail—. De verdad que me siento mal por ella, pero por otro lado me siento bien de haberte besado.

—¿Me amas? —se atrevió a preguntar.


Mikhail la observó en silencio. De muchas formas se podía interpretar aquella mirada. Finalmente su labio inferior tembló. Iba a responder cuando apareció subiendo las escaleras de tres en tres un desesperado Nikolai.


—¡Vas está en problemas!

—¡¿Qué?! —gritaron Katyenka y Mikhail a la vez.

—¿Pero qué dices, hermano? Si no ha salido de su habitación.

—¿Estás seguro de eso? —le increpó.

Un guardia les ayudó a derribar a puerta y Katyenka y Mikhail observaron con consternación cómo habían sido engañados: la ventana estaba abierta dejando entrar ráfagas de viento cargadas de nieve y sobre la cama había dejado un muñeco atado con látigos.

—Ha robado a Borsch y ahora se dirige hacia el Templo de los Mil Huesos, atravesando el Valle Helado, por supuesto —les explicó Nikolai.

Al mencionar esos lugares, Mikhail se puso por una vez lívido de verdad.

—Tenemos que ir a por ella. El Valle Helado es el lugar más frío del mundo. Además, seguro que en la fiesta tomó mucho vodka. Eso aumenta las posibilidades de congelación.

Katyenka pensó que ella había sobrevivido gracias a que su aliento caldeado por el alcohol fundió la nieve, pero Nikolai la estaba mirando de una forma que le recordaba que no todo el mundo tenía su suerte.

—No es por nada, pero Katy no debería ponerse en peligro acompañándonos —proclamó Mikhail.

—¡Ni hablar! Estoy harta de ser arrastrada por los acontecimientos sin comprender nada. Voy a ayudarla porque... ¡Porque es mi amiga! Ha sido muy buena conmigo, se lo debo.

Nikolai les odiaba a ambos, ahora le estaban haciendo tener una batalla en su interior: por un lado, le tentaba demasiado dejar a Katyenka a salvo (había comprendido por fin que en realidad no quería verla morir una vez más), pero por otro, sabía que ella no se quedaría quieta y si la ataban, les odiaría por siempre. Katyenka se adelantó a tomar una decisión por él y salió corriendo escaleras abajo.

Mikhail se limitó a encogerse de hombros, resignado.

—Hoy es la noche de Veles —le recordó a su hermano—, no será nada fácil cruzar el Valle.

¡La madrugada del 29 de febrero! Nikolai lo había olvidado. Tenía buena memoria para recordar sucesos del pasado, pero con el presente sucedía al revés.

Se encontraban en las puertas del palacio esperando a que los sirvientes les trajeran el trineo, los patines y abrigos cuando aparecieron dos presencias inesperadas.

El corazón de Katyenka #ConcursoCrazyLoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora