Capítulo doce.

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El viernes no se hizo esperar, y, mientras todos los chicos y chicas de mi edad planeaban un fin de semana lleno de música, garitos, y alcohol, yo intentaba ingeniármelas para sobrevivir a tres días evitando cruzarme con mis padres.

Lo que - definitivamente - no me resultaría nada fácil.

No bebo. No fumo. Y, no es que no me guste salir, pero tampoco me apasiona.

Estar en clase era aburrido, pero últimamente se había convertido en una vía de escape, y, tres días libres, se me antojaban demasiados.

Triste, pero cierto.

La mañana pasó rápido, y la ocupé pensando diversas formas de huir del que debería sentir mi hogar... aunque ya ni recordaba cuánto hacía que eso había cambiado.

Podíamos salir a la calle en el recreo, así que May, Nora y yo nos acercamos al parque que quedaba justo detrás del instituto, y nos apresuramos en agenciarnos uno de los pocos bancos que quedaban vacíos.

- ¡Aaaaaleluya!. - canturreó Nora, mientras alzaba las manos al cielo, dramáticamente.

- Está un poco sucio, pero menos es nada. - Dijo May, a la par que quitaba algunas hojas secas del banco, antes de sentarse.

Observé como Dani, Jesús, y su grupo de amigos, se sentaban en el único banco vacío que quedaba, justo frente a nosotras, al otro lado del parque.

Me fijé en cada paso de Álvaro, hasta que un sutil pellizco de Nora en un lateral de mi muslo izquierdo, captó mi atención.

La miré con el ceño fruncido, sin entender qué quería decirme, y con un leve movimiento de cabeza, señaló a May, que miraba triste un punto fijo frente a ella.

Era demasiado obvia con sus gestos, y ella lo sabía; no podía controlarlo, y por eso lo odiaba.

Seguí el recorrido de su mirada, y pude ver a Dani sentado, con una chica sobre sus piernas - no me molesté en identificarla - con la que forcejeaba de coña, mientras se agarraban las manos, y el tonteo era palpable a 6 kilómetros a la redonda.

Devolví la vista a mi amiga, que parecía algo tensa, con los ojos ya fuera de la escena, sumida en sus pensamientos.

- May... - la llamé.

Giró la cabeza bruscamente, interrumpida por el sonido de mi voz.

- ¿Qué?. - preguntó.

- Que parecéis tontos. - se me adelantó Nora.

Supe que May ignoraría su comentario, así que intervine de nuevo.

- Tía, ¿Por qué no admites que te gusta?. - inquirí, algo molesta, sonando segura de mis palabras.

Era mi amiga, yo también era una chica, y también me habían gustado chicos. Me daba rabia que no confiase en nosotras para contárnoslo.

Joder, somos sus mejores amigas.

Ella se limitó a rodar los ojos, sabiendo perfectamente a quién me refería.

Se quedó callada unos segundos.

- Y si me gustase, ¿Qué?. - y ahora se ponía a la defensiva. Genial. - Mírale... esa tía me da mil vueltas, y él me ve como una amiga, tampoco hay más. - intentó zanjar el tema.

Nora y yo nos miramos, ambas con sonrisas cómplices invadiendo nuestros rostros.

No directamente, pero, prácticamente, lo había admitido.

Algo es algo.

- Te hemos dicho mil veces que es mutuo, porque a los dos se os nota a la legua, lo que pasa es que sois retrasados. - Se quejó Nora, tan directa como siempre.

«Distancias relativas.» - Jesús y Tú. - Gemeliers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora