Prólogo

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—Lorenzo... —Siseó de nuevo con voz viperina, mi nombre sonaba casi como veneno en sus labios.

El miedo me había invadido y no había nadie que me apoyara, estaba solo, completamente solo.

—Lorenzo, puedes esconderte todo lo que quieras, pero al final del día tu alma siempre será mía.

Ella no me dejaría en paz nunca, eso ya lo sabía. Mi respiración era pesada y mi precario escondite sería descubierto más pronto que tarde; unas cajas cayeron y por fin la vi a escasos centímetros de mí rostro.

—Lorenzo, como un mar alrededor de la isla de la vida, la muerte canta día y noche su canción sin fin, pero creo que tú te has acercado demasiado a la orilla.

Sus ojos, unos que en algún momento habían sido hermosos, se posaron fijamente sobre los míos, lo siguiente que sentí fue su gélida mano sobre mi cuello seguido de una profunda oscuridad.


Arcaica MelodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora